El sábado había llegado, pero no había señales de Alex ni de Katherine. Matt Helders se paseaba por el negro asfalto de toda la cuadra sobre una patineta con los troks de color rojo y llantas originales de hueso, era un vecindario muy amplio, así que podía darle con toda la fuerza posible con tal de avanzar lo suficiente, aunque, siendo un poco cobarde como para atreverse a hacer un truco común.
—Matty — le llamó su madre desde el borde de la puerta —, ven un momento — él miró a todas partes intentando ubicar de dónde salía la voz, y fue tanta su desconcentración que la llanta de hueso se atoró en una pequeña piedra que éste se desequilibró casi callendo, de no ser porque pudo frenar a tiempo, se hubiera dado un buen golpe en el cocsis — ¡Mathew! ¡Ay, por el amor de Dios! ¡Ten cuidado! ¡Ay! ¡Ay! ¡Debería prohibirte algo así!
—No exageres, ma — dijo él al momento de darle un fuerte golpe en la parte superior de la tabla, haciendo que ésta callera sobre sus manos, y siguó caminando hasta su casa vecina de la de su mejor amigo —, ¿querías algo?
—Sí. Los padres de tu amigo me marcaron, es algo tarde, y ,e pidieron que lo invitaramos a cenar...
—¡Genial! — murmuró por lo bajo el pequeño Helders.
—... Así que, ¿podrías ir a avisarle que tan pronto se oscurezca venga a cenar?
—Sí. ¿Él se quedará?
—Cariño, no lo sé. Pregúntale a tu padre.
—Bien, es que... nos gustaría ensayar algunas canciones.
—De acuerdo. Haré galletas.
—¡Genial! — repitió y esta vez prefirió ir corriendo, aunque con la tabla en las manos, hasta llegar a la casa vecina, mirando de reojo la de los Featherton; fugazmente pensó en la chica que estaba ahí, en la habitación de la luz prendida, sus cortinas rosas permitían ver la sombra de aquella niña paseándose de un lugar a otro, sabía que su amigo se esforzaba por no tomarla en cuenta, pero no siempre funcionabam normalmente él se contradecía una y otra vez —, primero que no, después de que sí, hace unos días dijo que no, y apuesto que dentro de poco dirá que sí — se decía a sí mismo.
Toco diez veces el timbre sólo por joder, miraba atento la lija de su tabla, y de reojo sus tennis gastados de tanto patinar, nunca antes se había fijado que podrían quedar así de mal, aunque sólo había que mirar los de Jamie, bueno, él de por sí no era de mucho dinero, trabajaba en varios empleos, cosa que ni él ni su amigo Turner y mucho menos Jones sabían hacer; además Jamie usaba la tabla como transporte, cómo rayos no iban a gastarse tanto sus tennis. Dejó de debatirse cuando escuchó los pasos de alguien bajando los escalones casi corriendo, y al abrir la puerta no supo qué decir de ver a su mejor amigo así: emperifollado en un traje de gala, que estaba seguro haber visto sólo una vez en su vida y fue cuando hubo una fiesta de sus padres donde lo habían obligado a asistir así.
Lo único que logró salir de su boca fue una estruendosa carcajada.
—¡Alex! ¿Qué ra...? — la risa no permitía terminar ninguna oración.
—¡Matt! ¿Qué ha... ces aquí?
—¿Qué mierda traes puesto? — seguía riendo a más no poder.
—¿Qué haces aquí? — preguntó una vez más, temblando de miedo y de vergüenza.
—Ja ja ja, ah... — suspiró para calmarse —. Mi madre me mandó a decirte un par de cosas.
—¿Qué cosas? — asomaba sólo su cabeza de modo que su amigo no viera lo que planeaba.
—¿Qué ocultas?
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Presagio (Joing the dots) (Alex Turner - Fanfiction)
FanfictionKatherine Featherton, dieciséis años, Sheffield-Inglaterra. "Y querida, si todo es lo mismo para ti... te tendré para mí. Estoy uniendo los puntos." Glyn era guapo, pero tenía la pinta de patán. -Gracias, Featherton - susurró Alex. Sus ojos no m...