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× SAMANTHA × 

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× SAMANTHA × 

Aún recuerdo la primera vez que me enamoré.

No era más que una chiquilla inexperta que se pasaba las tardes pegada al televisor fantaseando con los príncipes y las princesas que salían en las películas de caricaturas.

Había en ellas algo mágico, inalcanzable, perfecto. Algo que te hacía decir: 'Yo quiero ser esa chica, quiero un príncipe como ese en mi vida'.

Claro que, cuándo uno es niño, las cosas parecen más simples. Por que, que fácil que es ¿No? Una sale al baile, con el vestido más lindo que se pueda encontrar, unas relucientes zapatillas de cristal y un peinado de ensueño. Entonces llegas, haces una entrada espectacular, te meneas un poco por el lugar, jugueteas un poco a la difícil, y así como así, el príncipe cae rendido a tus pies. Te busca, te encuentra, se mudan al mágico castillo, y por arte de magia, viven felices para siempre.

En esas películas, solo se habla del amor verdadero. Entonces tu te la crees, te introduces en esos cuentos. Te engatusan y te envuelven y de pronto tu ya estás lista para encontrarlo, estas lista para enamorarte, y lo haces, lo encuentras y todo parece perfecto. Un mágico cuento de hadas. Y entonces, cuando ocurre el primer desamor, el primer engaño, no sabemos ni de donde ha venido, ni que hacer al respecto. Por que la fantasía solo nos muestra su lado más encantador; te enseñan a admirar la rosa y a desconocer las espinas, y como en la vida real caes en cuenta de lo duro que será, cuando al ignorarlo, te pinchas el dedo con una de ellas.

Hay que matizarlo, eso decía mi padre

Matizarlo, por que al final la vida se vuelve dura, la fantasía se vuelve realidad, se acaba el sueño y te das cuenta de que las princesas no son reales, y que los príncipes, bueno, al final ellos tampoco existen.

Pero bueno, que al final por eso pasamos todas las chicas, y de la misma manera aprendemos. Unas lo hacen rápido, otras lo hacen más lento.

Y otras como yo, nunca lo hacen.

Cómo mencionaba al principio, era una niña la primera vez que me enamoré, y seguía siendo una niña cuando me rompieron el corazón. No tendría más de once años cuando ingenuamente había creído conocer al 'príncipe' de mis sueños, al hombre de mi vida. Es gracioso cuando lo pienso, porque ni siquiera recuerdo su nombre y sin embargo, jamás había podido olvidar el profundo color de sus ojos negros, los hoyuelos en sus mejillas, y su embriagante olor a naranja.

Era un chiquillo encantador. Y muy brillante.

Y como ciertas personas brillantes, había aprendido desde pequeño a hacer uso de sus encantos para conseguir lo que quería; sin importar el daño de causaría de por medio.

Mírame #CA2019 #FantasyAwards2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora