Capítulo - 2 - LA GUARDIA "A"

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Gerardo sentía ese agradable calorcito llegar a su entrepierna y como algo se iba endureciendo ya dentro de su pijama quirúrgica mientras, acostado en su litera abrazaba  a Gloria que estaba dándole la espalda. Pensó que con seguridad ella ya estaba percibiendo lo mucho que su cercanía lo calentaba. Aunque estaban totalmente vestidos con su uniforme negro, él mantenía su mano izquierda muy activa por debajo del uniforme de ella, se atrevió a deslizarla entre el espacio que dejaba su sostén para acariciar sus pequeños pero suaves y bien formados senos. Gloria sintió con agrado la caricia, y lanzó una exhalación mezcla de suspiro y gemido al mismo tiempo que arqueaba la espalda para pegar más sus nalgas contra esa dureza que ambos sentían cada vez más grande. Al masajear uno y otro de sus senos se deleitaba con la textura de su piel y con la consistencia suavemente acolchada de estos, los apretaba suavemente entre sus dedos dándole especial atención a  esos pezones de cuyo endurecimiento y erección su mano fue testigo y eso lo hizo calentarse más y al tiempo que se repegaba contra ese cuerpo que tenía enfrente, deslizó su mano lentamente ahora hacia el plano abdomen, se dio cuenta de la contracción de esos músculos abdominales, pensó que Gloria los ejercitaba, tal vez por eso estaba así de flaquita, cuando percibió el ombligo dejó de distraerse con el pensamiento del ejercicio, pasó despacito por debajo de su pantalón, luego separó el elástico de su ropa interior y no dejó de sorprenderse por el vello púbico que percibió, aunque se dio cuenta de lo recortado de este, sin embargo le sirvió de guía para llegar a sus labios cálidos y suaves. Lo primero que percibió, además del calor, fue un clítoris que le pareció bastante prominente y duro, eso significaba, al igual que sus pezones erectos que Gloria sentía la misma calentura que él. Ella pensó si no sería el momento de negarse un poquito a tanto atrevimiento de Gerardo, pero la excitación la embriagaba y mejor levantó un poco su muslo para darle espacio a esa mano complaciente. Al acariciar un poco más, Gerardo se dio cuenta de la humedad tibia y resbalosa de sus secreciones y no pudo menos que imaginar la suave facilidad con la que su pene se deslizaría placenteramente por en medio de esos labios carnosos; eso lo hizo lanzar a su vez un suspiro parecido al que Gloria emitiera hacía un rato. Siguió con ansiedad acariciando la suave, cálida y húmeda anatomía de la entrepierna de su compañera interna, parecía no querer perder cada detalle, cada partecita, cada centímetro de cada labio, cada pliegue, cada rincón resbaloso, inclusive deslizó la punta de dos de sus dedos insinuando una penetración lenta y rítmica, sintiendo como el cuerpo de Gloria se retorcía lentamente como si con la punta de sus dedos estuviera activando terminaciones nerviosas conectadas a sus piernas, a su espalda, a su cuello o a no sabía donde. Después presionó levemente el clítoris entre sus dedos arrancando otro leve gemido de la boquita apretada de ella y también un poco mas de humedad, la cual luego aprovechó para que sus hábiles dedos de cirujano se deslizaran suave y placenteramente hacia la entrada deliciosamente ardiente de esa cuevita que ya estaba deseando penetrar y no solo con sus dedos. Sentía los movimientos voluptuosos de Gloria que se le repegaba hacia atrás apretando con sus nalgas el "arma romo-complaciente", como él mismo le llamaba a su pene. Pero sádica y sabiamente la penetración con sus dedos solo quedó en una insinuación, sabía que esa vulva se estaba preparando para lo que según ella vendría, pero no le daría tan pronto ese gusto, la dejaría lubricarse en vano un rato más; retiró sus dedos hacia arriba recorriendo nuevamente con placer ese plano abdomen cuyos músculos estaban ya continuamente contraídos por la tensión sexual pasando rápidamente por su ombligo, buceando entre la ropa, levantando de nuevo el sostén y llegando a acariciar directamente el duro pezón de su seno derecho. Ya volvería en unos instantes hacia abajo y sería con la intención de desanudar y bajar la ropa de Gloria para dejar sus nalguitas a merced de su arma. Sabía que con un rato más de excitación habría muy poca o nula resistencia. Tal vez ella se bajaría sola los calzoncitos, pensó. Su propio pene ya no aguantaba más, deseaba meterse en una cavidad caliente. Gloria por su parte sintió con frustración como cesaban las caricias en su concha y la mano subía de nuevo hasta sus senos. Pensó si no se vería un poco puta si ella misma hacía regresar hacia abajo esa tonta mano que no había terminado bien su trabajo.

AZUL PRIAPISMODonde viven las historias. Descúbrelo ahora