Capítulo VI: Un día maravilloso y revelador

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Desde chiquilla, Candy idealizó un amor y fueron años los que lo añoró. Y ahora que se le ofrecía un cariño sin nada a cambio más que su simple y sencilla compañía, le parecía increíble todo lo que estaba viviendo. Así que pellizcarlo sería rudo pero necesario; y aunque toda la vida se la pasara pidiéndole perdón, Candy lo hizo.

Con el dolor reflejado en su rostro y sobándose el brazo, Terry se miraba y a la vez le cuestionaba:

– ¡¿Por qué el maltrato hacia mi persona?!

– Para asegurarme de que eres real. De que no estoy viviendo un sueño de los muchos que he tenido.

– ¿Y no hubiera sido mejor un beso? – él se quejó. – Ese no me estuviese doliendo tanto. Además...

Ella lo hizo callar. ¿Cómo? En el momento de abordar sus labios, poniendo él sus manos en la cintura de ella la cual lo abrazó sintiendo ambos una corriente eléctrica al contacto de sus cuerpos.

El gemido que se escuchó consiguió que la mujer despegara su boca de la de él para ir a esconder su sonrojado rostro en el cuello del hombre el cual sonrió preguntándole al oído:

– ¿Has desayunado?

La respuesta consistió en una negativa de cabeza.

– ¿Quieres ir a hacerlo?

– ¿Adónde? – cuestionó ella negándose a separarse al estar disfrutando de su varonil aroma.

– No creo que te guste lo que tengo aquí. Además –, Terry, con gentileza y lentitud fue apartándola para mirarla: – a las once debo presentarme en la estación de radio.

En contra de su voluntad, Candy obedeció al alejamiento para decir:

– Está bien.

Mas, al no sentir él su mirada, su mano se hizo de la delicada mandíbula femenina para ser esta vez él quien besara la deliciosa boca.

El movimiento anterior hubo sido inesperadamente brusco; y ahora ella gozaba de la pausada suavidad y ternura con que la trataban. Y así hubiese permanecido por más tiempo, de no haber sido por el timbre de la puerta.

El conserje regresaba con Roxx. Asimismo, lo indicaban sus ladridos desde afuera cuestionando Terry:

– ¿Te gustan los perros?

– No mucho – dijo ella la cual se dirigió a atender. Ya después de entregado el can, se indagaría: – ¿Lo llevaremos con nosotros?

– No quisiera, pero...

– ¿Sería mucho abuso dejarlo con el conserje?

– También tienen que atender otras obligaciones.

– Sí, claro – expresó Candy a la cual de repente le surgió una idea: – ¡Oh, ya sé quién nos ayudará!

– No estarás pensando en Paul, ¿verdad?

. . .

El lugar adonde la pareja arribaba había sido por algunos años la fuente de trabajo de Terry.

Muchos de los que en aquel entonces fueron sus compañeros, en la estación de radio seguían elaborando; y por lo mismo les sorprendía verlo llegar acompañado.

En su etapa de adolescente fue bastante noviero, bueno las herramientas que todo galán requiere las tenía; empero al llegar a los veinte, las mujeres ya no le importaron tanto sino su salud.

Caminando por el RinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora