Capítulo III: Decisiones

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A pesar del tiempo que estuvieron juntos, poco fue lo que la pareja entre sí pudo disfrutarse. Él por estar al pendiente del perro y ella por el chiquillo se la pasaron corriendo de un lado para el otro. Además, Terry estaba por invitarle a tomar algo cuando el teléfono que sonó le quitó las intenciones.

Detrás de la línea estaba la madre del niño, y a su empleada demandaba regresarse debido a la carga de trabajo que había en la oficina.

Yendo en contra de su voluntad, Candy diría:

– Lo siento. Debo volver con él –, el pequeño por supuesto que feliz jugaba con el can.

– Entiendo – respondió un hombre que no dudó en cuestionar: – ¿Te veré después?

– No lo creo.

– ¿Por qué? – Terry quiso saber con desmedida urgencia; y por ello, Candy se apresuró a decir:

– Me refiero a que... quizá hoy no –, la clase de yoga con sus amigas también le esperaba.

– Entonces mañana, ¿te parece bien?

– Honestamente... no sé si...

– ¿Puedo llevarme a tu perro? – Paul interrumpió; y aunque Terry, encantado, hubiese dicho "sí" contestaba con pena:

– Lo siento. No es mío y debo devolverlo a su dueña. Pertenece a mi madre – aclaró con velocidad ante unos ojos que lo miraron urgentemente. – Anda de viaje y...

– Yo te ayudo a cuidarlo – sugirió el muchachito y al hombre no le pareció mala la idea, sin embargo...

– Paul, tu madre no lo aceptará.

Arrogante y abrazando a la mascota diría:

– Pero si se lo pido yo, sé que sí. Anda, acepta –, le insistieron al periodista. – Soy muy bueno con ellos y ellos... – por todo el rostro del niño, el can ya le había lamido.

– Suena tentador –, y más a una persona que no sentía el mismo amor.

– Entonces acepta – le dijo a él y a ella le indicaba demandantemente: – Candy, dale la dirección de mi casa para que pase por Roxx cuando su madre llegue.

– No estoy segura de que...

– Hazlo o le diré a mamá que no me obedeces.

– Y yo le diré que eres muy grosero, amiguito. Esas no son maneras de tratar a un mayor.

– Ash – respingó el niño; y Candy...

– Gracias, Terruce, pero... es inútil que lo reprendas. Paul, devuelve ese animal y vayámonos – la mujer se inclinó para tomar la mano del pequeño. – Mi jefa...

– Te regañará igual, ¿cierto? – inquirió molesto el hombre.

– Regañarla es poco... ¡la despedirá sino obedece! – sentenció un burlón Paul dándole una última caricia al perro que por su collar era sostenido. No obstante, una mente maquinó con velocidad y se diría:

– ¿Sabes, Paul? Llévate a Roxx –. Terry lo entregaba al pequeño que expresaría:

– ¡¿En serio?! –, y Candy con mirada temblorosa le suplicaba escuchando de él...

– Sí, puedes llevártelo. Yo más tarde paso por él –; y a ella le decía: – Y si llegares a tener problemas, no te preocupes –, se le acercó, – a mí me hace falta una asistente o mejor dicho... una novia. ¿Aceptas?

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