Un dolor de cabeza

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Hinata.

Ver a Sasuke dormir era la cosa más encantadora y aterradora que había experimentado.

Ese domingo había pasado temprano por mí al centro comercial donde mi padre suponía, vería a Ino y a Sakura. Llegamos tropezando a su alcoba y ahí volví a ser una con él. Le acaricio el cabello que resbala por su rostro teniendo cuidado de no despertarlo. Es increíble que este chico que duerme tranquilo, momentos atrás tomó mi cuerpo con fuerza, y no tuvo de mí más que complacencia y entrega total. Mis ingles y mi interior dolían por su culpa, aun así, me levanté.

Voltee a verlo una vez más mientras recogía solo mi blusa holgada. Sasuke debía estar agotado, la noche anterior había salido entrada la madrugada de su turno en el Nou, seguro apenas había dormido cuando pasó por mí esta mañana. Mordí mis labios, adormecidos por sus besos, al mantenerme serena y no volver a su lado. Y justo ahí entra lo aterrador. Sasuke está provocándome cosas en el estómago y eso es innegable. Lo pienso demasiado y él no ayuda a evitarlo pues luego de revivir en la soledad nuestros encuentros, termino pensando en la forma en que me besa mientras me calmo. En sus manos duras sobre mi piel y en sus ojos profundos que me ven y esconden algo más, bajo su engreimiento, al saber que me ha dejado más que satisfecha.

Odio y me encanta esto último de él. Me confunde. No, me confundo sola. Aquí soy yo la que está perdiendo el enfoque. Sasuke lo tiene claro.

Resoplo mientras salgo de la alcoba, alisando mi pelo. Tal vez si él fuera más distante esto no me estaría pasando. Aunque me sentiría peor.

Sin saber qué pensar, lo único que tengo claro es que, de seguir así, esto puede salírsenos de las manos en cualquier momento. Me pregunto si él lo habrá notado ya.

Avanzo descalza fuera de su habitación permitiéndole dormir tanto como necesite. Busco en la sala la maleta con la que salí de casa. No la encuentro. Observo por la ventana y me percato que sigue en el coche. Sonrió cuando se me ocurre salir tal cual por ella. Sin ropa interior y descalza, tengo suerte que nadie me haya visto; al parecer dormir hasta tarde el domingo es un placer para bastantes, porque la calle está prácticamente vacía.

Con mi material de pintura extendido por la mesa, me dirijo con una sonrisa a terminar mi obra inconclusa. Con los pinceles correctos, es increíble la facilidad con la cual avanzo.

Con el día nublado, apenas noto el paso del tiempo cuando la claridad comienza a ser mayor. Es casi mediodía si el reloj en la pared no falla. Sin ánimo de distraerme y sin querer gastar la comida de Sasuke, decido pedir algo a domicilio. Con suerte él esté despierto para cuando la comida llegue.

Aventé mi móvil sobre el sofá y sonreí a mi obra en la pared. Aun con modestia, me permití reconocer que lucía bien para ser mi primera vez sobre un muro. Me disponía a continuar cuando el teléfono de la casa sonó. No sé por qué eso me generó incomodidad. Tal vez temí que alguien del otro lado de la línea necesitara a Sasuke, y el día que pasaríamos juntos terminara ya. Sonó varias veces y él no atendió.

Segundos después, el sonido se detuvo. Bien, eso estaba bien. Trazaba una línea curva y sutil cuando volvió a sonar, provocando que mi pulso errara y estropeara el trazo.

«Seguro me mata.» Pensé cuando me giré y tomé el teléfono.

—¿Diga?

Escuché la pérdida del aliento del otro lado —Creo que marqué equivocado— escuché una voz de mujer y no pude estar más incómoda. ¿Sería la tal Mei? —. ¿Vive Sasuke ahí?

Quise decirle que no.

—Sí, ¿quién lo llama? —me obligué a preguntar pese a que no me incumbía.

Nunca tu noviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora