Cuando Luis Mendoza llegó al área de experimentación encontró que Luiggi Rimarachín lo estaba esperando. Y llevaba un arma en la mano derecha.
- Tranquilo reportero, no pienso matarte. Es un arma de tranquilizantes especialmente hecha para ti. ¿Te gusta verdad?
- Escúcheme doctor. – La voz de Luis temblaba, sabía que no tenían mucho tiempo antes de que los horribles pulpos llegaran a ese nivel. – Necesito que colabore conmigo. Estamos en un verdadero peligro, y no hay tiempo.
- Mentiras! Sabes que solo puedes perder ahora que tengo un arma. Tu no entrarás aquí otra vez ¿entiendes? No despierto.
El Dr. Luiggi se mostraba cada vez más atemorizante, no solo tenía el arma sino que ahora la apuntaba hacia el pecho de Luis.
- Por favor cálmese. Están viniendo por nosotros. ¡Escuche!. – Mientras hablaba Luis avanzaba lentamente en dirección al Doctor. Si lograba ingresar al laboratorio podrían cerrar las compuertas y estarían momentáneamente a salvo. Sin embargo Luiggi captó sus movimientos.
- Te dije que no entrarías.
Luis no recordó nada más. Apenas cayó dormido llegaron los primeros tentáculos. Las pinzas lo sujetaron y no tuvo ninguna oportunidad. Desapareció engullido y él ni siquiera lo supo. Él que terminó viendo toda la escena fue el científico.
A diferencia de los demás él no se quedó perplejo. Quizá estar acostumbrado a esas escenas biomoleculares experimentales le hizo inmune a la visión de tan terrible ser. No obstante, sabía que todo estaba perdido si no actuaba rápidamente.
- ¡No entrarás aquí maldito ser del infierno!
Sus gritos no hicieron efecto, el pulpo se acercaba rápidamente. Luiggi corrió al laboratorio y cerró las compuertas sin dudarlo. Debía ganar un poco más de tiempo. Pero el pulpo ya estaba ahí y comenzó a oír zarpazos de sus tentáculos contra las compuertas. Esas compuertas no parecían poder durar mucho.
Estaba todo perdido. La compuerta empezó a inclinarse. Por primera vez en su vida el Dr. Luiggi Rimarachín se encontró sin saber qué hacer, sin respuestas. ¿Debería dejarse devorar por aquellos seres? Su única defensa era aquella arma para dormir y sólo tenía 4 dardos más. Estaba todo perdido.
Un tentáculo se asomó por la compuerta. Fue entonces cuando recordó los monolitos. Era su única salida. Pero también significaba su muerte. Habían varios pulpos ahí afuera, si explotaba pequeños monolitos puede q sobreviviera a algunos, pero de todas formas terminaría devorado. Así que debería ir a por lo grande. Un gran sacrificio evitaría que la nave fuera apoderada por esos seres. Podría acabar con todos ellos de un solo golpe.
Sin dudar, se dirigió al almacén donde guardaba los monolitos. Los observó por un momento y luego se dispuso a prenderlos.
ESTÁS LEYENDO
EL ULTIMO VIAJE
Science FictionDescubre la fantastica aventura de la tripulación del HORIZON en el primer viaje tripulado fuera de la Galaxia.