Capítulo V: Inesperada sorpresa

433 73 27
                                    

O sea ¿qué había dicho? Esa pregunta y los rostros de sus tres perplejas amigas, lo cuestionaban.

Candy, luego de haber tomado una resolución, pidió a Terry su permiso para regresar a casa, tomar unas cosas, llamar a sus amigas y...

– Me iré a vivir con él.

– O sea, no entendí. ¿Con quién? – cuestionó una Annie a quien le resultaba difícil comprender a la primera explicación.

– Mi jefe a partir de... – se miró un reloj, – cuatro horas atrás.

– Pero... – Paty finalmente pudo reaccionar, – ¿ya no trabajas para la contadora Marlowe?

– No.

– ¿Desde cuándo?

– Desde hoy.

– Y... ¿dónde te encontraste este jefe?

– ¡Donde haya sido! – espetó una desesperada Karen quien diría: – A mí lo que me sorprende es la decisión de irte a vivir a con él.

– Vivir, vivir con él no. Simplemente... voy a pasar muchas horas a su lado, debido a su trabajo.

– ¿Siendo el tuyo...? – se inquirió con doble intención.

– Su asistente y enfermera.

– Pero tú de enfermera tienes lo que yo de astronauta.

– Eso indica que el hombre no es feo.

– Ni tampoco gordo ni barroso. Es el hombre de la radio.

– ¡Muérete si estás mintiendo! – expresó una gritona Karen la cual no fingió la envidia que sintió.

– De su boca no ha habido afirmación, pero... la noche que le conocí, se subió al metro en la estación donde está la estación de radio. Y hoy, comprobé en su apartamento, una mini-radiodifusora.

– Pues si es así – Karen, en la maleta que había en la cama, comenzó a meter rudamente las pertenencias de su amiga que como las demás la miraban desconcertada, – apúrate a empacar para que te lleve y mis ojos lo puedan comprobar.

– Karen, ¿por qué Candy habría de mentir? – preguntó Paty recogiendo un par de calcetines embolados.

– Yo no dudo de ella sino... de ese hombre. ¿Qué tal si algún mal quiere hacerle? ¿Lo vamos a permitir nosotras: sus amigas? ¡Claro que no! Nadie en estos tiempos se toma molestias por nada.

– Pero Terry se nota una persona de fiar –. Con su poco contenido adentro, Candy cerró la petaca oyendo de Karen...

– El tío de Robert también se le veía ¿y qué crees que pasó? Envenenó a media familia para quedarse con su casa. Así que – la furiosa amiga tomó la maleta pidiéndole al resto: – ¡Vámonos! Porque entre más pronto lo veamos, decidiremos si puedes quedarte con él.

– ¡Karen! – la llamó Candy.

– ¿Qué?

– Hoy no iré a su lado sino hasta mañana.

– ¿Y tú crees que hasta mañana podré con las ganas de conocerle?

– Bueno, pues si tanto lo deseas... puedes llamarle. Aquí tienes su tarjeta con su número telefónico –. De su bolso Candy la extrajo para entregársela a Karen la cual era seriamente recriminada por Annie y Paty.

Caminando por el RinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora