Capítulo VIII. Abstinencia maldita. Parte I

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Ha pasado un tiempo desde aquel aniversario donde ambos se dejaron más que claro que iban a ser diferentes.

Las cosas estaban cambiando y notoriamente para bien. Izuku estaba casi seguro que eran como aquellos días en los que su noviazgo florecía e intentaban conquistarse. Se coqueteaban cada que podían y se besaban en la mínima oportunidad.

Parecían un par de adolescentes.

Y en la cama, todo era diferente.

Ya no sólo era el placer de uno, ahora los dos disfrutaban por completo las caricias del otro hasta llegar al clímax.

Los pequeños cambios por los que estaban pasando se manifestaban más en el comportamiento de Izuku quien no solo dejó de faltar al trabajo, sino a que además la dosis de sus analgésicos iba disminuyendo.

Según

Sin duda iba mejorando y a su alrededor las cosas estaban muchísimo mejor.

Pero, sólo a sus ojos.

Detrás de todo, ambos luchaban constantemente contra sus impulsos.
Ambos no veían que “todo esté bien”. Ambos les cuesta controlarse. Ambos no tienen voluntad de acero, pero sí una gran determinación. Aunque la tentación resulta siempre ser más grande.

Katsuki no sabía cuánto más podrían soportarlo. Pero al menos él, estaba seguro que por él aguantaría un poco más.

[…]

Después de otra de aquellas peleas donde Izuku reclamaba su enorme adicción al alcohol, Katsuki quedó marcado por la forma en la que el pecoso terminaba llorando y golpeado en la habitación.
Siempre arrepintiéndose de su comportamiento. Finalmente aceptando y comprometiéndose a cambiar. Por el bien de su novio más que por el propio.

Pero no es fácil.

Y nadie dijo que lo sería.

En nuestra vida, tenemos a personas por las que podemos realizar un giro de ciento ochenta grados. E Izuku era una de ellas.

Claro que quería cambiar, claro que quería ser un buen novio para él.

Pero
Pero
Pero
Pero

¿Es realmente necesario?

¿Realmente es necesario dejar una de las cosas que te gustan por otras? La decisión es difícil, pensarlo abruma y provoca dolor de cabeza.
Tenía miedo que algún día Izuku le planteara aquello.

¿Qué respondería?

En el fondo, sabía que Izuku no le haría tal pregunta. Y de todas formas no se sentía muy obligado a responderla.

Así que prefería dejar las cosas así, no pensaba mucho al respecto y al final continuaba haciendo lo mismo.

Hasta que,
vio los innumerables botes vacíos de analgésicos almacenados en el basurero del baño.

Y supo que las cosas estaban yéndose al extremo.
Y si continuaban, quizá ya no tendrían arreglo.

Debía ser él el que daría el primer paso, eso lo tenía muy claro.
Después de pensarlo incontables veces, vio todo lo que cambió desde que comenzaron a vivir juntos y llegó a una conclusión: es su culpa.

Es su culpa que Izuku llore.
Es su culpa que Izuku tenga muchos golpes repartidos por toda su blanca piel.
Es su culpa que Izuku se esté drogando con pastillas cada que se preocupa por él.
Es su culpa.

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