IV. Jugo

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-¡Louis! ¡Me alegra que estés aquí!- Derek Argent asomó la cabeza por la puerta y le dijo a la niña que entrara. -Veo que trajiste a tus amigos.

-Sí. Yo...

-No hay problema. Pasen.- ellos se miraron antes de pasar.

La casa era lujosa. No era tan exagerada como la de Louis o Troye. Tenía sus adornos, jarras, muebles, cuadros y mucho dinero en bellezas. Pero eran cómodos, sin montones, sin querer demostrar algo, solo para que se viera bien. Las paredes eran de un color crema con marrón, a la combinación. Algo muy elegante, pero no egocéntrico.

-Señor Argent...

-Tomen asiento.- dijo interrumpiendo. -¿Quieren algo de tomar?

-Agua estaría genial.- dijo Troye.

-Les traeré jugo.

Ellos sintieron y el hombre se fue.

-Creo que nos metimos en algo raro.- susurró Louis.

-¿Nosotros? Nosotros no. Tú sí.

-Sí. Creo que Clevon y yo nos vamos.

-¿Qué? Hey, no...

-Aquí está.- dijo y dejó una azafata con vasos de vidrio sobre la mesa de centro.

-No quiero ser descortez, pero esperaba una llamada. Así no me hubiera visto en estás fachas. - y es que su traje estaba hecho un desastre, y su cabello con notorias canas nacientes también estaba desastrozo.

Pero nada era como el suelo. Estaba lleno de juguetes por doquier. Había comida también. Un biberón con leche, un vaso con gelatina y cereales regados. Era un desastre.

-Lo hice. Pero no contestó, señor Argent.

-Oh, debí estar en otro sitio. Ni siquiera lo escuché sonar. Pero bien, hablemos de negocios...

-Papi...- la niña llegó donde él y empezó a mover su hombro. -Cariño, papá está ocupado.

-Pero lo prometiste.

-Bien, sólo... uhg.- se dobló y agarró a la niña de los hombros, la sentó en su regazo y ella sonrió. -De acuerdo, este en el trato. Ella es mi hija Emma. Necesito que seas su "niñera"

-¿Qué?

-A cambio, yo te enseñaré todo lo que sé de piano. Y es realmente bastante. Puedes quedarte aquí a pasar las noches si así no tendrías que caminar tanto, o como te sientes más a gusto, el horario es bastante extenso así que será mejor, y te aconsejo, que te quedes. Tus labores serán levantarla, vestirla, alimentarla, ayudarle con...

-No.

-¿Qué?

Louis estaba molesto. Sus amigos lo miraron, callaron, sabían que esto no era asunto de ellos. Les parecía una tontería. ¿Qué estaba pasando ahí?

-¿Está... está bromeando?

-Muchacho, yo no bromeo con mi hija.

-Señor Argent, por favor no me malinterprete, pero esto me parece absurdo. Usted me prometió clases de piano...

-Y eso haré. Pasé treinta y siete años de mi vida estudiando en el mejor lugar de País. Sé muchísimas cosas, incluso puedo...

-No. Señor Argent, por favor escúcheme. No he terminado.- vio al hombre susurrarle algo a la niña, ella asintió, se levantó y caminó por el pasillo. Él se acomodó en el sofá. Louis se levantó de su sitio. -Usted me prometió clases de piano no ser el niñero de nadie. En unos años tendré veinte, ya voy tarde para cumplir mi sueño de ser un gran pianista. No puedo estar perdiendo mi tiempo cuidando una niña, me disculpo si soy grosero, pero tenía que decirle mi descontento.

-Señor Rêve.- Derek Argent se levantó. -Entiendo sus razones. Yo estaría en su misma situación de ser usted. Pero no ve el potencial que yo veo, no es por querer engañarle con mi propuesta, tómelo como una gran idea y ayuda. Una mano para sacarlo de su lugar. Usted necesita de mí y yo usted.

-¿Por qué yo?

-Porque sé de su situación con sus padres.- se encogió de hombros. -Me pasó lo mismo, pero yo era más joven que usted. Mi padres me despojaron de todos sus bienes cuando a los quince les dije que soñaba con ser músico, me echaron, huí a París en tren y míreme, señor Rêve. Soy rico, toco el piano, clarinete, flauta, guitarra, violín, violonchelo, saxofón, y en mis rato libres, el acordeón. Tengo una adorable hija y todo lo que pudiera desear. Tuve y tengo shows donde llegan miles de personas, millones de personas llegan a verme, a escucharme, a gozar de la música de un hombre, el cual fue un joven humillado y casi sin futuro como usted.

-Yo no...

-Yo puedo ayudarle, ayúdeme a ayudarle, ayudémosnos. Usted podría ser el más asombroso músico de la historia. Sería un privilegio que me superara. Sólo con la condición de que cuide a mi hija, porque yo estoy muy viejo y ocupado para hacerlo.

Louis abrió y cerró la boca buscando las palabras correctas, pero no sabía qué decir. Estaba tan aturdido con tantas cosas. No entendía lo que pasaba. Nunca esperó esto. Estaba luchando contra él mismo, deteniendo un bombardeo de preguntas.

¿Qué pasó con su esposa? ¿Sería muy descortez preguntar? ¿Ella no podía hacerse cargo de su propia hija? ¿Qué tantas cosas tenía que hacer ese hombre para no tener tiempo de estar con su familia? Parecía de unos cuarenta y algo, ¿no era muy mayor para una niña de cinco o siete años? Podía ser adoptada. ¿No era muy viejo para adoptar? Podía conseguir un perro si se sentía solo. O salir a buscar mujeres como todos los demás hombres adinerados de su edad. Incluso el papá de Louis salía a buscar mujeres, aún teniendo una esposa y dos hijos. El poder del dinero.

-Imagino la cantidad de preguntas que tiene ahí. Está bien si se toma tu tiempo. Puede regresar o llamar, como guste. Es más,- sacó una pluma de su bolsillo de la camisa y agarró una servilleta de la mesa de centro, escribió y le pasó el papel a Louis. -este es mi número personal, por favor no se lo pase a nadie. No es por ustedes muchachos,- dijo mirando a Clevon y después a Troye. -es por la gente que me busca para promocionar sus cosas y hacerme gastar mi dinero en cosas inservibles.

Louis lo tomó, lo miró un momento y lo guardó en su bolsillo del pantalón.

-Le haré una llamada después de pensar las cosas, señor Argent.

El hombre asintió y se sentó en su sillón. Louis, que todavía estaba de pie, le hizo una señal a sus amigos. Ellos se levantaron y dejaron sus vasos vacíos en la mesa de centro. El de Louis estaba intacto. Dio una despedida y fue gentilmente llevado a la puerta por el señor Derek Argent.

KISS THE RAINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora