CAPÍTULO 6

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Sungmin apartó a Siwon de un empujón, consciente de que eso lo convertiría en objeto de miradas curiosas. Sin duda, todos querían saber qué le había dicho Siwon al desobediente ex-esposo de su hermano para que saliera corriendo.
Casi voló escalones abajo. Había oscurecido y las lámparas solares que iluminaban el camino que bajaba a la playa parecían un millón de ojos que contemplaran su escapada. Notando una opresión en el pecho, disminuyó el ritmo. Lo último que necesitaba era un ataque de asma.

Poco a poco, la música y la cháchara quedaron atrás. Allí dominaba el sonido de las olas golpeando la orilla. Sungmin se quitó los zapatos. La soledad era un bálsamo para sus heridas.

Todos estaban furiosos con él. Era tan bienvenido como un virus mortal en una fiesta infantil. Le enfurecía que asumieran que toda la culpa era suya.

Estaba allí por Hae, pero por fin veía claro que cuando su amigo aceptara que Sungmin y Kyuhyun habían terminado, también acabaría su amistad.
Deprimido por la idea, Sungmin se sentó en la arena y se abrazó las rodillas, dejando a un lado el saco y los zapatos. El mar se extendía ante él, negro como la tinta. Había sido un estúpido al pensar que su amistad con Hae podría continuar después de lo que había hecho.

Intentó controlarse, consciente de que la opresión en el pecho aumentaba.
No sabía cuánto tiempo llevaba allí sentado, con los ojos llenos de lágrimas, cuando notó que dejaba de estar solo.

–Vuelve a la fiesta, Kyuhyun. No tenemos nada más de qué hablar –ordenó, enfadado porque no hubiera tenido la sensibilidad de dejarlo en paz.

–Quiero hablar del bebé.

–Yo no.

–Lo sé, y por eso estamos en esta situación. Porque te negaste a hablar de ello.

Su injusticia dejó a Sungmin sin aire. Incluso tratando el más delicado de los temas, el lenguaje corporal de Kyuhyun tenía la sutileza que habría tenido un invasor que llegara a esquilmar Jeju.

Las piernas firmes y separadas, y una mano en el bolsillo. Los hombros tensos, listos para la batalla, y los ojos color carbón entrecerrados, como si evaluara a su contrincante. Sungmin reconoció al Kyuhyun experto en solventar problemas.
Un metro ochenta de macho coreano furioso, dispuesto a luchar hasta obtener la victoria. Y aunque una parte Sungmin odiaba ese aspecto él, otra parte admiraba su fuerza y determinación.

Apretó los dientes, diciéndose que no le atraía su virilidad.

"Acaba con eso, Sungmin". Tenía que apagar esos diminutos destellos de deseo antes de que se extendieran y sofocaran su sentido común.

–¿Quieres hablar del bebé? Bien, hablemos. Estaba embarazado de diez semanas. Tuve dolores abdominales. Tú estabas en viaje de negocios. Te llamé, pero decidiste seguir con tus negocios. Tomaste tu decisión. La situación empeoró. Volví a llamarte pero habías apagado el teléfono. Dejaste tus prioridades muy claras. No hay más que decir sobre el tema –el idílico entorno no diluía la tensión que latía entre ellos.

–Tergiversas los hechos. Llamé al médico y me aseguró que con unos días de reposo estarías bien. Nadie esperaba que perdieras al bebé.

Sungmin sí había esperado perder al bebé. Desde el primer calambre, su instinto le había dicho que algo iba muy mal.

–Entonces, eso te libra de responsabilidad.

– ¿por qué te niegas a hablarlo?

–Porque esto no es una conversación. Es otro monólogo en el que me dices lo que debo sentir. Quieres que diga que todo fue culpa mía, que me porté de forma poco razonable, pero no lo diré porque no es cierto. Fuiste tú el del comportamiento poco razonable –su respiración sonó agitada–. Y no fuiste poco razonable. Fuiste cruel, Kyuhyun. Cruel.

REGRESANDO A TU CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora