8 | Mission

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Capitulo ocho | Mission

Empujo el saco con furia, los nudillos me duelen ya que no tengo nada protegiéndolos, más no me interesa eso sino la rabia que se forma en mi interior con cada golpe acertado.

De mi mente no sale el coño brilloso que probé la otra noche, las ganas de enterrarme en su cavidad me sobrepasa, pero eso es pensar con la cabeza de la polla y es algo a lo que no acostumbro.

— Señor. - James me interrumpe y termino empujando el saco una última vez antes de voltearme hacia él.

— ¿Que sucede?

El gesto nervioso en su rostro no me tranquiliza ni un poco y termino bufando cuando me dice el motivo por el que está aquí.

— Jodieron uno de nuestros cargamentos.

La furia me corroe a una velocidad inhumana. Los italianos son lo único que llega a mi cabeza cuando empujando a James salgo del gimnacio pero escuchando sus pasos tras de mi.

— ¿Ese hijo de puta no se va a quedar quieto no? - inquiero en dirección a mi mano derecha una vez estamos solos en mi despacho.

Matthew Rinaldi, hijo de Nikola Rinaldi, llego a la cabeza de su familia este año cuando su padre decidió dejar el poder.
Ha estado haciendo tratos con los japoneses a mi espalda y no he hecho nada al respecto.

Le deje el juego tranquilo al niño que está aprendiendo a caminar pero al meterse con mis negocios no soy tan piadoso.

Nikola nunca había tenido problema alguno de que esté bajo mi poder, después de todo soy el Pakhan de la mafia rusa y hace años mi organización quedó a la cabeza de todas, teniendo el poder absoluto de ellos.
Los japoneses se salieron de nuestro círculo desde que mi padre estaba al mando pero no habían interferido ya que le ganamos en poder y no habría forma de que ganarán.

— A está nueva generación le gusta joder. - me dice James.

— A mi me encanta joder y va a lamentar haberse metido con mis mierdas. - lo apunto.

— ¿Y que hará señor?

Que no haré.

(...)

Con las manos entrelazadas tras mi espalda me paseo por mis hombres, todos tienen la cabeza en alto pero la mirada baja, esperando órdenes.

La camisa la tengo desabrochada hasta la mitad y las mangas están arremangadas en mis codos, mostrando un poco de los tatuajes en mis brazos.

Todo en mi postura destila poder, todos en el bajo mundo me respetan por una razón y no es porque sea un niñato que hace las cosas sin pensar. Soy estratégico en mis movimientos y no dejo un puto cabo suelto, no comenzaré ahora.

Los hombres frente a mi están entrenados en para asesinar y masacrar a quien sea, son sanguinarios en lo que hacen y no hay persona que maten que quede reconocible.

— ¿Saben todo lo que tienen que hacer no? - inquiero hacia James.

— Les he avisado.

— Entonces que suban a la putas camionetas y marchen hacia los lugares acordados.

Mi mano derecha asiente y hace lo que le pido, mientras veo a los cuarenta hombres dispuestos a atacar subiéndose a las camionetas el móvil suena en mi bolsillo.

El nombre de la mujer que me tiene la polla dura desde que le chupe el coño y empeoró cuando me envió esa puta foto, aparece en la pantalla.

Frustrado le contesto.

— ¿Que quieres Khristeen?

— ¿Esa es la manera de hablarle a la mujer que te chupo la polla papi?

Ruedo los ojos pero la sangre se acumula en mi miembro, tensandome.

— No estoy para que me jodas.

— ¿Problemas en el paraíso?

— Nada que te interese.

Le hago una seña a James antes de subirme a mi Aston Martin, aún con la llamada de esa niña.

Sigo a las camionetas, pero no voy a su mismo destino, doblo para ir directo al centro de la ciudad Novosibirsk, lugar en el que me está esperando el imbécil de Rinaldi.

— Estoy aburrida. - dice Medvédev.

— ¿Y? ¿Acaso tengo la cara de un puto payaso, niña? Ya no estoy a cargo de tu cuidado, así que no me jodas.

Le cuelgo la llamada sin tener ganas de amargarme aún más el día con sus caprichos.

(...)

Mis pasos son sonoros en el suelo de mármol y pone alerta a la gente del idiota que me está esperando en una mesa, su gesto es serio y quiere verse intimidante pero el miedo se pasea por sus orbes cuando tomo asiento frente a él.

Lo veo tragar grueso y yo estaría igual que él en su lugar, después de todo esto no terminará bien.

— No me avisaste que querías bajarte de la organización. - le digo aparentando calma, la cual no tengo.

— No voy a hacerlo. - me responde pero su vista no está fija en mi cara, sino que en mis nudillos rotos sosteniendo el vaso que me llevo a los labios luego de olerlo.

No voy a permitir que me droguen nuevamente.

— ¿Seguro? Porque eso no pensaste cuando jodiste uno de mis cargamentos. - le hablo con la voz más tranquila que me puede salir. - Y el que se mete con mi mercancía no está en mi organización.

— Yo no jodí nada.

Me mira fijo, mostrando valentía que claramente no tiene, no ante mi.

— Que lastima - me levanto tras terminar el whisky de un solo trago. - porque yo si.

Salgo del lugar sin miedo alguno de estarle dando la espalda, tengo francotiradores en el techo de cada edificio que rodea el restaurante, con órdenes de disparar al mínimo error que cometa.

Para su suerte no hace nada, solo agarrar su móvil con rapidez y comenzar a gritar maldiciones en italiano, una sonrisa enorme se planta en mi rostro cuando me adentro nuevamente al auto.

Marco el número de James en el manos libres y mientras me adentro a las hermosas calles de mi bella Rusia escucho lo que mejora un poco mi humor.

— Las empresas que utilizaba el señor Rinaldi para lavar dinero en Rusia cayeron señor.

— Y no quiero a ese imbécil en mi territorio, a partir de hoy Rinaldi es nuestro enemigo. - le respondo.

Y me vale mierda lo poco que le generaba a la organización ya que con el restante es más que suficiente para que sigamos siendo igual de poderosos que siempre.

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⏰ Última actualización: Jan 22, 2022 ⏰

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Zhadánov ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora