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Donghae abrió el portón de acero y entró al sótano, el silencio sepulcral dándole una fría bienvenida.

No le parecía para nada extraño, ya que normalmente Luhan se mostraba reacio a empezar la conversación apenas él entraba a su guarida. Sin embargo, cuando sus músculos se pusieron tan rígidos como piedras y sus pulmones soltaron todo el aire contenido, no fue exactamente por aquel silencio, sino por el fuerte olor metálico de la sangre.

Guiado por el miedo, no tardó en encender las luces y apreciar la imagen digna de una película sádica de terror en su máxima expresión.

Sólo el sonido de dientes desgarrando carne, pequeños gruñidos desde el fondo de la garganta y un mar de sangre alrededor del individuo causante de todo lo anterior.

El general veía cómo Luhan mordía su brazo, arrancando pequeños pedazos de su propia carne mientras sus diabólicos ojos negros le miraban expectante, las venas marcadas por su cara y haciéndose notar con cada masticada que daba.

Su estómago reaccionó al instante, nauseases causándole leves arcadas por las inmensas ganas de vomitar todo su desayuno. Se abstuvo a hacer el ridículo mientras su experimento literalmente se estaba devorando, por lo que de su delantal sacó un sedante con la dosis del peliblanco y se las ingenió para acercarse sin ver aquello que lo tenía con el estómago revuelto.

Y cuando lo logró, el cuerpo del chico cayó al suelo, afortunadamente lejos del charco de sangre. Allí fue donde Donghae por fin se percató de un detalle inusual y poco común. Aún con la sangre alrededor de su boca y parte de sus mejillas, pudo divisar el rastro de lágrimas y sus ojos hinchados, trayéndole recuerdos de una situación igual a aquella.

Temblando, se sentó en la cama del experimento, su mirada perdida en la nada mientras las imágenes se reproducían por su cabeza. Sollozos, dientes desgarrando carne, pequeños lamentos, sangre a chorros, gemidos de dolor y gritos ensordecedores. Los sucesos del año 2063 más vivos que nunca en su memoria.

Sacó el telecomunicador apenas, debatiéndose entre el llanto o pedir ayuda.

Obviamente optó por la segunda.

—Leeteuk —Dijo cuándo del otro lado de la señal se escuchó la voz de su amigo—, está recordando.












—Bien, chicos —Sungmin les dio una sonrisa a todos sus soldados—, hicieron un buen trabajo allá afuera y como recompensa pueden ir por el fin de semana con sus familias.

Las exclamaciones de felicidad no se hicieron esperar, tampoco los bufidos fastidiados de personas como Yoongi, porque simplemente algunos no tendrían otra recompensa más que quedarse en el recinto por el simple hecho de no tener familia.

Baekhyun le lanzó una mirada al sombrío rostro de Chanyeol, la preocupación que sentía desde el día que no lo encontró en su cama al despertar intensificándose aún más.

La animosa y alegre personalidad del alto se apagó el día del funeral de sus compañeros caídos, abriéndole paso a ese silencioso y perdido Chanyeol que mantenía a casi todos los soldados con una incertidumbre terrible.

Experimento 0111 » hunhan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora