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No sé qué notas poner con este capítulo porque probablemente habrán tres reacciones que simplificaré en: a) nO MAMES NO ENTIENDO NADA; b) QUÉPASÓCÓMOCUÁNDO; c) no. A las primeras dos les diré: puse todo implícito desde el principio porque me gusta el drama y a la última: SÍ. Sí a eso que has pensado al llegar al final. Sí. 

Reacciones simplificadas, están libres de comentar, odiar y ser felices. *lanza besitos mientras todavía es querida*

#PrinceBlackWeek. Sexta palabra: tradiciones.

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No temas, cariño,

Que nada te ocurrirá mientras seas mío...

¿Quién querría herirte tan intensamente?

¿Quién querría enfrentarse cara a cara a la muerte?

—¿Dónde estabas?

Severus se derrumbó tan pronto cruzar el umbral de la puerta. Regulus se lanzó sobre él a toda velocidad, desvistiéndole las prendas empapadas en nieve para apartarle el abrigo y comprobar las heridas, peores que las de las de los otros días, peores que incluso la peor que había sanado antes, aquella cruzándole el pecho y cubriéndole la piel de turbias marcas en relieve tan sólo el mes anterior, heridas abiertas a un nivel que no alcanzaba a comprender y lo asustaba. Severus parecía haberse enfrentado a una bestia, su piel desgarrada en marcas repetidas y animales que no se comparaban en absoluto a nada de lo que Regulus hubiera visto antes, jamás en su vida. Quería gritar, desesperado, llamar a un sanador, a un médico, llamar a quien sea que pudiera poner un freno a las aberturas cargadas de sangre coagulada y bordes oscuros, sujetarlo y aferrarlo a su vida. No podía pensar en un mundo sin Severus. No podía pensar en un mundo donde Severus no lo tuviera entre sus brazos, donde no lo observara como si valiera la pena, donde no existiera su risa hosca o su sonrisa manipuladora, y nada que decir de esos ojos que podían hablar y explicar más cosas que sus mismas palabras. Severus no necesitaba profesar su amor en palabras si con sólo una mirada lo arropaba en un afecto que jamás había recibido ni esperado recibir.

—Regulus, estaré bien —consiguió hablar Severus, incorporándose y cerrando la puerta tras de sí—. Sólo necesito dormir un poco.

Regulus envolvió su brazo a su cintura, haciéndole cargar su peso en su hombro. Nunca había visto a Severus tan débil y le dolía, quemándole en lo más hondo de sí. Severus, tan poderoso y tan criminal, tan oscuro en cada acción acelerada, cada movimiento hosco, cada caricia tortuosamente hermosa sobre su piel...

Dos meses ya llevaban en esa pequeña casa, en esa preciosa ciudad, rodeados de calles acolchonadas por la nieve, cenas improvisadas y confianzas extendiéndose para menguar con la agonía de pensar en alguna vez volver a la vida en Inglaterra, sin Severus, o morir. Y le gustaría morir. No le gustaría en lo absoluto vivir sin Severus para sostener los lazos de su cordura y atraparlo en un agarre que conseguiría traerle calma, paz, pasión, tranquilidad, hogar.

—Puedo solo —balbuceó Severus, pero sus ojos se cerraban lentamente, sus piernas temblaban, y Regulus siguió guiándolo con toda la fuerza que pudo hasta la habitación. No sabía si era capaz de hacerlo levitar si caía ya que siempre que intentaba aplicarle un hechizo, el más mínimo que fuera, salía rechazado como si su misma magia estuviera cuidándolo, pero intentaba que cada paso fuera firme y certero para evitar la caída, solamente dejándolo caer sobre la cama de edredones azules, arrancándole las telas húmedas en sangre, las botas empapadas en nieve.

Dark LordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora