La Película (Parte 4)

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Bueno, lamentablemente llegó el desilusionante momento de levantarme ya que la sensación y las ganas de orinar se habían desvanecido. Respiré profundo, llené de aire cada milímetro cúbico de mis pulmones. De nuevo sentí que mi cuerpo temblaba. La siguiente vez respiré, pero no tan profundo. Prometí levantarme esta próxima vez que respire. Extrañaré este momento de tranquilidad, esta sensación, la posición relajante en la que me encontraba... y todo eso. "¡Vamos, Carolina, ya no tienes nada más que hacer sobre este inútil charco de pis, ya pasó el momento, levántate!" pensé. No iba a quedarme aquí sentada para siempre sobre mi orina. Se me apeteció contar así como lo hice cuando tuve que abrir la roñosa puerta de la sala, sólo que lo hice mentalmente. "A la una... a las dos... ¡y a las tres!" Respiré profundamente, reincorporándome. Saqué mis mojadas manos de mi entrepierna, me arrodillé y por fin me levanté. Me sentí un poco débil al hacerlo. Seguía experimentando esa sensación de cosquilleo aun cuando estaba parada, solo que menos intenso. Estaba disminuyendo considerablemente. Me sorprendí al ver tremendo charco de pis que había creado sin el permiso de hacerlo en el suelo ahí tirado. Sin el permiso de los demás, pero sí de mi cuerpo y de la urgencia. Era enorme. No sé cómo es que he aguantado tanta orina dentro de mí. Pobre vejiga, ya no podía resistir más, encima que yo he estado sentada ahí. Algo como esto debía pasarme al tomar tanto jugo de naranja y toda una botella de agua. (DE agua). Tengo claro no tomar tanta bebida antes de salir a algún sitio. No lo haré más. Igualmente evitaré comer cosas que resequen mi boca o garganta o lo que sea que necesite agua.
No sé a qué hora he venido al baño. Tampoco sé cuánto tiempo ha pasado desde que vine al cine. ¿Mis padres estarán buscándome? ¿Habrá terminado la película mientras estuve haciendo pis? No lo sé; espero que no, pues aún tengo que hallar una forma de limpiar este desgraciado charco de pis. Necesito tiempo, pues es un gran charco. La señora no hizo su trabajo de limpiar el suelo del baño para esto, así que no saldré de aquí hasta dejarlo completamente limpio y sin rastros de nada. Me hubiese gustado verle las caras a todos, pero sabiendo que igual iban a verme, me mandarían a limpiar. Antes de ponerme a limpiar, me miré en el espejo. Mi cabello se había arruinado de nuevo, pero menos como cuando me desperté hoy por el anochecer. Mi rostro estaba sonrojado. Estaba un poco avergonzada de verme así. Me puse a reflexionar sobre lo que hice: "Acabo de orinarme en mis shorts. ¿Cómo voy a decírselo a mis padres? ¿Cómo voy a salir de esta?" Mi conciencia me iba a torturar. Seguidamente, me bajé los shorts y me los quité, sin descaro. Lo hice ahí mismo, al costado del charco de pis y no en un inodoro sentada. Lo hice para ver qué partes de mi short se habían mojado. Estaban mojadas la parte de la entrepierna, las mangas y un poco de la cintura, aunque por esa parte pero por detrás, sí se notaba, y no por eso voy a tener que evitar darles la espalda a las personas que pasaran a verme. Estando en ropa interior, abrí el grifo con las manos llenas de pis y mojé esa parte de mis shorts que estaban secas. No iba a lanzar mis queridos y mojados shorts al charco de pis, pues se quedaría oliendo prácticamente a eso. No los mojé todos de nuevo porque no se notaba tanto al haberse mojado con mi pis, aparte de que sentía que ya habían empezado a secarse, y no quería que vuelvan a mojarse.
Ahora mi nueva misión es sobrevivir el resto de la noche sin que se dieran cuenta de que me he orinado encima. Prefiero esta misión que la anterior de llegar al baño a tiempo. ¡No voy a fallar esta vez!
Ahora me toca limpiar el desdichado charco, pero antes de buscar un trapeador o papel para secarlo, me quité una zapatilla y luego la media para ver si mi pis aún seguía calientita, pero al hacer eso, me dije: ¿No sería más fácil tocar tu propio charco de pis con la mano si hasta tus piernas lo han tocado? (*risa mongola*), sí, ¿no? Qué torpe de mi parte.
