Desencuentros

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Hinata.

Odiaba diciembre.

Desde que papá enviudó se habían convertido en fechas tristes las que traía. Inclusive mi cumpleaños. Medité esto cuando el viento frio característico de la temporada se coló por mi ventana. Yo veía sin mucha pasión la pintura en la que me había mantenido ocupada.

Mi overol desgastado de trabajo tenía una nueva salpicadura y por un momento me entretuve viéndola, al no concentrarme en mi lienzo. Ni siquiera necesitaba verme al espejo para sentirme deplorable. Había recogido mi cabello y colocado delineador en mis ojos para quitar el semblante agotado que tenía, pero sentía mi piel tensa, deshidratada. Le sonreía a mi reflejo para animarme, pero la verdad era increíble cuán devastada me sentía.

Ya habían pasado quince días desde aquella tarde en que vi a Sasuke por última vez. Había dejado de llorar luego de la tercera noche, pero no podía conseguir sonreír con espontaneidad. No había salido de casa salvo a acompañar a las compras a Kaede y eso, porque ella me lo había pedido. Mi móvil estaba casi muerto, Ino seguramente dedicaba su mayor atención a cuidar su amistad con Shikamaru y Sakura, bueno, Sakura debería de estar atenta al inicio de sus clases universitarias que, si bien todavía demorarían más de tres semanas en iniciar, no se consideraban demasiado lejanas.

Pensar en mis propios estudios en la universidad ahora comenzaba a sofocarme. Tontamente, sin Sasuke para darle dirección a las cosas, se sentía insípido el camino que tenía en frente. Volví mi atención a la pintura frente a mí y terminé por dejar el pincel de lado. Me levanté y caminé a cualquier lugar fuera de mi habitación. Saber que había dejado ir una gran oportunidad me quitaba el sueño por las noches y vaya que lo lamentaba.

Solo así me di cuenta cuánto me importaba Sasuke. La primera sonrisa natural que dibujé, fue esta, dedicada a mi estupidez. Ya no quería pensar en cuánto fui subestimada, o menospreciada... dolía mucho. Terminé husmeando entre la canasta de galletas que Kaede solía hornear, cuando papá apareció en la cocina.

—¿Qué haces?

Respingué cuando su voz rompió el silencio. Kaede debería estar en el baño o en cualquier otro lugar, porque no estaba.

—Pues —le mostré mi galleta—, tengo hambre.

Puso mala cara —Apenas has aparecido por el comedor últimamente. ¿Debo comenzar a entender la indirecta?

Volví a sonreír y me sentí extraña —Lo siento. Sin el instituto, mis horarios de sueño cambiaron terriblemente. Suelo dormir tarde pintando y... bueno...

Él caminó al despacho luego de tomar una manzana y lo seguí.

—Sobre eso.

—¿Mm? —mencioné con la boca llena.

—Tu carrera de artes —añadió y mi ánimo apenas recuperado cayó varios escalones.

—Sí, ya no lo menciones —rogué. No necesitaba un recordatorio en voz alta de mis precipitaciones.

Entré al despacho y cerró la puerta tras nosotros. Hanabi y Neji no demorarían mucho en regresar, estarían aquí para la cena de navidad, y como por lo pronto éramos solo nosotros dos, me sentí con la confianza de subir mis pies a la silla. Papá me vio con cierta extrañez, pero lo dejó pasar. No me interesó verlo, de momento me resultó más interesantes mis converse salpicados de pintura. El nudito en mi garganta volvió a hacerse presente.

—Esto es para ti —habló mi papá dejando un folder sobre el escritorio frente a mí. Alcé mi vista a verlo —. Es la solicitud a Todai. Mero requisito. Considérate dentro.

Nunca tu noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora