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—NO PUEDO CREER que a partir de mañana serás una mujer casada —gritó Lyanna para que la escucháramos sobre la música por décima vez en la noche.

Ni yo podía creerlo.

Me encontraba en el auto de camino a mi piso después de celebrar en un club mi despedida de soltera. Ese no era más mi ambiente, ya no más. No me sentía cómoda entre tantas personas, pero mis amigas y damas de honor, Carol y Lyanna, habían elegido ese lugar porque supuestamente ahí se congregaban los hombres más guapos de la ciudad. Una tontería. Ningún hombre que valiera la pena se metería en un club de mala muerte. Había visto a una pareja de «baile» prácticamente tener sexo en la pista y todos parecían celebrar ese evento extra.

Era la persona menos indicada para decir con quién puedes... desahogarte. ¿Pero en un lugar público? ¿Con una docena de ojos viéndote hacerlo? No, eso era cruzar una línea. Dejando ese episodio a un lado, mi prima y una de mis mejores amigas perdieran el avión y no pudieron llegar esta noche, pero me la había pasado genial. Fue muy divertido bailar como una adolescente, reírme sin ninguna preocupación y ver a mis amigas hacer locuras de las que mañana cuando estuvieran sobrias se arrepentirían. Yo había elegido no tomar ni una gota de alcohol. No quería que nada me arruinara mi gran día y no quería tener algo más de lo que arrepentirme.

Habían pasado tres días desde que cometí mi último desliz y desde ahí todo fue mejorando. Henry y yo hicimos una escapada fuera de la ciudad sin celulares, sin familia, sin expectativas y tuvimos la oportunidad de reencontrarnos y reconectarnos. Me di cuenta de que no tenía nada de lo que preocuparme, Henry siempre ha sido la mejor decisión que he tomado. Era galante, educado y no perdimos el tiempo en discutir por tonterías. La cama fue otro lugar en el que nos entendimos, siempre hemos sido muy activos, pero esta vez los días de abstinencia entre nosotros jugaron un papel importante a nuestro favor. Todo fue descontrolado, excitante y romántico. La llama de la pasión seguía intacta.

Mañana dejaría de ser Fiorella Evans para convertirme en Fiorella de Farage. Aún me sonaba un poco extraño, pero todo se estaba encaminando por la dirección correcta. Todo volvía a seguir el curso planeado. Sin distracciones.

—Yo tampoco puedo creerlo, pero estoy muy emocionada —dije por décima vez esa noche.

Cada vez que lo decía, lo hacía de verdad, de corazón.

Estaba emocionada, casi que eufórica.

—Estoy muy emocionada por los dos —dijo Rita.

Ella era la conductora designada, había bebido muy poco, pero había bailado lo suficiente para estar lúcida. La primera vez que conocí a Rita no me agradó nada y el sentimiento fue mutuo. Ella me hacía sentir de alguna forma insegura, parecía que siempre estaba evaluando lo que yo hacía. Al principio, por la relación cercana que mantenía con Henry, pensé que a ella le gustaba él y que a eso se debía su educada hostilidad. Los celos de que alguien más estaba con quien tú querías. Error. Después de un par de meses y confirmar que mi relación con su amigo era sería y que había llegado a quedarme, me invitó a tomar una copa para conocernos mejor. Ahí me explicó que la ex novia de Henry era una de sus mejores amigas y que llegó a pensar que él la había engañado conmigo, pero no, ellos terminaron de mutuo acuerdo porque la relación no funcionaba. Rita solo estaba tratando de ser leal. Nos convertimos en amigas, aunque no en íntimas, siempre había una línea que nos dividía.

Por su actitud esa noche podía adivinar que estaba tratando de ver a través de mí. En más de una ocasión insinuó que me miraba diferente, como si algo hubiera cambiado desde la última vez que nos vimos. Mi respuesta siempre fue que Henry y yo estábamos mejor que nunca, pero eso a ella no la convencía. Llegué a pensar que la fastidiaba un poco. Desde ese momento puse una nueva distancia entre nosotras, no quería que nada ni nadie empañara lo que había construido.

ʜᴜᴇʟʟᴀs ᴅᴇ ᴜɴ ʙᴇsᴏ || #1.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora