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Annabeth miraba como el humo salia desde su taza, le gustaba admirar las cosas que le parecían bellas, como el humo se enredaba sobre él mismo el el aire y, si se inclinaba y respiraba cerca de él, se metía en sus fosas nasales con un tenue dejo de la bebida.

Su madre miraba sus uñas, distraída y ausente.

Jason parecía estarse conteniendo para no agarra todas las galletas y los panecillos recién horneados, junto con la taza de té y correr a su habitación, para alimentar a lo que escondía.

Su padre parecía desesperado por cerrar los ojos y simplemente sumergirse en el mundo de los sueños.

Percy entró al comedor, ya arreglado y con una mueca en el rostro, aquella que hacia siempre que hacia algo que le disgustaba, se dejó caer sobre la silla.

– Ahora que todos estamos aquí– Comentó Zeus mirando con reproche al azabache, la rubia ahogó una carcajada con su mano cuando su hermano rodó los ojos e imitó la mirada de su padre, moviendo la mano en ademanes burlescos– Pueden comenzar a comer.

Jason definitivamente no parecía estar guardando galletitas y panecillos en los bolsillos, no al menos a los ojos de sus padres, pero para sus hermanos, era obvio.

Cuando se percató de los ojos grises mirándolo acusadores, le suplicó silencio con la mirada, la rubia hizo caso a regañadientes.

Una esclava pelirroja ataviada por ropas blancas se hizo presente en la sala, sus ojos estaban apagados por el terror, el miedo de lo que la noticia que tenia en la punta de la lengua pudiera causar.

– ¿Qué necesitas?– Habló el rubio de ojos azules mirándola curioso al ver su miarada asustadiza.

– E-El consorte del príncipe Per...

– ¿Qué le sucede a Nico?– Preguntó Percy harto de que llamaran a su esposo con el nombre de su categoría social y no por su nombre.

– L-La peste...

El tono de piel de Percy cambió a pálido mientras corría hacia la enfermería.

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Había llegado a la enfermería con los ojos hinchados y las manos desesperadas por tocarlo, tocarlo y asegurarse de que estaba vivo.

Se sentó en el suelo, junto al colchón en donde Nico reposaba.

Acarició su cabello para luego bajar su mano hasta su cuello, tratando de encontrar alguna vena que le confirmase lo que uno de los doctores le había dicho.

Y allí lo encontró, palpitaba con lentitud, pero le confirmaba que vivía, suspiró dejando caer la cabeza sobre el estómago del de ojos marrones.

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Piper miraba con disgusto y con los ojos hinchados gracias al llanto a la mujer que se paseaba de un lado a otro distraídamente, sin importarle que su hermano estuviera abandonando su cuerpo, sin importarle que el consorte de uno de sus hijos se estuviera consumiendo por una enfermedad lenta y dolorosa.

– Deja de mirarla así – Susurró con desden Annabeth.

Piper la miró, los ojos llameantes de ira.

– Esa mujer es un demonio, una maldita bestia sin sentimientos– Susurró la castaña, cada palabra cargada de más desprecio– Algo inservible que no debería ser llamado humano.

La palma de la rubio se estrelló contra su rostro.

Eso eres Anni, una cosa inservible que no debería ser llamado humano.

La castaña miró a la rubia de lagrimosos ojos atónita,

Eres inservible, Annabeth.




Qué piensas sobre la última "escena"?.



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