La anciana de las vasijas

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Aun cuando físicamente se encontraba ya demasiado lejos de aquella montaña, la mente de Erwin se mantenía en ese místico lugar. El comandante caminaba distraído de vuelta a la base de donde había salido hacía ya varias semanas, seguido en silencio por sus subordinados; nadie se atrevía a pronunciar palabra alguna pese al desagradable silencio que rodeaba a su superior. No tenían idea de lo que pasaba por su mente en esos momentos, pero, a medida que se acercaban al improvisado campamento militar, deseaban cada vez más que ya hubiera encontrado una buena excusa para explicar su regreso.

Sin embargo, no podían estar más equivocados. Su mente estaba completamente ocupada por el rostro de Levi, lleno de decepción y repulsión hacia él, el hombre que lo había traicionado. Había tomado la mejor decisión, de eso estaba seguro, pero no podía dejar de preguntarse si quizás hubiera podido terminar con esa guerra estando al lado del dios. Cuando sus pasos se detuvieron, a escasos metros de la barda que él mismo había ayudado a construir con troncos y rocas, Erwin se repitió a sí mismo que aquello era lo mejor. Su ejército estaba mejor preparado, aún si eran superados en número, su experiencia y sus armas de largo alcance les garantizarían una victoria sin esfuerzos. No dudaba del gran poder del dios, que él mismo había sido capaz de presenciar, pero si podía evitarle el dolor de perder a sus hijos, entonces haría todo lo que estuviera a su alcance.

Sus compañeros, por el contrario, estaba contentos con su decisión de regresar con ellos. Se habían asegurado de repetirle varias veces, tal vez más de las necesarias, que no estaban de acuerdo con el plan de invadir la nación, que no sabían nada al respecto y que su único motivo para regresar con los que les habían traicionado era la seguridad de sus familias. Erwin les creía, sabía que si eran acusados de traición sus esposas e hijos sufrirían las consecuencias, pero también sabía que él mismo no tenía nada que perder.

Erwin se mantuvo inmóvil por un momento, intentando que sus pensamientos se enfocaran al menos por un instante en la situación que debía enfrentar en ese momento, pero la sensación del viento acariciando su rostro le recordaba todo lo que había dejado atrás. Su mano derecha cubrió sus ojos por un momento, mientras se obligaba a pensar en una buena excusa para haber regresado sin revelar que conocían la verdad detrás del ataque que habían sufrido.

—Está bien, solo diremos la verdad —mencionó más para sí mismo que para sus compañeros, aunque de igual forma fueron capaces de escucharlo, sus expresiones llenas de confusión lo demostraban.

Antes de que pudieran preguntar a qué se refería con "la verdad", el comandante recorrió la corta distancia que lo separaba de la base, adentrándose en aquel lugar al que pensaron que jamás regresarían.

Antes de que pudieran preguntar a qué se refería con "la verdad", el comandante recorrió la corta distancia que lo separaba de la base, adentrándose en aquel lugar al que pensaron que jamás regresarían

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No hacían falta palabras, ni siquiera tenían que mirarlo, el mal humor de Levi era tal que incluso podían sentirlo. Isabel y Farlan compartieron una mirada llena de frustración, ni siquiera los cachorros se atrevían a acercarse a su padre en esos momentos y la tensión en el aire comenzaba a inquietarlos de más. El dios, en su forma animal, caminaba de un lado a otro, gruñendo y fingiendo estar molesto por la difícil situación en la que se encontraban, aunque ellos sabían que en realidad su molestia se debía a que Erwin y compañía habían escapado en sus narices.

La tierra de los tigresWhere stories live. Discover now