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Amo este capítulo, es más largo de lo que lo planee, pero lo amo *llora y abraza su capítulo*

#PrinceBlackWeek. Cuarta palabra: mascota(s).

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No temas, cariño,

Puede que ser amable no sea lo mío,

Pero nunca has ido verdaderamente al infierno

Si no te has dado cuenta de que en el cielo no se hallaba tu demonio favorito.

―Sev-...

Regulus guardó silencio abruptamente cuando notó las manchas de sangre salpicándole el rostro. Severus se adentró, deshaciéndose de los guantes negros arrojándolos a la chimenea, las llamas devorando con rapidez la prenda en muescas de abrazos anaranjados, calor consumiendo la abrigada tela sintética. Regulus se detuvo allí, en el medio de la sala con la sonrisa congelada mientras Severus avanzó deshaciéndose de las evidencias: la bufanda de lana también fue al fuego al poco de que devorara los guantes, y con las manos blancas desnudas Severus tomó un atizador y acomodó la leña para avivar con mayor potencia las brasas. La lana se consumió con la misma rapidez con la que Severus limpió las manchas de su propio rostro frente a un espejo, colgando el abrigo de trabajo en el perchero de la puerta y regresando al fuego para controlar las llamas.

Regulus esperó. Finalmente, Severus se irguió, suspirando con lentitud antes de dirigirle la primera mirada desde que había entrado, avanzando la distancia que los dividía en pasos rápidos para estrecharlo contra su cuerpo. Regulus se adaptó al abrazo, el aroma salado familiar, el tacto firme y cálido. Severus mismo parecía ser siempre un volcán a punto de hacer erupción, ardiente bajo la nieve, cargado de poder que le quitaba el aliento. Lo había visto matar a un hombre que lo había empujado brutalmente contra el puente de Carlos gritándole lo que Regulus supuso había sido un insulto, sin siquiera sacar su varita ni mover sus manos. Severus seguía allí, envolviéndolo con un brazo, su otra mano ocupada sosteniéndolo del rostro para comprobar que no tuviera heridas, y el hombre a varios metros simplemente había gritado mientras caía de rodillas, su cuerpo convulsionando en un dolor agudo mientras la sangre brotaba de su nariz para no detenerse hasta que su vida dio su última gota. Regulus simplemente no podía comprender cómo Severus podía hacer todo aquello por él, pero de una forma que él mismo consideraba absolutamente enfermiza, estaba agradecido.

―¿Cómo estás? ―preguntó Severus en un débil susurro, su rostro hundiéndose entre sus cabellos recortados inhalando con suavidad. Regulus se apegó más a su cuerpo así fuera posible.

―Bien ―su voz no dejaba de ser un susurro. Aún así supo que Severus le había oído por el movimiento apenas perceptible de su nuez, subiendo y bajando, como si hubiera asentido―. Yo... he preparado algo para comer. No sé si sea muy bueno, pero... quería que cenáramos. En casa. Juntos.

Decir "en casa" era simplemente imaginarse aquel lugar. Regulus no era capaz de asociar otro lugar como su hogar que no fuera los brazos de Severus, la calidez de su cuerpo, la lentitud de sus movimientos frente a él, como si temiera en un segundo simplemente atacarlo y romperlo. Pero eso no quitaban esos momentos sorpresivos en los que la presencia de Severus lo asustaba por aparecer a su espalda, o frente a él, mientras leía un libro o intentaba cocinar algo, sus brazos envolviéndole por la cintura o sus labios rozándole el hueco detrás de la oreja, disfrutando con el aroma de su piel, de su cabello. Regulus sentía sus rodillas temblar, sus tripas retorcerse en ansiedad y sus dedos picar, pero era incapaz de hacer absolutamente nada.

Dark LordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora