El misterio de las montañas

431 39 15
                                    

La primera vez que desembarcaron en China, Erwin no cabía en sí mismo por la sorpresa. Aquellas tierras desconocidas se extendían bajo sus pies como una infinita alfombra plagada de novedades y misterios. Aquella vez, él y otros pocos militares, habían viajado en un barco mercantil vestidos como comerciantes para no llamar la atención de los nativos, siendo parte del primero grupo de reconocimiento enviado por el ejército estadounidense. En esa época, ya varios años atrás, las relaciones entre América y China recién habían comenzado, el comercio entre ambas naciones se había regularizado y era común viajar de una a otra por negocios o, incluso, por mera recreación.

Erwin, que acababa de unirse al ejército siendo bastante joven, también creía que aquellas expediciones encubiertas tenían por objetivo conocer en profundidad la nación con la que recién se estaban relacionando. Ahora, siendo mayor y habiendo obtenido el rango de comandante, Erwin se asombraba de lo iluso que había sido. No necesitaba que nadie se lo dijera para estar completamente seguro de que todas esas expediciones, no habían tenido otro propósito que el de prepararse para una invasión.

Aún como comandante, había cosas que estaban fuera de su control, detener el plan de conquistar China, por ejemplo, pero no significaba que estuviera de acuerdo con todas las órdenes que recibía, por lo que al menos podía tomarse la libertad de ignorar algunas. Como en sus numerosas caminatas junto a Mike y Nile, dos de sus hombres de confianza, donde todos iban sin portar ninguna clase de arma o protección a pesar de que habían sido "autorizados" a hacerlo, o como todas esas ocasiones en que se había relacionado con los habitantes de aquel país, llegando incluso a aprender su idioma a lo largo de esos años de visitas, pese a que estaba prohibido acercarse a ellos más allá de lo estrictamente necesario.

De un par de años atrás a la fecha, las órdenes que Erwin recibía por parte de sus superiores habían cambiado bastante. De "No relacionarse con comerciantes chinos" a "Obtener información sobre mercancía no declarada", de "Mantener un perfil bajo frente a los chinos" a "Siempre salir armados y en grupo", entre otras, eran las órdenes que se habían visto modificadas a lo largo de esos casi catorce años de viajes en los que había participado. Aunque todo el mundo se empeñara en ocultarlo, para Erwin era más que obvio que se estaba orquestando una invasión al país asiático, era sólo cuestión de tiempo para que se hiciera oficial.

Justo esa expedición y las dos anteriores habían surgido bajo la consigna de acercarse a la ciudad imperial, ubicar todas sus entradas, identificar las más vulnerables, aprender sus movimientos y conocer sus debilidades. Como comerciantes, no sería raro verlos vagar por los alrededores de la ciudad imperial, sobre todo si portaban con ellos alguna mercancía, sin mencionar que ya eran bastante conocidos como comerciantes regulares de la zona, por lo que incluso habían tenido la oportunidad de ver al emperador desde lejos.

En esas últimas expediciones, Erwin y sus hombres habían obtenido tanta información valiosa que estaba seguro de que, de haberla compartido con los líderes militares de su país, la invasión sería todo un éxito. Por desgracia para ellos, el comandante había conservado la mayor parte de esa información para sí mismo, como una discreta forma de oponerse a las ideas de sus superiores. No era sólo una cuestión de honor; Erwin estaba seguro de que sería una verdadera lástima si una nación tan fascinante como esa caía en manos de un pueblo que difícilmente la apreciaría.

Aunque de cierto modo estaba traicionando a su patria, Erwin confiaba en que su decisión de proteger a ese país era acertada, sobre todo cuando, habiendo sostenido largas charlas con decenas de artesanos y mercaderes, había llegado a conocer una China diferente, invaluable, con tradiciones y riqueza que todo el mundo parecía esforzarse por ignorar. En sus días libres, Erwin podía pasar horas enteras escuchando los relatos de los viejos sembradores, en los que retrataban para él una tierra todavía más extraordinaria.

La tierra de los tigresWhere stories live. Discover now