Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Temari Matsumoto y Tomo Takabayashi. Sólo los uso con fines recreativos.
No podía recordar la manera que llegó hasta esos fondos, solo sabía que le dolía y mucho.
De haber sabido nunca habría escapado de su casa, aunque de todas formas daba lo mismo aquí o allá.
Un tonto.
Su vida no era sencilla desde que tenía memoria pero eso no le importó. De una u otra manera saldría de cualquier bache.
Cualquiera.
Hasta que se topó con ese maldito.
Cae en un charco, presa de las burlas de esas putas que se dicen amigas siquiera de profesión.
-Maldición.-
No puede creerlo; ese provocador aunque retocado atuendo estaba hecho una mierda, lo bueno es que en la habitación del bar donde trabaja hay reposiciones olvidadas. Da un largo y profundo suspiro, renegando de la lluvia; esa lluvia que le recuerda el llanto de un niño pequeño y la promesa de volver a buena hora para verlo en el festival.
Si.
Eso fue lo único lindo que pudo hacer ese idiota por él. Es su vida.
Divisa pronto el letrero neón de ese asqueroso lugar donde es protagonista. El cadenero, un tipo alto y de cabello anaranjado asiente al dejarlo pasar mientras que le revuelve el cabello, según él, teñido.
-Hola pequeñín, ¿Listo?-
-Sí. Aunque preferiría estar en casa, dudo que haya gente.-
-No te creas, cuando se trata de ti, este tugurio es insoportable-
-¡Jajajaja! No te quejes, que así puedes manosear a cuanta persona entre.-
-No me quejo, solo que a veces la bulla me marea.-
- Ya sabes a quien reclamarle... este...-
-Sí, cuando termines, te llevo a tu casa, ¡moriría si te pasa algo pequeño!-
-Exagerado.-
Y sin más, se adentra, seguido por la mirada del mayor, que se entristece al recordar las circunstancias en las que se halla el menor.
En el interior el calor está en aumento. Tal como dijo el guarda: nada más se enteraban que era día del "Lobo" y parecía que toda la ciudad acudía a verle. Una sonrisa de prepotencia se marca en el bello rostro. Saluda desganado a cuantos le llaman. Los chiflidos de albañil ya no lo molestan, hace tanto tiempo que los entretiene que eso está de más.
Son las 8:00 p.m.
Es mejor ir a cambiarse; un show más.
Los aplausos le llaman y no puede evitar sentirse extasiado. La música, que suena bastante clásica, lo arrastra a la pista, moviéndose al ritmo del violonchelo que suena retador para cualquiera... para cualquiera que sepa escuchar. Como siempre, hay uno que grita que cambien de melodía pero los que ya saben, le mandan callar.
El chelo y la batería lo contorsionan sensualmente, no hay necesidad de vulgaridad en el espectáculo; unos simples juegos con el velo blanco que porta y es todo.
El ¡bum! De los tambores lo hacen vibrar, cosa que no pasa desapercibida a los asiduos que respiran una oportunidad. Las caderas se aceleran conforme los suaves sonidos del violín se entierran en la sangre. Los largos hilos oro enmarcan el cuerpo pequeño pero bien proporcionado, meneándose elegantemente por el escenario. Puede trabajar en un cabaret y eso no quiere decir que él carecerá de recato ni de ingenio, es por eso que su danza sobresale del común.
1
2
3...
Y el conteo se repite.
La piel se le eriza ante los ojos vórtice: los dueños de su deseo.
Jadea. Y se odia. Por tener que usar al maldito ese como inspiración.
El vientre se mueve como las olas, invitando a ser surcado... pero con tal ferocidad que más de uno se ahogaría; las curvas de la cintura pequeña... ese botón carnoso que es el ombligo... su tez, tan llamativa...
Más sus iris... esas cuencas inagotables de lujuria y de ferocidad ¡Oh Dios!
Una salto hacia atrás.
Fin.
¡Bravo! ¡Bravo!
Los verdes ojos irradian candor... sensualidad...desprecio hacia sí mismo. Varios piden otra danza pero eso no será hasta la medianoche, de mientras, andará por el antro ese.
Hasta cierto punto jamás se vio haciendo semejantes cosas o por lo menos no de esa clase.
-Mi querido Lobo, has estado increíble...- felicitó un tipo de largo cabello café a su espalda.
-Eso es de siempre, señor...-
-Me gustaría saber en que "otras" cosas eres increíble.- murmuró en tono libidinoso- Claro, pagaré lo que pidas.-
El aludido se volteó, mostrando una orgullosa sonrisa- Muy bien, este es el trato: si usted me devuelve a cuando tenía 17, yo accederé a lo que desee.-
-¡Oh vamos! Hablo de dinero, no de cursilerías.-
-Váyase a la mierda.-
-Esto lo pagarás Lobo.-
Se ve como el viejo rabo verde va directo a hablar con el dueño del club, quien se zangolotea como sapo entre el gentío; escucha con atención a uno de sus mejores clientes, le dedica una sonrisa comprada para luego buscar al objeto de su enojo.
-Veamos, Lobo, ¿Hace cuánto trabajas para mí?-
-Un año.-
-Bueno y en ese año, ¿No eh procurado por ti? ¿No te eh ayudado cuando más lo has requerido? ¿A tu hijo?-
-Sí y por eso le estoy agradecido, señor Crystoff.-
-Y si estás tan agradecido, ¿No podrías ser un poco más amable y accesible con alguno de nuestros más adinerados clientes?-
-¿Qué quiere decir?-
-Dales lo que te piden...-contestó directo el calvo.
-Eso quiere decir que... ¿Me tengo que acostar con ellos?-
-¡Bingo!-
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¡Gracias por leer!
P.D: La canción se llama Farewell y es de la banda Apocalyptica.
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Pobre Diablo
FanfictionUniverso alterno. Por X razones, el rubio termina separado del bueno para nada de Shibuya. Ahora, solo y con una minicopia, le toca quebrar su orgullo y tragarse la dignidad. La cuestión es ¿Hasta dónde podrá soportar? "... Los chiflidos de alba...