Capítulo 4

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Hoy era el día.

Este era el día.

No hay vuelta atrás.

Suspiro.

—Voy a contar hasta tres, ¿de acuerdo? —asiento en respuesta.

Uno, dos y... suelto un grito. No llegó a tres, la muy mentirosa, hija de...

—¿Te encuentras bien, princesa? —escucho el grito de mi madre.

—Sí —lloriqueo y continuo—: ¿Por qué siempre duele?

—¿Por qué siempre dices lo mismo? —se divierte, Lexi.

—Creía que mi piel se acostumbraría después de cinco años —me quejo. Tomo la bata blanca, envuelvo mi cuerpo y bajo de la camilla.

Lexi quita una rodaja de pepino de sus ojos y me observa.

—La belleza duele, cariño.

—Creo que me vería muy bonita con vello corporal —refuto dolorida.

—Sí, una muy bonita monita —ríe. 

Suelto una carcajada y golpeo su cabeza. Lex vuelve a ponerse la rodaja mientras que yo, como siempre, inspecciono la sala.

—¿Ya están listas, cariño? —cuestiona mi mamá, asomándose por la cortina.

Niego con la cabeza.

Hoy era día de chicas, es decir, día en el spa. Cada mes, mis amigas, mi mamá y yo disfrutábamos una tarde completa de masajes, hidratación de piel y, lo que acabo de sufrir, depilación. Es un pequeño gusto y tiempo de caridad que nos damos todos los meses. 

—Lex puede llevarte, princesa —observa su reloj de muñeca—. Si no salgo ahora llego tarde a la producción.

—De acuerdo, mamá —me acerco a ella y beso su mejilla—. Nos vemos en casa.

Se despide de Lexi y se va, cerrando la cortina que nos separa de las demás clientas. Mi amiga voltea boca abajo cuando la masajista se lo indica.

—Odio la cera caliente, pero amo estas maravillosas cremas que... —la masajista golpea mi mano cuando intento indagar más de cerca lo que contienen estas cremas que dejan tan suave mi piel.

Suelto un lloriqueo fingido y tomo asiento nuevamente cuando la mujer lo indica.

—Vamos, es hora de ver este cutis perfecto que he llevado por años  —se halaga ella misma acariciando mi piel con su famosa crema exfoliante. 

Con mis ojos aún cerrados logro percibir como la cortina se abre. 

—Lamento interrumpir, Sandra, pero en la entrada requieren tu presencia  —dice una mujer. 

—De acuerdo, ven aquí, Sarah —siento a mi masajista alejarse y a otra persona acercarse—. Sólo mantente acariciando fuertemente la piel, ¿de acuerdo? 

La nueva mujer reparte suaves movimientos sobre mi rostro, sonrío casi imperceptiblemente y me dejo estar con las caricias. 

—No creas que te has salvado de hablar de Kyler —amenaza mi rubia amiga. 

Resoplo.

—No sé de qué hablas. Cállate. 

Ella ríe burlona.

—Tu enamoramiento con Kyler Gibson, ¿lo recuerdas ahora? 

Entonces, el estruendo de una de las bandejas de plata que cae al suelo nos sobresalta. Levanto ambas rodajas de pepino de mis ojos y observo anonadada la escena.

El algoritmo de tu amor  | PAUSADA HASTA 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora