Cinco minutos pasaron; y Candy agradeció que el jefe no apareciera, empero llegado a los diez...
– De todos modos... buena en la locución no soy – dijo la rubia y fue en la búsqueda de Terry.
Éste había estado en la cocina y posteriormente en el baño. Su medicamento de la hora se estaba pasando y por como se estaba sintiendo...
El medidor diabético, luego de hacerse una muestra de sangre, le indicó unidades altas de glucosa. Como siguiente paso era inyectarse insulina que, aunque ya era rutina, seguía resultando doloroso. Lo bueno que ese día le tocaba el abdomen, hallando en ello después de descubierto, un área que le resultó insensible. Sin embargo... tocó venita que por supuesto expulsó una gotita de sangre. Esa misma se retiraba cuando Candy lo llamó detrás de la puerta.
Por casi todo el apartamento lo buscó quedando ese cuartito el último por revisar.
– Terry, ¿estás ahí?
Su voz desde el interior le respondía:
– Sí, dame un segundo.
– ¿Estás bien? – ella volvió a preguntarle.
– Claro, sólo... – con una gasa él se limpiaba el área afectada. Y Candy poniendo su mano en la perilla de la puerta, ésta se abrió viéndolo ella y exagerando su expresión:
– ¡¿Qué te ha pasado?!
– Nada.
– Pero... estás sangrando – la mujer se dispuso a ayudarle y a cuestionarle: – ¿Es peligroso?
– Bastante – contestó él muy serio; y ella...
– ¿Quieres que vayamos al hospital?
– ¡¿Por qué?! – cuestionó un Terry dizque asustado. – ¿Crees que... por ese puntito pueda salírseme un intestino?
Por ende, Candy espetaba:
– ¡Eres el ser más sarcástico que he conocido!
– Y tú la mujer más preocupada que jamás haya tratado.
– Es que... no es algo que se deba ignorar lo que tienes.
– Lo sé. Pero si la medicina ya hubiese encontrado cura para este mal ¿qué necesidad hay de estarse perforando la piel y así evitar... esto? – los "derramamientos" de sangre.
– ¿Siempre te la pones ahí? –, el lugar que frente a Candy estaba expuesto: el abdomen.
– Otras aquí – el muslo – o aquí – el brazo.
– Es de valientes hacer eso – reconoció ella; y él...
– No te creas.
– ¿Necesitas terapia primero? – bromeó Candy.
– Sí; agregándole las buenas vibras que le deseo a mi progenitor que me la heredó. Por cierto –, Terry recordó algo. – Debo llamarle –, y ella le vio abrochándose los botones de su camisa y después le siguió a la barra donde descansaba el teléfono.
. . .
Candy se mostraba interesada de la conversación sostenida. De repente sonreía porque Terry se comportaba como un niño berrinchudo cuando le discutía a su padre el cual siempre ganaba las contiendas al tener para su hijo lo que éste necesitaba.
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Caminando por el Rin
FanfictionESTA HISTORIA, COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL, SON DE MI TOTAL AUTORÍA. NO DE DOMINIO PÚBLICO COMO SE ESTIPULA. Historia corta de universo alterno ideada en el año 2015 para el mismo festejado del mes: Terry Grandchester.