EL NÚMERO 2

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Es viernes por la tarde y después de lo de ayer, sí que mi mamá se encabronó, desde las seis de la mañana me tiene haciendo cosas en la casa, bañé a los perros, limpié la piscina, barrí el patio, fui quinientas veces a hacer mandados, cuatrocientas noventa y nueve veces de las que fui, no era lo que me pidió, tenía que regresar y pedirle a la chica que atiende que me cambié el producto.

Al medio día me escribe Augusto, invitándome a su casa, le respondo que más tarde voy, la alerta de mensaje vuelve a sonar, es un WhatsApp de Liz, si la misma por la cual tengo un sentimiento de amor—odio, desbloqueo mi teléfono para leer lo que pone.

Liz_01:30

Valen, quiero verte, te extraño.

Yo_01:31

¿A qué hora y dónde?

«Sí gente, así de facilongo soy qué puedo hacer, ella hace lo que quiere conmigo».

Liz_01:32

A las tres en mi casa, no va a estar nadie.

Yo_01:33

¿Y el titular dónde está?

Liz_01:34

Si te invito es porque no hay peligro de que nos pillen.

Yo_01:35

Ok, ahí estaré.

Liz_01:36

Te espero.

Estoy saliendo de bañarme y mamá está trabajando en su computadora en el comedor, conecto el bluetooth de mi celular al JBL, pego un grito, empiezo a cantar, mamá se sobresalta en su asiento, me mira con los ojos achinados.

—Tengo hambre —digo mientras bailo y canto, moviendo las caderas y los brazos sobre la cabeza, me mira tratando de contener la risa.

—Cómo vas a tener hambre si recién terminamos de almorzar.

—Es que tengo que salir, tengo que ir bien alimentado.

—¿A dónde vas a ir ahora? —dice, le doy la espalda y me muevo como haciendo twerking—. Valentinooo, algo hicimos mal tu padre y yo, ¿por qué sos así?, ¿me quieres matar verdad?, ¿cuándo vas a madurar?, estás a punto de cumplir la mayoría de edad y te comportas como niño de maternal.

—Mañana empiezan los carnavales, estoy entrando en ambiente, no te enojes. —Sigo meneando y cantando—. Haceme algo de comer por fa. —Junto las manos suplicando.

—No, ahora estoy haciendo otra cosa, más tarde voy a preparar la merienda, Valen... —No la dejo terminar la hago pararse, bailo como Tony Salles el cantante de E O Tachan, bueno intento, no soy muy buen bailarín, pero soy simpático, me divierte cuando se enoja.

—Dale Coral, cópiame, —digo y sigo moviendo el trasero.

—Noooo, —Me grita—, yo no voy a participar en tus locuras. —Se tapa la cara con las dos manos—. En serio te digo, los vecinos seguro creen que estamos locos, y el único nombre que me escuchan gritar todo el tiempo es el tuyo, no tenes vergüenza, Jesusito iluminado, Baja el volumen de esa cosa.

—Dale mueve, mueve.

—¡Que no!, anda a dónde tenes que ir, no voy a plancharte nada, allá está la plancha, —me dice de antemano, como leyendo mis pensamientos, me pongo una bincha con antenas de mariposas de mi hermanita Mara, con el movimiento sale volando una mariposita.

—Ok, me preparo y voy a lo de Augusto. —La miro, está sentada frente a su computadora, con el codo sobre la mesa, tapándose la cara con la mano, saca su mano lentamente y suspira muy profundo.

—Valentino, hoy venís a dormir a tu casa y ni una gota de alcohol.

—No te preocupes jefecita, nada de alcohol, además apenas son las dos de la tarde.

—Ni si son las doce de la noche. —Me mira directo a los ojos—. Entendiste, ¿verdad? —Se levanta, pasa por al lado mío y me da un golpe suave en la nuca.

—Sí, entendí, porque la violencia, te acordas cuando me pegabas con un cable —le digo, río porque no es verdad, pero a ella le molesta cuando le digo eso, la sigo a su dormitorio con el JBL en la mano, todavía bailando.

—Por favor Valentino, en qué mundo de fantasía yo te hacia eso, porque no te dimos unos buenos coscorrones a tiempo es que sos así, anda a lo de Augusto, que te aguante la tía Lara, por ahí hasta te quieren adoptar.

—Te conté que uno de mis sueños luego de ser taxi boy es ser el rey momo en los corsos.

—No seas ridículo, si tu sueño era ser superman, un día te ataste una toalla roja al cuello e intentaste atajar las ruedas del camión del vecino, te tuve que llevar al hospital por pelotudo, te enyesaron los dos brazos. Jodeme la paciencia Valentino y te juro. —Hace una cruz besando su dedo índice—, que subo al Face tu vídeo de cuando tenías cuatro años haciendo ejercicio. —Empieza a remedarme—. Este es mi esecicio, un niño así. —Levanta los brazos—, un niño así. — Baja los brazos.

—Ok, ok, no te enojes ya me voy, chau mami. —Le doy un sonoro beso en la mejilla.

**********

Estoy en el sofá de la casa de Liz, ella está sentada a horcajadas sobre mí, nos estamos besando, nunca hablamos mucho, solo hacemos lo que tenemos ganas de hacer, yo sé que solo voy a recibir migajas y me conformo con eso, por ahora, alguien llama a la puerta insistentemente, ella va a mirar y viene corriendo, me dice que es Jaime.

—¿Él no había viajado?

—Me dijo que iría de pesca con su papá, ahora eso no importa, salí por el patio de atrás y saltá la muralla. —Habla en voz baja empujándome hacia la cocina. —Dale Valentino, rápido.

—Bueno ya me voy. —Salgo a su patio y salto la muralla.

Maldito Jaime, como es que se dieron vueltas las cosas, hasta hace un tiempo atrás yo era el novio y el que andaba escondiéndose era él, pero ya no puedo seguir así, tengo que intentar seguir adelante, pasar página.

Cuantas noches sin dormir, llorando, hasta mi mamá se asustó en aquellos tiempos, creía que me iba suicidar o algo así. Me acuerdo de que venía a mi dormitorio, acariciándome la cabeza y diciéndome: lo que sucede conviene hijo, si esta chica hizo eso, significa que no te merece. Todo pasa, dentro de nada te vas a estar riendo, recordando lo tarado que fuiste por sufrir por alguien que no merece tu cariño. Todavía no me río, pero ya me está cansado esta situación de andar por las sombras, definitivamente hoy es la última vez que hago esto, al carajo con Liz y que le den a Jaime.

EN SOLO UN MOMENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora