Capítulo 11

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—¡Hoy es un maravilloso día! —exclama Lexi en el asiento del copiloto mientras conduzco hacia otro nuevo día de cárcel.

¿No les parece mecánico el hecho de comenzar los estudios a los cinco años de edad? Bueno, el kinder no requería mucho estudio y sin embargo, a tan corta edad ya nos condenaban a la cárcel.
Es triste pensar que solo fuimos realmente libre de toda presión cuatro años.
Incluso luego de terminar la educación obligatoria debes seguir estudiando. ¿Y para qué? Para luego seguir esclavizado pero esta vez por el trabajo.

Que cruel la vida impuesta por la sociedad.

De todas formas la educación es primordial y con esto volvemos al principio, terminar la universidad es primordial si quiero tener comida decente en mi mesa por el resto de mi vida.

—¿Quieres ir al centro comercial luego del entrenamiento? —cuestiona antes de bajar del coche.

Hago una mueca mientras activo la alarma. Realmente no tenía muchas ganas de salir, era uno de esos días en los que estaba más pensativa de lo normal, más taciturna, más susceptible. Simplemente quería enrollarme como un burrito en mi sofá y ver cualquier tipo documental o leer libros.

—Creo que esta vez paso. Podemos organizar algo para el fin de semana, mis padres viajan.

Lexi asiente conforme y no insiste, lo cual agradezco profundamente. Como dije, no era un buen día para mi.

Mi universidad ofrecía un sinfín de carreras pero era obligatorio concurrir a ciertas clases que se compartían en todas las especialidades. Hoy tenía filosofía, una de las materias que menos me atraen. Lo único que me atraía de alguna forma a esa materia era un alumno en particular, Kyler Gibson.

—Te veo en el almuerzo —se despide mi rubia amiga.

Simplemente le sonrío en respuesta y doblo para ir a mi clase. Al entrar veo que mis compañeros siguen entrando por lo que no me apresuro, me acomodo en una de los últimos asientos y saco los útiles necesarios para esta clase que en realidad sería una buena almohada. 

Algunos me saludan y yo devuelvo la sonrisa pero sin fingir siquiera mi mal humor. 

Respiro hondo. Se siente bien no tener que fingir estar feliz, nadie me conoce malhumorada ni triste y mucho menos enojada. 

No entiendo porque oculté tanto tiempo el verdadero ser en mi. 

De repente un par de libros siendo apoyados bruscamente sobre el escritorio me sobresaltan y me sacan forzosamente de mis pensamientos meramente introspectivos. 

—¿Algún día vas a dejar que hable contigo? —espeta bruscamente. 

Conteniendo un suspiro, volteo a verlo pero no puedo hacerlo completamente por esas tontas gafas de sol que ocultan sus expresivos ojos verdes. 

Sin corresponder a su reclamo, vuelvo mi vista hacia la diapositiva que el profesor se encuentra seleccionando para comenzar la clase. 

—¿Ha sido para tanto, Megan? —sisea con un tinte de enfado. Toma asiento a mi lado y finalmente se deshace de los lentes para observarme fijamente. 

Entrecierro mis ojos pero no hacia él porque no quiero verlo, no quiero cruzar palabras con él aunque tengo mucho por decir.

 —Megan —el enfado no hace más que aumentar al ver que lo ignoro monumentalmente. 

El profesor decide comenzar el tema del día de hoy y eso obliga al ñoño a prestar absoluta atención a sus palabras. 

Toda la clase se la pasa tomando notas y yo simplemente pongo mi grabadora a funcionar para luego escucharlo con mayor cuidado, ya que esta clase no me gusta y suelo no entender muchas cosas. 

El algoritmo de tu amor  | PAUSADA HASTA 2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora