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Me voy a poner al día publicando porque sé que necesitan alegría para los lunes. Por eso está Dark Lord, para que se necesite MÁS alegría. Adieu uwu 

#PrinceBlackWeek. Segunda palabra: discusión.

02

No temas, cariño,

El miedo es lo mío,

Tomaré cada uno de sus pensamientos

Y quemaré sus vidas hasta los cimientos.

―¡No puedes desobedecer a Lord Voldemort, Severus!

Regulus tembló. El viento lo estaba azotando mientras seguía a trompicones a Severus entre los árboles espesos. Iluminados bajo la tenue luz blanquecina del Lumos, Severus guiaba un sendero desconocido y sin marcar entre las tinieblas más negras.

―Lo estoy haciendo ahora mismo.

De alguna forma extraña y que atribuía al frío Regulus podía sentir sus ojos lagrimear. Temblaba hasta los huesos mientras el ulular del viento contra los árboles espesos le quemaba los pensamientos, cada crujido de las ramas bajo sus botas haciéndole sentir que estaba siendo seguido, cada sonido de lo más intenso del bosque arrancándole el miedo del pecho y haciéndolo fluir por sus venas, todo pareciendo más amenazante que nada que lo que hubiera visto alguna vez en toda su vida.

―Severus, mátame ahora. No puedes desobedecer al Lord. No puedes. Te matará y...

―¿Qué importa que me mate? ―Severus chasqueó la lengua, su mano moviéndose mientras apartaba arbustos a metros de distancia, su propia magia cubriendo los pasos que iban dejando entre las hojas y las ramas rotas―. Morí hace mucho tiempo, Regulus. Muero todos los días. ¿Qué problema hay con que deje de respirar y finalmente tener un descanso pacífico? Salvarte es lo único que necesito.

Regulus ahogó un quejido cuando una rama lo golpeó en el rostro. Severus retrocedió, lo envolvió con el brazo y lo arrastró hasta su lado, abriéndole paso mientras le rodeaba los hombros con el brazo protectoramente.

―No puedes pensar que mi vida vale más que la tuya ―siseó Regulus, intentando no sentirse reconfortado por el contacto con Severus. El hombre junto a él se mantenía caliente, su latido recorriéndole el cuerpo entero, su energía y magia haciéndolo sentir más revitalizado, menos cansado, menos adolorido―. Sólo soy un Black. El menor, el que no debería haber nacido, aquel que debería morir si el heredero mayor resultaba ser competente. Aquel que su propia madre ha rechazado mientras a ojos de los demás decía que era su favorito. El que nadie ha querido jamás. ¿Por qué mantenerme con vida? Soy un error.

Los dedos de Severus se hundieron sobre su hombro con fuerza, acercándolo a su cuerpo en un férreo agarre. A Regulus le costó demasiado comprender que lo estaba abrazando, pero cuando la absurda y extraña idea llegó a su mente le fue imposible no pasar sus brazos por su cintura, sostenerlo como si se sostuviera a la vida.

―No eres un error. Nunca lo has sido ―su voz grave resonó contra su rostro enterrado en el hueco de su cuello. Regulus se estremeció, pero su estremecimiento no tenía que ver con el frío, ni con el miedo―. Tu vida vale la pena porque tú vales la pena. En el mundo hay más que magia y poder. Hay personas, personas que con una sola mirada son capaces de hacerte ver que tienen más poder que el mago más poderoso que jamás halla existido. Tú eres una de ellas ―Severus apenas lo apartó de su cuerpo para seguir su camino, casi sin dejarle procesar ninguna de sus palabras con la garganta en un nudo grueso―. Ahora, no discutas conmigo y apresuremos el paso. Debemos descansar. Nuestro traslador sale por la mañana.

―¿Dónde vamos? ―se atrevió a preguntar Regulus, intentando que su voz no saliera quebrada. Las palabras de Severus, como aves de rapiña, revoloteaban sobre sus pensamientos hundiéndose y atacando cada una de las debilidades, haciéndolo creer poderoso, haciéndolo creer importante. Severus negó, lento.

―Ahora a una cabaña ―su voz fue más suave, como si no quisiera alarmarlo―. Luego saldremos del país. Voldemort aún no ha llegado a Europa en su totalidad. Conozco un lugar.

Regulus dejó que el viento cruel le hiciera lagrimear los ojos para tener una excusa para liberar las lágrimas. Severus lo mantenía contra su cuerpo, aferrado, a veces poniéndolo frente a él y otras detrás, cuidando cada uno de sus pasos y movimientos, tratándolo como si fuera valioso, como si fuera lo más valioso que alguna vez podría haber tenido, pedido o deseado.

La cabaña se mostró entre las sombras. No estaba en un claro extenso, y apenas unos cuantos árboles talados dejaban espacio a la pequeña construcción de madera. El interior brillaba con calidez, la chimenea encendida caldeando el lugar, el humo encerrándose en una burbuja mágica para evitar que alguien pudiera identificarlos por su rastro.

Severus empujó a Regulus al interior de la cabaña mientras colocaba las protecciones necesarias. Regulus corrió junto a la chimenea extendiendo sus dedos junto al fuego, temblando mientras el calor le hacía darse cuenta del frío que tenía. Severus no demoró en tomar asiento a su lado sobre la alfombra, extender también su mano junto a la de Regulus para obtener calor de las llamas. Regulus observó ambas manos blancas, una más grande que la otra, una más delicada que la otra, y sólo pudo empujar sus dedos entre sí para entrelazarlos.

Severus no soltó su mano. El fuego crepitó con un chasquido de las llamas y Regulus se acomodó contra Severus, robando su calor, sus suspiros lentos y pausados cada vez que Severus se acomodaba contra su cuerpo, atrapándolo allí y manteniéndolo a su lado, cubriéndolo con su brazo y luego con su capa, apartándole los cabellos del rostro como si estuviera arrancando con cada una de sus frías y dudosas caricias los años de pronunciar su nombre sin tenerlo jamás entre sus brazos, las lágrimas que no pudo borrar y el dolor que no consiguió sanar en tantos meses sin tenerlo cerca, estando ahora y demostrándole que todo tenía su retorcido sentido, que el mundo era menos oscuro y menos cruel cuando alguien oscuro y cruel alejaba al mundo de tu lado.

Dark LordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora