CAPÍTULO 9
NADINE
Me sentía vulnerable otra vez. Logan me había hecho perder la cabeza con su juego de preguntas. Lo admitía, tenía que ver más allá de la curiosidad. Quería profundizar más en él. Tres preguntas no bastaban para conocer quién era, después de tanto tiempo. Y lo más importante, ¿Por qué no me fue a buscar? Eso era lo que realmente quería saber.
Miré a Logan, estaba pensativo, a punto de responder. Su boca se abrió, hasta que las palabras fueron truncadas.
Era mi hermano, James.
—¡Vámonos, Nadine! —gritó con rudeza, al a penas encontrarme.
Estaba cubriendo su nariz. De ella, goteaba un líquido rojo. Estaba sangrando. Tenía los ojos rojos, diluidos por las lágrimas que seguían resbalando por su rostro.
—¡Por Dios, James! —me levanté del suelo, intentando mirar la herida que estaba ocultando— ¿Qué... te pasó?
Logan también se preocupó. Ambos procuramos tranquilizar a mi hermano.
—No fue nada —balbuceó, su voz se escuchaba arduamente afligida— Vámonos a casa.
Cuando miré sus facciones de súplica, me di cuenta de que tendría que dejar a Logan para después. Ansiaba de verdad conocer su respuesta, pero sabía que había dejado de ser el momento indicado.
—Dime quién te hizo esto y te juro que... —Logan empezó a protestar.
Se había molestado, lo hacía de una manera muy tierna, así que inevitablemente sonreí.
—No creo que sea el momento —le dije, intentando calmar la situación— Tengo que irme.
—¿En qué puedo ayudarte? —su mirada estaba angustiada— ¿Puedo llamarte más tarde?... Para saber qué tal está James. —se excusó, y yo iba a negarme por completo.
Recordé que Logan siempre había sido amable, no era algo que me sorprendiera, solamente me conmovía. Y había dejado de acostumbrarme después de las actitudes de los chicos en la ciudad.
James comenzó a caminar, desesperado, buscando el auto para poder marcharnos.
Tenía que actuar rápido.
Le dicté mi número de celular a Logan, lo hice tan rápido que rogué haberlo dicho de la forma correcta.
Nos despedimos lejanamente, tuve que acelerar mi paso para seguir a mi hermano.
Mientras lo alcanzaba, no dejaba de pensar para mí misma:
¿Qué es lo que estás haciendo, Nadine?
(...)
Le di a James unos pañuelos que tenía en mi auto para limpiar la sangre que salía de su nariz. Llevábamos unos minutos de camino, y él todavía no decía nada.
—Tenemos que ir a la farmacia —ordenó, finalmente.
—¿Para qué?
—Tengo que... ya sabes, curarme.
—Vamos a casa, ahí puedo curarte.
—No quiero que mamá me vea así —admitió, sorbiendo su nariz— Por favor...
Suspiré. Tenía que hacerlo todo de nuevo, por mi hermano. Dirigí el coche a la farmacia, por suerte era un local que abría las veinticuatro horas.
James compró un botiquín que incluía todo lo necesario para curarse. De nuevo, en el auto, le ayudé a sanar su herida. No era más que un profundo golpe, pero su tabique aún estaba recto. Tenía un moretón en la mejilla, pero nada parecía ser de gravedad.
—¿Vas a decirme que pasó? —cuestioné, terminando de atenderlo.
James guardó silencio.
—¿Por qué peleaste? —insistí— ¿Fue por... la chica...?
—¡No! —se negó de forma tosca— No quiero hablar de eso.
Fruncí el ceño. Me sentía como una madre abrumada por su hijo. Sentía la obligación de proteger a James, como si fuera la encargada de hacerlo.
Al llegar a casa, James corrió a su habitación sin saludar. Lo único que pude escuchar fue el estruendo de su puerta azotarse. Supe que tenía que dejarlo solo.
—¿Qué sucedió? —mi padre se percató de que algo andaba mal.
—No lo sé, no quiso decirme —contesté— Hay que dejarlo solo por hoy.
Subí a mi dormitorio, repleta de cosas vagando por mi cabeza. Aunque sí estaba preocupada por James, mi mente no dejaba de abstraerse por Logan.
Repetía cada oración y respuesta en mi mente, como una canción repetitiva. Me había grabado sus expresiones, su voz, la mirada que tanto le había cambiado.
Me recosté en mi cama, mirando hacia el techo. Había estado en ese cuarto por 16 años, y parecía la primera vez que disfrutaba su silencio y exclusividad. Estaba a punto de quedarme dormida, cuando sentí la vibración de mi teléfono celular.
Logan.
Contesté sin mirar la pantalla, con la exaltación desbordándose de mi voz.
—¿Hola?
—¡Nad! —la voz femenina se escuchó desde la otra línea, sorprendiéndome por completo, pero sobre todo, decepcionándome.
—Allison —respondí con sequedad.
—¡Gracias al cielo! —exclamó— Creí que habías muerto o algo.
Me reí falsamente.
—Estoy bien —le aseguré, desganada— Brunswick era realmente lo que necesitaba.
—¿Ah, sí?
—Me siento mucho mejor —admití.
—Quiere decir que vas a quedarte allá por más días —insinúo— No te olvides de mí, querida.
Volví a reír con falsedad. No quería hablar con Allison en ese momento. No quería escuchar sus chistes de altivez. ¿Era tan mala amiga, acaso?
—¿Nad? —me llamó— ¿Estás ahí?
—Sí, sí —reaccioné— No te preocupes, te pagaré la renta.
—Eso no es lo importante, querida —escuché otro tono proveniente de mi celular— Sólo vuelve antes de que acostumbre a estar sola.
Miré lo que avisaba en la pantalla. Tenía otra llamada entrante. Un número desconocido.
—Alli, tengo que colgar —me despedí con celeridad— Te llamo después, ¿sí?
—Espera, Nad...
Terminé su llamada. No importaba por ahora.
Sin pensarlo dos veces, contesté la entrante.
—¿Si?
—¿Nadine?
Su voz me provocó una multitud de emociones. Lo que más sentía era confusión, pero con una mezcla asombrosa de satisfacción. Alegría.
Volví a preguntarme: ¿qué demonios estás haciendo?
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LET ME COME HOME
Teen Fiction"Una chica excelente, bastante loca de a ratos. A veces tan triste. A veces tan muerta de risa. A veces mala." -Julio Cortázar