4 | Enfado

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Capitulo cuatro | Enfado

No dudo al momento de sacar mi arma, me importa una puta mierda todas las personas que me rodean, Khristeen se altera y se interpone en mi acción.

— No seas idiota, no puedes matar tan libremente. - me reprocha.

— Claro que puedo, muévete que te lo demuestro, mami.

Noto el color en sus mejillas a pesar de la poca iluminación del lugar, sin embargo no se mueve de enfrente del tipo, quien me mira con miedo. Y con razón, si no fuera por la rubia ya tendría un bonito agujero en su cabeza.

— Me iré contigo, solo salgamos como dos personas normales.

Le hago caso muy a mi pesar y ella se cuelga de mi brazo cuando ambos nos abrimos paso entre las personas nuevamente, según ella para aparentar más. Cuando salimos de aquella casa le hago una seña a James y ya sabe lo que tiene que hacer por lo que se pierde en la fiesta mientras llevo a la pequeña Medvédev hacia el auto.

— No seas gruñón.

La empujo dentro del vehículo, sin importarme una mierda si la lastimo o no, ella mira enfadada pero yo lo estoy más. Estoy lleno de problemas, con miles de asuntos para atender como para estar atrás de su culo, por muy bueno que sea.

— Y tú no seas niñata.

Le cierro la puerta con fuerza y rodeo el auto hasta sentarme en la parte del piloto, con la rabia haciendo estragos en mi cabeza. Me prendo un porro antes de arrancar el auto.

— Soy mucho más madura que tú.

— No se nota.

Trago el humo y comienzo a relajarme un poco más, aminora mi furia pero no tanto como me gustaría, mientras conduzco hacia la casa.

James tiene órdenes estrictas de acabar con esa porquería de fiesta, mientras más cadáveres hayan mejor será, a ver si de esa forma la mujer a mi lado deja de comportarse como una imbécil que no entiende la magnitud de la vida en la que se encuentra.

(...)

Acaricio la curva de la pelinegra que está sobre mi regazo hasta llegar a su bonito y rojo culo, he perdido la cuenta de cuántas veces he estrellado mi palma contra su carne.

Ella gime ansiosa con cada golpe que le doy, cuando bajo la mano hasta su ropa interior compruebo lo mojada que se encuentra. El líquido que suelta me pone a babear y prácticamente la tiró a mi lado en la cama para después bajarle la pequeña braga con brusquedad.

— Vas a contar todas las embestidas que te daré, si te equivocas me detendré y seré el único en tener placer. - libero mi polla ansiosa, envolviéndola con el látex.

— Si amo.

Dirijo la punta hasta su entrada resbaladiza, tanteo un poco y me adentro de golpe, haciendo que suelte un grito.

— ¡Cuenta! - estrelló mi cadera contra su trasero.

— Uno.

Sus paredes me aprisionan con fuerza mientras mi mano toma un puñado de su cabello y acercar su rostro al mío. Tiene la boca entre abierta mientras cuenta cada vez que mi polla se abre paso en su interior.

— Vein... ¡Ah!

Le muerdo el cuello y salgo de su interior, no puedo pasar por alto sus ojos cristalinos cuando le coloco la polla en la cara.

— Te equivocaste, chupa y nada de tocarte.

Baja la mirada y lleva sus labios carnosos a mi verga, saboreando la punta y absorbiendo el líquido preseminal que sale de ella. Formo una coleta con su cabello y sin interesarme ser brusco comienzo a follarle la boca hasta tocar su garganta. Echo la cabeza hacia atrás cuándo sus dientes me rozan el falo sin llegar a lastimarme.

Gimo alto cuando abro los ojos y conecto con los orbes de una rubia que, a pesar de niñata, también es curiosa. Le guiño un ojo sin dejar de empujar mi polla en la garganta de la pelinegra que está arrodillada ante mi.

Ella mira la escena una y otra vez y siento que no aguanto más, con aún más fuerza la agarro del cabello y empujo con bestialidad hasta que toda mi leche le inunda la boca, provocando que un jadeo de satisfacción se escape de entre mis labios. Cuando abro los ojos nuevamente y miro hacia la puerta ya no hay nadie.

— Vete, y no se te ocurra tocarte.

— No amo. - cabizbaja se coloca una bata y sale de mi habitación.

Me dejó caer con agotamiento sobre la cómoda cama, ha sido un día de mierda atrás del culo de la pequeña Medvédev, me merecía un orgasmo.

(...)

Tengo el ceño fruncido sin despegar la vista de los números que enseñan los papeles. Los cargamentos llegaron en perfecto estado y llame personalmente para corroborar que sea cierto.

Estoy marcando el número del grupo que me falta cuando la puerta de mi despacho es abierta bruscamente. Sus ojos enojados avivan mi buen humor y le sonrío.

— Hola, mami, ¿Cómo estás?

— ¿Mataste a todas esas personas? - inquiere apoyando las manos sobre mi escritorio.

— ¿Asesinaste a un hombre de mi seguridad? Es la misma respuesta. - le dedicó una mirada aburrida y vuelvo a enfocar mi completa atención en los papeles frente a mi.

— No es una broma Zhadánov, tu apellido no es el único importante en esta mafia de mierda.

Suelto una risa irónico y me levanto de mi lugar para acercarme a ella, no retrocede al ver las intenciones que traigo, por lo que coloco mi mano en su cuello acercando mi rostro al suyo. No me baja la mirada, al contrario de muchos.

— ¿Ahora sí recapacitas que estás en una mafia? Acá jodes o te joden, y me jodiste al hacer esa maricada de irte cuando te dije que no, por lo que te di una lección.

— Esas personas tenían familia.

— ¿A mí que me importa eso? Si a ti si te importaban no me hubieses tentado sabiendo de lo que soy capaz. Carga con esa culpa y déjate de joder. - entonó mis últimas palabras con más fuerza y la suelto con brusquedad. - Ahora vete que necesito trabajar y no quiero niños rondandome.

— Veremos qué tan niña te parezco. - me dirige una mirada enfurecida antes de salir de la habitación dando un portazo.

Estúpida.

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Zhadánov ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora