La Película (Parte 7)

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Entré caminando al cine para pedirle al señor que se encarga de controlar a las personas que entran. No tuve en cuenta que tuve que decir mi nombre y apellido. No sé si ese señor se ha enterado de que hay gente acumulada ahí al costado de la puerta de entrada. Mejor si no se entera, pues la rata pediría la lista de los que han entrado para verificar mi nombre. Menos mal que mi nombre es un poco común, y sin duda habrá entrado hoy un par de mujeres aparte de mí con el mismo nombre. De todas maneras, si no hubiese entrado nadie más con mi nombre, necesitarían el apellido, que al fin y al cabo, no serviría de nada, pues hasta que lo encuentren, yo ya me habré mudado de esta ciudad, a no ser que se le ocurra buscar justo ahora, y si busca, no le alcanzará el tiempo, pues ya son un poco más de las diez. Como sea, yo sólo entraré de vuelta a la sala, mojada. No sé si este señor me dejará entrar. Era distinto al primero.
- Señor, disculpe, ¿podría pasar a secarme y entrar a mi sala? – le supliqué amablemente al señor. Era diferente al primero, pero no me importó. Igual pregunté, pues es la responsabilidad de los que se encargan de esto, aunque no me confié tanto de ello.
- ¿Me permite saber sus datos, por favor? – dijo rápidamente. Parecía de esos que al final de un anuncio de radio hablan rapidísimo que apenas se les entiende. Iba a decir mis datos, pensando que ya se había terminado todo, hasta que: - Pero no va a entrar así toda mojada. Tiene que secarse antes de entrar, o tendrá que limpiar todo de nuevo.
- Eeeh… ¿Podría pasar al baño a secarme? Yo tengo papel para hacerlo. Por favor déjeme entrar que quiero ver mi película que ya va a terminar. Será rápido, ¿sí? Por favor…
- Está bien, pero trate de no mojar tanto el suelo, ¿sí? – Asentí velozmente, y luego me hizo la misma pregunta de antes: - ¿Cuáles son tus datos y número de sala, por favor?
Dije todo eso otra vez, y después de revisar su libreta como diez veces, me dejó entrar. Sentí un gran alivio ahora que estaba de vuelta al cine. Me demoré un poquito desde que mi papá me llamó. Por suerte, no me había llamado de nuevo.
Caminé lentamente hacia el baño para admirar la cantidad de personas que entraban y salían. Antes de salir, estaba casi lleno el cine, ahora sólo se ha quedado aproximadamente la tercera parte de lo de antes. Me quedé impactada. No puede ser que una lluvia afecte tanto a las personas.
Fui al baño corriendo un poco lento al baño de mujeres, el baño que ahora estaba abierto y no pude entrar cuando quería orinar. Por curiosidad, entré para ver qué había ocurrido con el baño. Había mucha gente arrinconada en una esquina del baño, como afuera en la entrada, sólo que menos gente. Eran trabajadores y otros señores los que estaban ahí. Me extraña que cuando quise orinar en este baño no provenía ninguna voz de aquí dentro. Me acerqué a ver, y había un niño en el centro que estaba haciendo berrinche recostado en el suelo. ¿Qué habrá pasado? Quise preguntar para saber si merecía la pena el hecho de que este baño estuviera cerrado y si valía la pena la causa del berrinche. Muchas veces no vale la pena, pero quería despejar mis dudas.
- ¿Qué pasó con el niño? – pregunté con los ojos bien abiertos.
- ¿Mi hijo? – dijo el señor. Me quedé pasmada cuando acerté a la primera el haberle preguntado al padre. Pude sentir mis pupilas contraídas – Se ha puesto a jugar con el jabón líquido con otro niño aquí dentro y le ha caído en la boca, se ha atragantado y todo eso. Se han encerrado los dos en este baño sin saber que era el de mujeres, igual entraron y se han puesto a jugar. Sé que fue error mío por no haberle enseñado antes, mil disculpas por eso, pero ya le dije que no debe jugar en sitios públicos.
Me fui sin decir palabra. Todo eso me lo dijo en un instante, mientras me aguantaba la risa. Quería salir de ahí mismo para no incomodar a los demás que buscaban ayuda para el pobre niño estúpido. ¿Qué clase de padre no enseña a su hijo a diferenciar un baño de hombres y de mujeres? ¿En qué clase de ciudad vivo? Menos mal que en unos días vamos a mudarnos. No merece la pena haber cerrado esta puerta. No puede ser que por un niño de seis años no haya podido llegar a tiempo al baño. Ese niño no sabe la cantidad de personas que entran al baño antes de ver una película.
No sabía si estar alegre o enojada, por el hecho de que por un niño asfixiándose no haya llegado al baño o reírme del niño. Aquí no hay niño que respete un baño, lo digo por los niños del baño de hombres del frente que se ponen a jugar con las tapas del inodoro.
Salí un rato del baño para echarme a reír un momento y tranquilizarme antes de secarme. Entré de nuevo a un inodoro para sentarme, pues ya no resistía más tiempo parada. Pensé en el buen desenlace de mi llegada al baño, en el cual toda mi orina llega a salvo, cayendo gota a gota dentro. Cómo quisiera que eso de verdad haya pasado.
Me levanté, me quité la ropa y saqué el papel higiénico aplastado y arrugado que hace un mes creo que lo tengo guardado en mis shorts. Era un poco de papel. Aun así, no se había mojado tanto. Sólo el papel que podía verse lateralmente, que lo boté de una vez. Estaba en calzones otra vez, con miedo a que alguien abra la puerta que no tenía picaporte. Miedo por los hombres que se encontraban aquí dentro ayudando al niño estúpido.
Terminé de secarme lo que pude: las piernas, los brazos, exprimí mi cabello que ahora se veía un poco arreglado. Me di cuenta que la cabeza me dolía menos que antes, que parecía que me hubiese caído un relámpago directamente. Me sobé la cabeza para sanar el dolor. Se sentía cosquilloso.
Salí del baño con un pequeño ataque de risa por ver al niño agonizando ahí por haberse comido el jabón. Busqué mi sala, la octava, que quedaba cerca de este baño.
Antes de entrar, vi detrás de mí, y me puse histérica cuando vi que una de las ratas estaba entrando. No sé para qué, aunque creo que sigue buscándome, pues venía caminando agitadamente. Sin pensarlo, entré a la sala.
Mientras entraba, me di cuenta de que mis shorts seguían mojados. Espero que el olor de la lluvia haya neutralizado el de mi pis. No quería arruinar la concentración de mi papá por un desagradable olor a pis. Mi polo estaba seco, pero no sabía si se ha quedado oliendo a lluvia. Más le di importancia a mis shorts. Debí olerlos cuando estuve en el baño. Podía desnudarme aquí detrás de todos, pero ¿y si alguien voltea? ¿Si se escucha la ropa caerse? Maldita naturaleza masculina de mirar mujeres desnudas. No sé qué les atrae por ver eso. Creo que lo pienso porque no me gusta ver hombres de esos que modelan, y eso, pero como dije, respeto los gustos de la gente. De todas formas, no hay manera de detener esa preferencia.
En fin, me senté recogiendo mis piernas y juntando las rodillas pegándolas a mi cara. Agaché la cabeza y olí. Era poco el olor a pis, pero si alguien acercaba sus narices, iba a notarlo. Me levanté de nuevo y busqué mi asiento, insegura de lo que estaba haciendo. De repente, iba a actuar, hasta que llegó a mi nariz el olor a pis. Retrocedí a donde estaba, y me quedé viendo el resto de la película parada. Ya iba a concentrarme, hasta que recibo una llamada de mi papá. Pensé que estaba perjudicada por el cambio de su humor. Antes de contestar, quise pensar en una buena excusa, pero no me quedaba mucho tiempo, pues el tono de llamada era un poco alto, y los espectadores iban a callarme.
Contesté el teléfono, y antes de que mi papá pudiera hablar, disparé la excusa:
- Aquí estoy viendo la película papá, sólo que antes de venir me tropecé, y ahora me duele cada vez que me siento. Aquí estoy, ¿ves? – alumbré los asientos con el brillo de mi celular. Mi mamá logró verme antes que mi papá. Igual me sonrieron cuando los vi. También volteó alguien más, el chico con quien me tropecé al salir de la sala.
- Está bien, hija. No salgas de nuevo, por favor. ¿Te duele mucho?
- No, no es grave. Sólo me fastidia. Aquí parada veré la película, que falta poco para que termine.
- Ya hija. Chau – se cortó del otro lado.
Me alivié por milésima vez. Vi los dos minutos que quedaron de la película. Lamento que mi papá haya pagado mi entrada por nada, pues ni siquiera entendí lo que pasó. Últimamente, mis padres han estado comprando en vano por mi culpa, así que repetí la promesa de ir al baño antes de salir de casa. Qué mal que haya venido a ver algo que me gusta mucho, y por querer orinar, termine hasta golpeando a alguien en la cara. En fin, ya me siento mucho mejor.
Quise asegurarme de que la rata se haya ido del cine diciéndole a mi papá que faltan las escenas post-créditos. Mientras terminaba la película, vi a todos esos que intervinieron en mi urgencia por orinar. Estaba el señor que se ha quedado dormido (que se había dormido de nuevo), el señor que me ayudó, y creo que nadie más.
Respecto al señor que me ayudó, tuve miedo de que me viera, pues si me ve con los shorts mojados, alegará que lo interrumpí mientras veía su película y se quedará discutiendo conmigo, y mis padres me verán y ya fue todo; aparte de que no quería que se sienta mal por haberme ayudado y que haya sido para que termine orinándome encima.
Acabó la película. Se encendieron las luces laterales, lo cual permitió que quien salga, pueda ver mis mojados shorts, así que caminé hasta la primera butaca, y de esa manera oculté la mancha que aún era visible, ya que parte de mis shorts seguían mojados. Esperé a que mis papás se levanten para ver juntos las escenas finales. Aparecía una pareja bailando, y por fin terminó la película. Quedábamos nosotros y algunas personas que no querían perderse de las escenas.
- Hija, ¿te gustó la película? – preguntó mi mamá.
- Sí. Más o menos. Igual fue entretenido, y me dejó en suspenso. Dio bastante miedo, hasta me hizo saltar un poco – dije insegura, y luego solté una risa.
- Ahora, ¡a comerrrr! – declaró mi papá, haciéndome cosquillas en el cuello.
Salí un poco con miedo. ¿Y si la rata seguía buscándome? Debí actuar como si no fuese yo misma, y lo hice desesperando a mis padres por el lugar al que íbamos a comer, pero primero miré a todos lados para percatarme de que la amiga rata no esté por aquí. Mis padres me vieron.
- Hija, ¿qué tanto miras? ¿Se te perdió algo?
- No, nada, sólo me quedé impresionada por cómo es que han limpiado todo en un solo día - no estaba. Ahora sí me hice la desesperada.
- Papá, ¿a dónde vamos a comer? – dije escandalosamente.
- Es un lugar que te va a gustar mucho. No lo conoces, pero querrás volver algún día – dijo mi mamá. Ahora sí tengo un motivo para desesperarme, matar la curiosidad, aparte de que tenía mucha hambre.
- ¡Dime, ya pues, por favor, dime! – Parecía una inmadura diciendo eso de esa manera - ¡Tengo hambre, ya pues, te lo suplico, dímelo!
- Está bien, pero tengo que decirte que ya no comeremos hamburguesa – me desilusioné un poco, pero igual saldríamos a comer –, ¡sino pizza!
- Este día no puede ser mejor – dije un poco seria – Vamos ya, entonces…
Cualquier cosa se me antoja ahora. Estoy muriéndome de hambre y con ganas de salir de aquí. Por fin se acabaría todo de una vez, y de la mejor forma. La rata se quedaría buscándome para siempre y no encontrarme, ya que no regresaremos aquí hasta habernos mudado. ¡Por fin, nadie quien me moleste! ¡Despedida de la mejor forma!
Me sentí rara en ese momento, por mi forma de actuar diferente a la normal. Espero que haya sido de ventaja para que la rata líder que aún se encontraba en la puerta de entrada no me identifique. Había menos gente que cuando entré de nuevo. Apresuré a mis papás ligeramente para salir más rápido. Tuve que hacerlo sigilosamente para que la rata no me escuche, o sino, todo el plan por las puras. Aún temía si las demás ratas seguían buscando por el centro comercial. Espero no encontrarme con alguna de ellas ni con alguna amiga, pues si lo segundo pasa, tendré que quedarme conversando. Lo mismo espero que no pase con mis padres, lo cual sería peor.
Seguía lloviendo. Espero que mis padres no se desmotiven de ir por esta torrencial lluvia. Salimos del cine, yo con miedo de que la líder se destape la cara y vea con el otro ojo que aún le resultaba útil. Caminé un poco rápido, mis padres me dijeron que no vaya tan apresurada. Ignoré el par de veces que me dijo eso, aunque igual caminaron sin acelerar el paso. Al parecer, a mis padres no les importó la lluvia, aunque caminaron un poquito más rápido que lo normal.
Ya estábamos por doblar para dirigirnos al gran portón del centro comercial, con miedo a que las ratas pudieran venir por los anchos corredores de los costados. Y sí, había una de ellas de un lado que estaba por doblar allá al fondo, y había otra que estaba a medio corredor, el de la derecha. No me atreví a decir nada hasta entrar al auto. Si me veían, sería mi final.
Entré aliviada al auto, suspirando silenciosamente. No importa si mis shorts de pis mojan el auto, pero sí me mantuve alejada de mi mamá, que iba a mi costado, y mi papá al lado del conductor. Espero que no se note el olor a pis de mis shorts. Menos mal que el auto estaba con aromatizante y con los asientos brillosos y oliendo a fresa. (Y claro, vengo yo y les quito el buen olor).
Ya estamos partiendo, cuando escuché un grito provenir del transparente portón. Era una de las ratas que quería que me detenga. Hice lo que debía: seguí conversando con mis padres sobre la película e ignorar completamente a la rata que no más volvería a ver.
Llegamos al lugar donde comeríamos por última vez en esta horrible ciudad. (A raíz de lo que vi y lo que me pasó, no creo que sea necesario recalcar por qué es horrible). Llegué, con temor a que los comensales que estén aquí notaran el mal olor. No me preocupé tanto por la mancha ya que afuera estaba lloviendo aún, pero un poco menos que antes. Oculté mis shorts bajo el mantel de nuestra mesa. Nomás espero que mis piernas no se hayan quedado oliendo a pis.
Todo salió bien. Mientras estaba comiendo mi buen trozo de pizza, me puse a pensar en todas las cosas nuevas que vería cuando llegue de mi viaje. Me sentí un poco deprimida cuando pensé en mis amigos, hasta dudé si iba a poder visitarlos. Tuve un poco de inapetencia al pensar en eso, pero luego pensé en toda la tranquilidad que sentía al poder liberarme de muchos problemas, incluyendo el que causé justo ahora de haber golpeado fuertemente a la rata. Me liberaría por fin de todas las estupideces de la maldita de la rata esa y de sus amiguitas. También pensé en todo ese placer que sentí al vaciar mi vejiga que ya estaba por estallar. Fue bueno mientras duró. Sentí un pequeño escalofrío y me quedé un poco pensativa. ¡Ah, verdad! ¿La señora habrá mantenido el secreto? Creo que ya se habrá olvidado con la pelea que tuve justo al salir, así que mejor. También pensé en cómo se quedaría la gente que entre al baño si no hubiese limpiado el charco de pis que creé. Mientras todos están asustados, enojados, atónitos, boquiabiertos y todo eso, la culpable sería yo, y en lugar de preocuparme me echo a reír.
- Hija, ¡come!, ¿o quieres que se meta una mosca en tu boca? – me dijo mi papá. Sacudí la cabeza, y luego él se rió.
Mi mamá rió también, al igual que yo. Conversé con mis padres y todo, hasta que terminamos todos de comer. Me levanté de la mesa un poco agitadamente para salir lo más rápido posible del restaurante.
Hice lo mismo de arrimarme en el auto al cual subí de vuelta a casa, pero no tenía buen olor como el anterior. Mis shorts estaban casi secos, pero igual olían a pis. No quería que mi mamá me dijera nada por haberme arrinconado tanto a la puerta. Qué mal que no fue así.
- Hija, ¿por qué estás tan arrinconada a la puerta del auto? ¿Te hice algo o qué pasó? – me preguntó. Mi papá volteó a mirarme.
- No sé, es que me gusta que la puerta y la ventana estén frías, jeje – dije antes de que me pregunten algo más.

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