Capítulo III

34 4 1
                                    

- ¡Miren este botín! -dice un hombre alto de barba larga y ojos negros que me tiene fuertemente cogida del brazo.

Miro rápidamente a mi alrededor como en busca de ayuda, pero los piratas tienen completamente tomado el lugar.

No son sucios y malolientes como todo el mundo cree, en realidad están muy bien presentados para ser personas que pasan tanto tiempo en el mar, viviendo en un barco. Algo me dice que lo que realmente hace su presencia incomoda es el hecho de que miran a todos como si fuéramos bocadillos.

Paseo nuevamente mi mirada por el salón, esta vez en busca de mi madre. Veo que un par de piratas la tienen acorralada junto al Señor Murish y su esposa al lado de una mesa decorativa. Mi madre no mira a los piratas con miedo, de hecho parece muy tranquila en comparación a la madre de Robert quien no deja de lloriquear silenciosamente en el hombro de su esposo. Mi madre en cambio, ve a los hombres que han tomado el salón como si le dieran asco, como si hubieran cometido el mayor acto de irrespeto que hubiera visto en su vida... y tal vez lo hicieron.

De repente entra a la habitación un hombre de aspecto superior a los demás piratas. Tiene una cara pálida como el papel y lleva puesto un sombrero negro de pluma blanca. Su traje es tan formal como el de los asistentes a la fiesta.

Por un momento siento una pequeña conexión con este hombre, mi piel se pone de punta y siento como si él supiera algo de mi que yo no. Siento miedo pero a la vez curiosidad, y quiero saber quién es ese hombre y por que de alguna forma siento que tiene una respuesta que anhelo con desesperación.

Parece que mi cara sorprendida y anonadada a la vez me ha delatado porque el pirata que acaba de entrar voltea la mirada hacia mi y se acerca lentamente haciendo ruido con sus botas. Me mira de cerca por un segundo como intentando leer mi mente y descifrar lo que estoy pensando. Unos segundos después parece haber completado el rompecabezas y suelta una carcajada con tono malévolo mientras se aleja rápidamente y se para en el centro del salón.

Todo está silencioso excepto por los sollozos que a veces se escuchan de la madre de Robert y otras chicas paranoicas que no pudieron contener el miedo y se hallan con la cara pálida, mojada de lágrimas y sus manos temblando.

El pirata parado en el centro abre la boca para darle instrucción a sus hombres - Llévenselas.

Todos los piratas que tienen en sus manos a las jóvenes asistentes jalan de sus víctimas y empiezan a llevárselas, supongo que al barco que deliberadamente han acomodado en el puerto de la mansión Murish. Todas las chicas comienzan a desaparecer del salón mientras entre los sollozos de algunas madres angustiadas se oyen los gritos de rabia de los padres a cuyas hijas se llevan despiadadamente los piratas. A pesar de los actos de furia y desesperación de los padres , ninguno pasa de un grito de imploración. Por alguna razón nadie se atreve a detenerlos, ni siquiera a tocarlos.

Por un segundo miro con atención la escena que toma lugar a mi alrededor. El pánico y las risas de los piratas llenan mi interior hasta que mis ojos se topan con un grupo de niñas de unos 10 a 13 años que forcejean en un rincón con dos hombres que intentan llevarlas. Uno de los hombres, cansado de la resistencia de las niñas, con una mano toma a una del brazo con fuerza mientras que con la otra lanza hacia ella una cachetada que da justo en su pequeña mejilla y la deja roja.

Entonces mi alma se llena de rabia y siento un impulso de valentina que sale inexplicablemente de mi en forma de un puño que termina en la cara del pirata que sostenía mi brazo. Sin saber aún la verdadera razón de mi reacción corro hacia el grupo de niñas y golpeo (con una fuerza que no parece mía) al pirata que intenta llevarselas. Este, molesto, saca un arma de su bolsillo, pero antes de que pueda hacer algo el hombre que ha dado la orden de llevarse a todas las chicas patea fuertemente el suelo pidiendo atención.

- ¡Quietos todos! - dice con autoridad y la sala vuelve a quedar estática.

El hombre de sombrero negro y pluma blanca se acerca a mi lentamente y siento como todas las miradas se fijan en mí.

- Parece que nunca habías estado en un asalto ¿no niña? - me dice pasando sus dedos por el cabello que resta al final de mi trenza y noto que ya otro pirata me a tomado las manos y las ha atado con una soga atrás mio. El hombre continúa - aquí la valentía no sirve para nada - me dice mientras hala con fuerza el mechón de cabello - por suerte hoy no queremos hacer mucho ruido. -

El hombre me suelta y le hace una seña a todos los demás piratas para que procedan. Forcejeo un poco, pero sé que es en vano. Veo como los piratas se llevan a las niñas que han quedado casi congeladas de miedo por los acontecimientos anteriores.

El hombre al que primero he golpeado se acerca bruscamente a mi y me toma del hombro. Lo último que mis ojos alcanzan a vislumbrar antes de caer en una oscuridad profunda es el rostro de mi madre en la multitud, mirándome con desaprobación mientras el pirata a mi lado introduce una aguja en mi cuello y mi cuerpo cae en sus brazos.

EdenWhere stories live. Discover now