I. Fuente

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Louis estaba recostado contra una fuente en el centro de la ciudad pensando en qué iba a hacer ahora ya que sus padres lo habían echado de casa por repetirles por millonésima vez que no quería ser un doctor.

Louis siempre quiso ser pianista. Y lo iba a hacer. Iba a demostrarles a todos que estaban equivocados sobre él. Él podía ser capaz de muchas cosas, dueño de millones de cosas, el hombre con más dinero que su familia. Aunque ahora mismo no tenía ni una sola moneda.

El dinero no era el problema, el problema era la gente que poseía ese dinero que, sólo porque los demás no tenía suficiente, los hacían menos.

Sí, el dinero podía sacarte de apuros y hacerte la vida más fácil, mas no da la felicidad, pero sí da para comprar comida y darte energía para seguir feliz. Era toda una cadena. Una cadena que él no quería querer, mucho menos vivir. Pero las personas necesitan de cosas para vivir. Él solo necesitaba de sus sueños para poder vivir.

Su familia era de las más glamorosa y ricas de todo el pueblo, de toda la ciudad, de todo el estado, ¡de todo el país! Ellos se sentía humillados y deshonrados cuando su hijo primogénito se les paró firme y les dijo con voz potente que no iba a ser un doctor o empresario como ellos o sus primos. ¿Qué le picó a Louis? ¿Ser un pianista? ¡Qué disparate! ¿Contraer piojos por andar entre el pueblo? ¿Arruinarlos? ¿Hacerlos pasar pena, vergüenza, humillación? Tal vez las clases de piano no fueron la mejor decisión. Margaret, su madre, sabía que eran mil veces mejor las clases de esgrima, pero los ojos triste de su hijo tuvieron que interponerse.

Todo fue culpa de su padre.

Ahora las cosas estaban así. Y no iban a aceptar a su hijo fácilmente de nuevo en su casa. Querían una disculpa por el alboroto que hizo en la sala, también querían que les dijera que iba a abandonar su idea absurda sobre ser pianista y regresaría a iniciar nuevamente su carrera de doctor. Ya tenía la edad suficiente para comenzar con su vida profesional. Tenía que ser doctor y no cualquiera, iba a ser exclusivo de la gente de clase alta y todos aquellos que tenían el dinero suficiente para usar las telas más caras y hermosas en sus trajes y vestidos. No a esa muchedumbre del pueblo. Eran unos cualquiera.

-No puedes estar aquí.

Louis levantó la mirada y se topó con un policía. ¿Estaba en problemas?

-¿Qué pasa?

-No puedes estar en aquí. Te he estado observando, veo que tienes intenciones de pasar la noche. No puedes hacerlo aquí. Da mal aspecto al pueblo, así como chicos como tú con ese atuendo.

Louis había escapado de su casa por entre los árboles y jardines, saltó la cerca, la pared que separada su casa con el puente del pueblo. Corrió, resbaló, cayó al río y se arrastró por la orilla. Corrió más y cayó más. Su ropa, cara, piel y todo de él estaba sucio, roto y dañado. Nadie lo reconocía como el hijo de los Rêve.

-No tengo a dónde ir.- dijo con sinceridad. Ni loco volvía a su casa.

-No es mi problema. Ve a casa o lo que sea. Sólo no estés aquí más tiempo.

-Bien.

Se levantó y él le miró antes de irse.

¿Dónde podía ir? Tal vez ir a casa de Clevon o de Troye. Sólo tenía que moverse antes de que el sol cayera por completo. Sí, es una buena idea.

Agarró su mochila del suelo, se la puso en el hombro y partió a casa de su amigo. No estaba tan lejos... ¿verdad?

Recordaba que la casa de Troye estaba en el camino a la suya, así que no iría ahí. Además, los papás de Troye podían avisarles a los de él que estaba ahí. Y eso sólo le haría problemas. Y sus padres se reirían de él. Tenía que ir más lejos de su casa, pero tampoco TAN lejos. Él nunca caminó libremente por el pueblo.

KISS THE RAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora