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VEINTE MINUTOS más tarde aun me encontraba sentada en el sofá con mi pie vendado y recargado sobre una almohada. Diría que era una situación aburrida, pero ver a un hombre extraño pasearse por mi sala de estar llevaba mi adrenalina al límite haciéndome olvidar el dolor. Bueno, no tanto, pero casi. Volví a repasar la forma en la que él mencionó que nos conocíamos y que no lo recordaba. Su afirmación me hacía mucho ruido. Estaba exasperada por mi conducta inusual, por la curiosidad que me causaba. Tenía que preguntar. Lo busqué con la mirada encontrándolo de pie en frente al estante lleno de libros que tenía en la sala.

—El otro día insinuaste que nos conocíamos, pero le he estado dando vueltas y no logro recordarlo. Porque estoy asumiendo a que te referías a un lugar diferente del hotel, ¿verdad?

—¿Solo tienes libros de romance? —preguntó en vez de responder.

—Me gustan los finales felices.

—Eso es basura —iba a protestar, pero se adelantó, sorprendiéndome—. ¿No se supone que cuando eres feliz no hay un final?

—Eso es romántico —susurré.

Deslizó sus ojos fuera de los libros para posarlos en mis pies, su frente se arrugó. Sus ojos ascendieron lentamente sobre todo mi cuerpo, rozándome, acariciándome, podía sentir mi piel arder y mi respiración acelerarse de deseo. Todo en mí empezó a sentirse como si necesitara un gran favor. Me removí incómoda por la atracción física que él me producía, solo necesitaba que me mirase de forma lenta y misteriosa para que mis hormonas obtuvieran el completo control sobre mí. Llegó un punto en que nuestras miradas colisionaron. Empujé el deseo fuera de mis ojos.

Ladeó su cabeza y me examinó.

—¿Por qué te ves como la mierda?

Jadeé por su pregunta brusca.

—¿Pe-perdón?

—No te ofendas, pero parece como si un camión te hubiera pasado por encima. Varias veces.

—Lo único que pasó es que tuve una torcedura en el pie que está siendo tratada por un extraño que probablemente sea un drogadicto.

Cruzó sus brazos frente a su pecho.

—Yo no soy drogadicto.

—Entonces irresponsable.

—Estás un poco loca. No puedes saber quién soy o cómo soy solo por mi apariencia. Creí que ya lo había mencionado.

Escuché la diversión en su tono de voz disminuyendo el calor sexual en mi interior. Se estaba burlando de mí. Otra vez.

—Creo que sí, lo mencionaste, pero no suelo tomar en serio a las personas que me utilizan como escudo para no enfrentar sus propias acciones, sin mencionar que no tendría que estar especulando sobre quién eres si en vez de estar burlándote de mí respondieras a mi pregunta. ¿De dónde demonios nos conocemos?

—Realmente no me recuerdas. Ahora todo tiene sentido. —Asintió con su cabeza—. Fue hace un par de años en un club. Val y Rosé también se encontraban ahí. Fue todo un espectáculo.

¿Con Val y Rosé en un club? Eso debió haber sido hace más de dos casi tres años. Era lo más probable porque después de eso ellas se fueron de viaje y de hecho este piso pertenecía a mi amiga Rosé. Seguía esperando que regresaran, pero al parecer ninguna de las dos tiene fecha de retorno. Aún no estaba segura de sí vendrían a mi boda, no estaba segura de sí mi invitación había llegado hasta ellas. Las dos tenían el mal hábito de desaparecer por semanas. No les hablaría nunca más sino estaban ahí para el día más importante de mi vida. A fin de cuentas y a pesar de la distancia, ellas dos seguían siendo las personas más cercanas que tenía.

ʜᴜᴇʟʟᴀs ᴅᴇ ᴜɴ ʙᴇsᴏ || #1.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora