Capítulo 8

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Aún sin abrir los ojos, soy capaz de entender dónde y cómo estoy.

El olor a analgésicos se me hace imposible comparar un lugar que no sea la sala de un hospital. El sonido constante de la máquina que controla los latidos del corazón me lo confirma, y claro que el ajetreo detrás del cuarto me reafirma dónde me encuentro.

Abro los ojos lentamente y mientras intento adaptar la mirada, descubro el pequeño cuerpo de mi madre en un sillón individual junto a la camilla.

—Hola, mami —susurro con la voz algo pastosa.

Mi madre levanta la vista de su libro y lo deja todo para venir a mi encuentro.

—¿Cómo te sientes, princesa? —sus suaves manos acarician mi rostro.

Sonrío.

—Estoy bien.

Pero entonces mi sonrisa se va en cuánto recuerdo todo lo ocurrido. Frunzo el ceño y eso me produce cierto dolor molesto de cabeza.

—Tranquila, tu hermano está bien. Está algo asustado pero está con papá en casa —me informa y logra tranquilizarme.

—Es bueno saberlo —suspiro.

Veo una pequeña sonrisa adornar su rostro.

—Sin embargo, hay cierto muchacho preocupado allí afuera.

La observo con algo de suspicacia y decido salir de la duda.

—¿Muchacho?

—Le diré que pase —dice y camina hacia la puerta.

—¿Por qué le dirás que pase si no sé quién es? —cuestiono confundida.

Me mira fugazmente.

—Megan, no seas grosera —regaña.

Resoplo, ni estando en una camilla de hospital me libro de los regaños maternos.

—Cariño, Meg acaba de despertar. Puedes pasar a verla mientras voy en busca de un médico —escucho que dice.

Luego veo como ella se retira, dejando la puerta abierta y como alguien más se encarga de cerrar esa puerta detrás de su cuerpo.

Ese alguien era Kyler.

—Hola, Megan —susurra.

—¿Por qué susurras? —sonrío divertida.

Él abre los ojos sorprendido y vuelve a hacerlo.

—La enfermera dijo que cuando despiertes no es conveniente que oigas ruidos fuertes.

Sonrío.

—Bueno, mamá no se ha enterado de eso.

Él suelta una pequeña risa y camina hasta estar cerca de la cama.

—¿Cómo te sientes? —cuestiona y no se me pasa desapercibido como sus manos se acercan lenta y levemente a mi brazo.

—Me siento bien —sonrío—. Gracias por cuidar de mi y de mi hermano.

Él suspira.

—Me diste un gran susto, Megan —confiesa con el rostro compungido.

—Lo siento —susurro.

—Descuida, el hecho de que estés bien ya es suficiente disculpa —sonríe y eso logra descolocarme.

Es su primer sonrisa para mi.

Mi corazón se acelera y la maldita máquina se encarga de dejarme en evidencia, en vergonzosa evidencia.

—¿Te sientes bien? —se preocupa dando un vistazo a la información que otorga la pantalla, esa acción sólo logra que mi corazón lata más rápido.

El algoritmo de tu amor  | PAUSADA HASTA 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora