El lenguaje de las bestias

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Con el paso de los días, las heridas y golpes en el cuerpo de Erwin habían ido sanando, al igual que el dolor había disminuido considerablemente, devolviéndole la facilidad de moverse aunque fuera de forma lenta. Por contradictorio que pareciera, la rápida mejoría que estaba experimentando se la debía a Levi, su captor que, pese a no darle más explicaciones detrás de sus motivos para retenerlo, se ocupaba de él con esmero.

Cada noche, Levi lavaba y curaba sus heridas, aplicaba una capa de hierbas molidas sobre ellas y las deja por un momento antes de colocar las vendas de nuevo en su lugar. No habían vuelto a hablar luego de que Levi le confesara que su única intención al ayudarle era la de mantenerlo como su rehén, mas Erwin había intentado iniciar la conversación en varias ocasiones. Lo más cercano que obtuvo a una respuesta, aunque escueta, fue la ocasión en que le preguntó, un par de días atrás, de dónde obtenía la carne con la que lo alimentaba dos veces al día y Levi, con tanta simpleza que resulto incluso divertido, respondió que se trataba de los restos de los venados que cazaban de vez en cuando.

Erwin recordaba como aquella respuesta había dado pie a la imagen mental del hombre disparando una flecha hacia aquellos animales con el fin de alimentar a ambos, aunque fue rápidamente destruida cuando, esa misma noche, uno de aquellos enormes felinos apareció de entre la maleza arrastrando el cuerpo aun tibio y sangrante de un enorme ciervo, que depositó a los pies de Levi casi con reverencia. Su sorpresa no había pasado desapercibida para su acompañante, pero no había hecho ningún comentario al respecto y, más bien, se inclinó ante el animal para cortar algunos trozos de carne con lo que parecía ser un puñal ante la atónita mirada del rubio.

A pesar de que había sido invitado a cazar con sus compañeros en varias ocasiones, Erwin nunca había tenido interés en ese tipo de actividades y siempre terminaba por rechazarlos, ganándose incluso algunas burlas por su negativa pese a haberse enlistado en el ejército desde muy joven. Por esa razón y al ser la primera vez que estaba frente al cuerpo de un animal que pronto se convertiría en su alimento, no pudo evitar sentirse contrariado. La facilidad con la que Levi tomaba parte de la carne de un cuerpo que ni siquiera de había enfriado le hizo temer por su propia vida y preguntarse si acaso sería capaz de matarlo con esa misma frialdad.

El incómodo momento no duró demasiado; tan pronto hubo terminado de tomar algunos trozos del lomo del animal, Levi se alejó un poco para permitir que el tigre se alejara con el resto de su presa tan solo para unirse a otros animales y arrancarla la carne a mordidas. La sola idea de verlos desgarrar la carne en su lucha por conseguir mayos cantidad de alimento le provocó arcadas, sin embargo, para suerte del comandante, los tigres parecieron organizarse de algún modo de no era capaz de entender, de forma que se aproximaban en grupos de tres o cuatro, comían lo que a sus ojos era poco en comparación con sus enormes tamaños, y se alejaban para ceder el lugar al siguiente grupo, casi como si respondieran a alguna jerarquía.

Aquella capacidad de organización le resultaba impresionante, tanto que ni siquiera notó el momento en que Levi había encendido fuego para asar la carne. Para su desgracia, su hambre era superior al nudo que aun sentía en la boca del estómago por la impactante escena, y pronto se rindió a la necesidad de consumir alimento para recuperar sus energías, que mucha falta le harían si deseaba escapar con vida de ese lugar.

Algo que no dejaba de molestarle desde aquella conversación con Levi, aunque en realidad eran demasiadas cosas, era aquella repentina amenaza sobre volver a morderlo si se negaba a cooperar. Por lo poco que podía intuir acerca de él, Erwin podría jurar que tenía algún problema de personalidad; quizás había pasado mucho más tiempo en esa montaña de lo que había imaginado al comienzo y por esa razón se comportaba de forma tan extraña, como el hecho de llamarse a sí mismo Dios o Guardián, e incluso Padre de aquellos animales. Sin embargo, aunque había encontrado cierta distracción en la imagen del hombre intentando morder su mano pese a la obvia diferencia física, tenía que admitir que había algo en él que le impedía tomarlo a broma. Algo amenazador en su manera de moverse, en su mirada, en su expresión... algo que le provocaba la misma sensación que experimentó unos días antes en presencia de aquel tigre blanco al que no había vuelto a ver, aun si ese pensamiento resultaba absurdo hasta para sí mismo. Pensar en Levi y ese extraño animal le provocaba un incómodo escalofrío que no era capaz de ignorar.

La tierra de los tigresWhere stories live. Discover now