Labial rojo.
Amaba como quedaban mis labios con color rojo; lograba resaltar mi blanca sonrisa e incluso el bronceado de mi piel. Dos cosas que a los hombres volvían locos.
Tomo mi teléfono y marco al número de mi mejor amiga, quien contesta al segundo toque.
—No iré, no insistas —responde tras responder.
Lexi, querida Lexi, solo me estoy cobrando todas esas veces que tú me insistías a mí para asistir a alocadas fiestas.
Resoplo.
—Vamos Lexi, te divertirás junto a mí.
—¿Sabes Megs? Deberías saber que un no es no.
—Lo haría si te sintiera de verdad convencida, cosa que no es el caso —respondo paseándome por mi cuarto.
—No me siento de ánimos hoy, tal vez el próximo fin de semana.
—Irá Cameron —canturreo divertida.
Su respuesta se hace esperar solamente cinco segundos.
—Mi ánimo ha subido de golpe, que milagro. En veinte minutos estoy lista, te espero —y cuelga.
Suelto una carcajada y niego con la cabeza, conozco muy bien a esa muchacha. Ella ama las fiestas igual e incluso más que yo.
Camino hacia el espejo para verme completamente y sonrío satisfecha ante la imagen que me ofrece.
La fiesta de verano era conocida como la mejor del año ya que nuestra universidad se encargaba de organizarla y, como todas las fiestas de todas las universidades, abrimos las puertas a todos los estudiantes. Hoy se celebra esa fiesta.
Decido hacer valer los minutos de espera y busco mi nuevo libro favorito Mi dulce destrucción, con el sensual Stefan Wells. Busco el marcapágina y comienzo mi lectura de los primeros capítulos. Niego divertida al leer la parte en la que la mejor amiga de Charlotte, la protagonista, le insiste para salir de rumba. La misma situación ocurre aquí con la diferencia de que mi amiga y yo, amamos las fiestas.
Suenan unos pequeños toques en la puerta, bajo el libro de mi rostro y veo a mi madre asomarse. Con una sonrisa me levanto y doy por terminado mis minutos de lectura, yendo a guardar el libro a su lugar.
—Que bella estás, mi amor —me adula. Doy una vuelta sobre mi eje y hago una reverencia. Ella ríe—. Sí, toda una princesa.
Niego con la cabeza.
Ser la única hija del gran empresario Johan Benson significaba ser catalogada automáticamente como princesa. Heredera de todo el imperio Benson, pienso con amargura. No era sorpresa para nadie el saber que no quería encargarme del negocio familiar. Quería seguir mis sueños y estaba segura de que lo iba a conseguir. Tal vez el ser caprichosa sirva de algo al fin y al cabo.
—¿Irá Nicholas? —cuestiona mamá, simulando desinterés total.
A mí no me engañas, madre.
—Supongo que sí, no lo sé —respondo poniendo perfume en mi cuello—. Esta noche es noche de chicas.
Ella aplaude, emocionada.
—Me encanta la idea, es genial.
Tampoco era sorpresa para nadie saber que Nicholas no era el santo preferido de devoción de mi madre. Es más, parecía querer matarlo con la mirada cada vez que venía a verme. En esta situación hay dos puntos dentro del mismo sitio, mi madre lo aborrecía y mi padre lo mantenía bajo la mira. En su defensa puedo decir que Nicholas era un buen chico, muy guapo pero con poco cerebro, simpático pero egocéntrico, malo para los números, excelente para las jugadas. Perfecto para nuestra popularidad.
ESTÁS LEYENDO
El algoritmo de tu amor | PAUSADA HASTA 2022
Romance"Tengo mil formas para enamorarte" ___________________ ¿La popular y el nerd? El amor no conoce de estatus sociales y ellos dos van a comprobarlo. Todas las historias tratan de las personas huyendo de sus amores pasados, de sus amoríos erróneos. ...