Malas decisiones

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La mañana no podía ir peor, Naruto había irrumpido en mi casa apenas al amanecer, mis ojos ardían por la falta de sueño y había despertado con un jodido dolor de cabeza. Cerré los ojos y me hundí en la almohada.

—Que pinta tienes— soltó Naruto asomándose a mi cuarto mientras se comía un plato de huevos revueltos. Los últimos que quedaban en mi nevera —. Yo creí que después de largarte temprano anoche estarías de mejor humor.

—No me largué temprano, imbécil. Estaba resolviendo uno de tus problemas antes de que comenzara— le respondí fastidiado.

—¿Eso es posible?— me preguntó curioso y luego se encogió de hombros — ¡Ah! ¿Tu escapada temprano se debió a Mei? Ayer volví a verla en el bar. Creí que habían terminado.

Pretendí no escucharlo mientras volvía a sentir que se me retorcía el estómago.

—Esa mujer casada te seguirá dando problemas y ya no necesitas más. Déjala— su tono cansado denotaba su siempre desacuerdo. Eso no era nada que necesitara escuchar, tenía con Mei cerca de seis meses y lo que comenzó como un encuentro casual se volvieron noches y noches de pasión. Descubrir que era casada me importó una mierda, como que me llevara más de doce años, esa mujer me enloqueció.

Naruto siguió hablando mientras comía y se sentaba frente a mi computador.

—¿Y qué quería, eh?

Sonreí y me quedó un gusto amargo en la garganta. Desde que su esposo nos descubrió ella no la había pasado nada bien. Seguía sintiéndome culpable, Mei estaba demasiado aferrada a mí aunque intentaba dejarme, y yo tenía la tendencia a volver a caer con ella.

—Su esposo podría matarte si descubre que la has seguido viendo.

—Supongo que es algo que me he estado buscando— dije poniéndome de pie, tenía que hacer la despensa. Sonreí al ver a Naruto molesto.

—Oye, aunque no quieras decirme nada, tu cara de frustrado sexual dice que no cogiste anoche; entonces no estuviste con Mei, obviamente. ¿Dónde demonios te metiste?

Volteé a verlo de medio lado.

—¿Sabes a quién putas le vendiste licor ayer?

Naruto se encogió de hombros y ante el seguro sermón se giró en la silla con toda su atención al computador.

—A la jodida hermana de Neji— lo vi palidecer. Gente como ese Hyuuga fueron culpables indirectos de mi salida de la universidad por menos que eso... A Naruto, podrían acabarlo.

—No me jodas— soltó por un momento preocupado y luego estalló en risas —. ¿Cuál de todas ellas era? ¿Estaba buena?

Bastante buena, me reconocí y volví a sonreír.

—Hey, si mencionas eso así... es porque... No me jodas, ¡¿es una puta menor de edad?! ¿De veras?— abrió grande los ojos, acababa de caer en cuenta en la que se pudo haber metido — ¿Y entonces? ¿Qué tal está?

Noté por su curiosidad que tenía ganas de joder a Neji.

El rostro asustado de esa chiquilla se me vino a la mente. Luego vinieron a mí las imágenes de sus piernas y ese par de senos, lo ofendida que estaba cuando no la ayudé a bajar de mi auto al estar lastimada y el intento orgulloso que hizo por no pedirme otro favor, a pesar de apenas poder moverse. La tonta chica había logrado saltar esa barda por su cuenta. Mi sonrisa se extendió. Seguro su pie la mataba en estos momentos.

—Te estás riendo. ¿Tan buena está?

—Olvídalo. No la tocarás— dejé claro y salí rumbo a la cocina de la pequeña casa que alquilaba.

Nunca tu noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora