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La estruendosa risa de Luhan seguía persistente incluso si su labio inferior ya había comenzado a sangrar, mezclándose con la que seguía saliendo de su nariz.

Odio, eso era lo único que podía sentir hacia aquel monstruo que no parecía estar afectado por sus puñetazos, aquel que había dicho el nombre de su padre con tanto asco que lo encolerizó, aquel que le miraba con unos ojos avellanas tan cargados que, más que reflejar burla, reflejaban verdad.

«No, no. Él es un maldito. ¿Cómo se atreve a referirse de esa manera a mi padre?»

Se negaba a dejarse engañar por la transparencia de los orbes ajenos, se negaba a creerlo siquiera la más mínima cosa de ese ser que era de todo menos humano.

—Bastardo. —masculló con odio, volviendo a encajar su puño contra la mejilla del peliblanco.

—La verdad es cruel, novato —Luhan escupió al suelo la sangre que se estaba acumulando en su boca, mostrando así su sonrisa ensangrentada, paralizando por un momento al rubio ante sus palabras—. Ninguno de nuestros padres es hueso santo y creo que ya estás bastante grandecito como para saberlo.

Apretó la mandíbula con fuerza, conteniéndose el encestarle otro golpe.

—Mi padre era militar, no un científico.

El más bajo negó divertido, a sabiendas de que jamás podría convencer de lo contrario al otro sin que este lo viera con sus propios ojos. Era extraño, porque si bien no había manera que le creyese alguna palabra, le molestaba bastante que el soldado fuese tan terco al respecto.

—Bien, como tú digas —levantó los brazos en señal de rendición—. Sigue golpeándome hasta que esa inseguridad que acabo de crear en ti desaparezca.

Si bien cada golpe era certero y lanzado con ira propiamente tal, no le dolía en lo más mínimo, incluso el saborear su propia sangre le gustaba, le recordaba que era un monstruo hambriento de carne y no un monstruo que solía ser humano y que podía sentir cada recuerdo. Pudo sentirlo mientras le revelaba la verdad al soldado, pudo sentir esa sensación de estar vivo por un pequeño lapsus de tiempo y era obvio que no fue el único en percatarse de ello, porque recuerda a la perfección la expresión de Sehun en el momento que aquello sucedió.

La idea de volver a sentir como lo hacía antes de que le quitaran su humanidad le hace estremecer. No quiere volver a sentir, no quiere volver a tener miedo, no quiere volverse aquel pequeño niño que lloraba abrazándose a sí mismo por no saber a qué estaban jugando con su cuerpo.

La presencia de Sehun desaparece y presiente que nunca más tendrán alguna conversación civilizada, sin embargo, todos los pensamientos con respecto al rubio se esfuman al volver a sentir el sabor metálico en su boca, paralizando de golpe todo su cuerpo.

«Bien, esto no debería pasar» se dice a sí mismo y corre hacia un pequeño mueble de dos cajones, abriendo el primero y rebuscando con desesperación un pequeño espejo de forma ovalada. Y es cuando posa la mirada en el reflejo de su rostro que sus rodillas se debilitan y le hacen ceder al suelo, la incertidumbre invadiendo en cada célula de su cuerpo.

— ¿Qué mierda es esto? —pregunta en un débil susurro al aire, tocando su aún partido labio inferior y las múltiples magulladuras de su rostro sin sanar, sin poder creérselo.









Experimento 0111 » hunhan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora