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Me sentí hervir de completa indignación y me estaba costando mucho trabajo controlar mi enojo. Este hombre solo me besó para poder escapar de un esposo celoso y poderoso, y yo como una tonta por un momento correspondí sus acciones. Definitivamente, el día se oscurecía cada vez más. ¿En qué demonios estaba pensando para reaccionar de esa forma? Sin mencionar que aún estoy anonadada porque la señora Davis estuviera engañando a su esposo con un hombre con apariencia de vagabundo. Tal vez mi asombro se debía a que su esposo no está de mal ver o tal vez por la falta de clase que ella poseía al actuar tan indecorosa. Si no hubiera presenciado el momento en que el hombre salía de su habitación jamás lo creería. Era una mujer de más de cuarenta años, que no los aparentaba. Era muy guapa y al caminar derrochaba elegancia. Si por alguna razón engañará al señor Davis lo haría con alguien de su estatus. No con alguien como el hombre con quien compartía un elevador y quien parecía no notar la gravedad de lo sucedido.

—Por un momento pensé que me delatarías —dice.

Se le ocurría romper el silencio con una estupidez como esa. Aparte parecía transpirar buen humor por cada uno de sus poros.

Respiré profundo para tratar de tranquilizar mis nervios y no gritarle.

—Debí haberlo hecho. Era lo correcto, pero a diferencia de ti, no puedo permitirme un escándalo en mi lugar de trabajo.

Y estoy segura de que pagaré el precio por mi silencio.

Él suelta una carcajada ligera que llega directo a mi estómago con una sacudida.

—No me parece justo tener que pagar por las acciones lujuriosas de otra persona. Más cuando dicha persona no puede asegurarse de mantener sus interludios en secreto. —Su comentario descarado hizo que achicará mis ojos en su dirección, acción que respondió con una sonrisa coqueta que funcionaba de maravilla en él—. ¿No estás de acuerdo que cada quien se haga cargo de sus acciones? Yo actué muy bien y le hice un gran favor a esa señora. No tengo porque soportar a su esposo.

Levanté mi mano frente a él, cortando cualquier otra cosa insensata que fuera a salir de su boca. Estaba escandalizada ¿Cómo se atreve a decir eso? ¿Cómo se atrevía a dar a entender que... que el señor Davis no lograba complacer a su esposa?

—Ahórratelo. No me interesa conocer las intimidades de ningún huésped.

Apoyando su hombro sobre la pared del elevador dejó que sus ojos me recorrieran lentamente, desde la cabeza a los pies y de regreso. En el camino hizo una parada sobre mis pechos sin ninguna vergüenza. Estaba vistiendo mi uniforme de trabajo que consistía en una falda ajustada estilo lápiz color gris, una blusa blanca con botones al frente y por más que yo intentó disimularlo siempre atrae la atención a mi gran escote. Mi copa 36 D no es algo que pasé desapercibida y mi chaqueta gris a juego no hacía absolutamente nada para disimularlo, pero sí me hacía el favor de ocultar mis brazos gruesos. Medía un metro cincuenta y cinco, y mi uniforme me hace lucir más pequeña. Por eso siempre usaba tacones tratando de ganar un par de centímetros. Tenía caderas anchas y un trasero grande. En conclusión, tenía curvas voluptuosas por todos lados. Por lo demás era bastante normal: piel blanca, cabello rubio medio, ojos verdes pálido, nariz y boca pequeña.

No era el tipo de mujer que atraía inmediatamente la atención de un hombre. Sin embargo, el que estaba a mi lado oliendo a perfume de lujo y sexo recién hecho tenía sus ojos color chocolate sobre mí con un brillo lujurioso, dilatados. Como si en vez de estar vistiendo mi aburrido uniforme estuviera desnuda.

Completa y absolutamente desnuda con un letrero de «fóllame» en letras neón.

Arrugué la nariz con desagrado. Odiaba esa palabra, pero no había ninguna otra que describiera mejor su mirada.

ʜᴜᴇʟʟᴀs ᴅᴇ ᴜɴ ʙᴇsᴏ || #1.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora