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Me demoré siglos en publicarlo. EN MI DEFENSA (debo dejar de decir eso) me entretuve con mi esposa y esas cosas random de mujer casada y muerta de amorsh.  

#PrinceBlackWeek. Quinta palabra: ataduras.

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No temas, cariño,

Pronto serás totalmente mío,

¿qué mejor para ambos

que saber que ni la muerte podrá separarnos?

―¿Otra vez?

Severus suspiró mientras Regulus atraía el alcohol y las gasas. La camisa estaba apegada a su pecho con sangre seca. Severus la retiró arrancando la tela apegada a su piel de a tirones suaves, exponiendo el pecho y los brazos blancos, viejas heridas asomándose en curvas rosadas sobresalientes, heridas cicatrizantes en rosa oscuro que parecían haber cerrado demasiado recientemente. Regulus tragó saliva mientras humedecía un algodón en agua oxigenada para limpiar la herida abierta, el rostro de Severus apenas curvándose en desagrado mientras la sangre era limpiada a lo muggle con un burbujeo acompañado de apretones, y luego la herida era cubierta de un paño humedecido en alcohol para evitar infecciones haciéndole soltar un siseo de ardor. Regulus presionó el paño contra la herida sin mirarle a los ojos, apartándolo unos cuantos segundos después para atraer las gasas y retirar los residuos de todo, examinando la intensidad de la herida.

―Estás muy débil, ¿no?

Severus chasqueó la lengua.

―Sólo fue una maldición muy fuerte.

―No me dijiste que fue una maldición ―murmuró Regulus, inclinándose sobre la herida con ojo crítico, arrodillándose frente al hombre sentado rodeado de prendas cubiertas de manchas sanguinolentas y jirones de ropa que se encargaría de hacer arder luego―, podría tener efectos adversos que...

―Shh ―Severus le calló con un beso mientras le atraía a él con un movimiento rápido, sus labios deteniéndose sobre los suyos durante una fracción de segundo, la necesaria para arrancarle el reproche de la lengua, la mirada enternecida en los ojos negros que conseguía mantener las ataduras de su cordura entre sus dedos, mantenerlo allí siempre con él con una simple mirada, deseando jamás separarse de su lado―. No es nada. Sí, estoy débil. Cúrame.

Regulus apartó el rostro sintiéndole que ardía. Sus dedos apenas temblaban mientras seguía limpiando la herida para decidir que estaba lista. El díctamo, por más poderoso que fuera, sanaba las heridas exteriormente sin importar qué tipo de exposición a infecciones había tenido. Dejó caer unas gotas sobre la piel abierta observando cómo lentamente se cerraba dejando más líneas rosadas mientras esparcía suavemente el díctamo con la punta de los dedos en suaves toques. Sus mejillas habían regresado a un color y temperatura normal cuando alzó el rostro para ver a Severus, encontrándose de rodillas frente a él, con el rostro frente a su pecho mirándolo desde abajo, encontrándose fijos en él los ojos más oscuros del mundo y que a la vez lo observaban con tanta claridad que lo dejaban ciego.

Severus apenas curvó la comisura de sus labios.

―Gracias.

Regulus intentó incorporarse, pero Severus tiró de él hasta tenerlo sobre su regazo, acunándole el rostro entre las manos, sosteniéndolo con el mismo cuidado que si sostuviera el tesoro más preciado, para rozar sus labios con lentitud y detalle. Regulus se amoldó contra él, su piel firme bajo sus dedos, las cicatrices como un mapa extenso de líneas y cruces entre sí, el calor de su pecho y su latido contra el suyo enloqueciéndolo lento.

Dark LordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora