UN ÁNGEL

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Estamos tirados jugando a la Xbox en la sala, la estuve buscando desde que llegué, pero nada, no quise preguntarle a Augusto por la chica de la otra noche, pero creo que él ya se dio cuenta, porque a cada ruido en la cocina o cada vez que se abría la puerta del frente yo me giraba a mirar.

Hace dos horas que llegué, no hay señal del ángel de la otra vez, cuando estoy por perder las esperanzas, se abre la puerta de entrada, ahí está ella ahora puedo apreciarla mucho mejor, es bajita, pero tiene unas piernas bien torneadas que se dejan ver gracias al vestidito que lleva puesto, es delgada, muy rubia, su cabellera le llega hasta la cintura, ojos celestes como nunca había visto, una naricita simpática, cuando la miras te dan ganas de abrazarla y no dejarla ir nunca.

—Valentino. —Me empujan.

—Valentino, tierra llamando a Valentino. —Otro empujón, sacudo la cabeza para aclararme.

—Eh, ¿qué? —Se carcajean Elian y Augusto.

—Te presento a mi prima Alison. —Miro y ella tiene la mano extendida hacia mí, mis ojos van de su mano a su cara, está sonriendo, tiene unos labios preciosos, si primero dije que daban ganas de abrazarla eternamente, ahora también quiero besarla.

—Ah, eh, hola. —Logro articular, me limpio la mano por el pantalón, la sentía sudorosa, tomo su mano, y ¿saben qué? también quiero que me acaricie, seré su perrito si me lo pide, con tal de tener un poco de atención de ella.

—Hola, —dice y su voz, Dios su voz, seguro que hasta los plagueos de mi mamá sonarían a poesía si ella los dice, me mira y yo todavía no solté su mano, la retiro con rapidez, ella sigue mirándome.

—Ah pe—perdón, Augusto, —digo y ahora veo diversión en sus ojos—. Elian quise decir, no perdón, carajo. —Elian y Augusto se carcajean, giro la cabeza hacia ellos, y me hacen unos gestos raros suben y bajan sus cejas, cierro los ojos con fuerza.

—Perdón no soy carajo, no perdón por decir carajo, este digo. —Y vuelvo a tomar su mano agitándola atolondradamente. —Soy Valentino.

—Cuatro, —dice

—¿He, cuatro qué?, —digo con cara de idiota.

—Cuatro veces dijiste perdón, es bueno que un muchacho sepa pedir perdón, por eso de que meten la pata a cada rato con las chicas. —Chistosilla la muchacha, eso solo lo pienso.

—¿Tu hobby es contar palabras?

—Depende de quién las diga.

—Bueno, bueno, bueno, alto ahí galán, estoy aburrido, vamos a pasear por la costa y comer unos suculentos lomitos, —dice Augusto.

—Si por favor, muero de hambre, —interviene Elian.

—Ok, —digo, tengo las manos en el bolsillo trasero de mis jeans y levanto los hombros haciendo como que me da igual. La verdad es que pongo las manos ahí porque es como que tienen vida propia.

—¿Puedo ir con ustedes?, —dice Alison.

—Claro primita, sos la invitada de honor, —dice Augusto, la abraza para luego ir caminando hacia la puerta, me adelanto para abrir la puerta haciendo una reverencia.

—Uy pero que caballero, —dice Elian.


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