Así era ella... Tan fría, pasota, borde...
Cada palabra que sus labios pronunciaban eran frías, duras, dolorosas. Quizás solo protegía a su dañado corazón. Le hicieron tanto daño que decidió construir poco a poco una coraza protegiéndolo y un gran muro rodeándolo. Haciendo que sea incapaz entrar.
No quería que sus ojos se volvieran a inundar y acabar en profundos llantos, al menos no por amor.
No quería sentir preocupación por otra persona, ni que las mariposas de su estómago despertarán nunca.
Prefería mantenerse al margen, observando, sin mostrar un gesto de cariño. Su mirada penetrante era capaz de hacerte huir allá donde sus ojos no pudieran alcanzarte. Los silencios eran tan incómodos cuando estabas a su lado que desearías desaparecer por ese momento. Pero lo que nadie sabía, y todos ignoraban era que a pesar de su gran muro y esa potente coraza, guardaba su pequeño corazón destrozado. El cual a cada latido cuando él estaba cerca hacia romper cada trozo que lo protegía. Así era ella, intentando ocultar que sus mariposas despertaron cuando él le sonrió y su mirada volvió a ser tan cálida como el sol en la mañana cuando él la miraba. Aunque sus palabras nunca cambiaron pues tenía que intentar construir esa capa protectora con palabras frías y duras. Hacía creer a todos que no sentía, pero en lo más interior de ella, sentía como nadie.
Las palabras nunca dicen lo que el corazón siente.
Por más malas palabras que uses, puedes sentir más que nadie.
Y así era ella: imperfectamente perfecta