Entonces me puse la media de nuevo, la cual estaba un poco mojada de pis por los chorros que caían cuando estaba orinándome parada. Cuando me la puse, me di cuenta de que mi pis también había mojado mis zapatillas y la otra media también. Mis zapatillas se mojaron obviamente con el charco. Igual me puse la zapatilla, pues secará, como mis shorts, mi ropa interior y mis calcetines. Estiré mi ropa interior que antes estaba blanca al cien por ciento, ahora se había oscurecido de la misma cantidad. Sólo la estiré para verificarla. Era obvio que estaba completamente mojada, pero igual lo hice. No me la quité por simple pudor. La palpé varias veces y luego la solté de golpe, haciendo un gran ruido. Ahora sí, me agaché para tocar el charco de pis. Lo toqué con dos de mis dedos, y me había traicionado. Ya estaba frío. Traidor, ahora sí mereces desaparecer. Me hizo gracia pensar eso, aunque es la verdad. Tuve que pararme de nuevo, y justo cuando voy a hacer eso, me resbalo con el charco de mi pis. Sufrí un duro golpe en mi trasero. Tan duro que creo que se me ha roto el coxis y que ya nunca más iba a poder sentarme. ¿Ahora cómo voy a orinar las próximas veces? No me lo creía.
- ¡Ah! – Se me escapó un grito del susto que creo que se escuchó un poco hasta fuera del baño. Ni bien me caí, me levanté inmediatamente para que la señora no vea nada, pues las puertas de cada inodoro tienen un espacio que permite ver un poco de lo que pasa afuera. Estando sentado ahí, se podían ver hasta un poco más debajo de las rodillas, y no quería que mi trasero totalmente expuesto sea visto por la señora. No sé si lo habrá visto, pero ahora sí empecé a preocuparme de que alguien me vea.
- ¡Auch! – dije, ante tal caída. Me sobé el trasero que ahora sentía que se había quedado aplastado. Menos mal que no caí en el charco de pis, pues tardaría más en limpiarme y aumentaría el olor (que todavía no encontraba).
Me levanté lo más rápido que pude, me puse el short nuevamente, y pasa algo más: se me cae el celular, el cual me había olvidado de que lo tenía en mi bolsillo. Por un pelito se cae y toca el charco de pis. Cuando se me cae, con algo de miedo lo recojo; miedo de no resbalarme otra vez, pues ahí ya sería sospechoso lo que me acaba de pasar; lo reviso mil veces, hasta le doy una buena soplada por todas partes, y los metí de nuevo en mis mojados shorts. ¿Mojados shorts? ¡Qué tonta! ¡Mis shorts están mojados de pis y encima meto mi celular ahí de nuevo y con mis manos mojadas también de pis! Saqué mi celular que ya estaba acomodado en mi bolsillo cuando lo metí. Espero que encienda cuando vaya a intentarlo. No lo había encendido en ningún momento desde que salí de casa, ni para ver la hora. Primero tenía que quitarme el pis de las manos. Estaban muy arrugadas, y más lo iban a estar al ponerlas en el agua.
Me lavé las manos solo con agua y fui a buscar papel higiénico para secarme las piernas, y no había ni la mitad de un cuadrado de papel, ni siquiera el cartón cilíndrico. No iba a usar ni aunque sea un pedacito de lo que ya estaba en la papelera, pues ¡qué asco! ¿Quién sabe lo que uno puede encontrarse ahí? Me sobé las piernas de tal forma que parecía que estaba exprimiéndolas, y luego fui a mojarme las manos en el charco de pis. Mentira, en el agua, jeje.
Después de lavarme, por fin tomé la decisión de buscar algún trapeador. Qué mal que la señora se haya llevado su escoba, así podría usarla justo ahora, aunque se mojaría, y no sé cómo ni con qué se lava una escoba. Empecé a caminar por el baño para buscar algo. Tenía que hacerlo por mi cuenta, porque si le preguntaba a la señora, yo misma me iba a delatar de la manera más estúpida. Busqué y busqué por cada rincón disimuladamente, y justo al lado del conjunto de lavamanos, había una especie de compuerta con una perilla. Tuve que hacer un poco de fuerza para abrirla, pues se había atascado un poco. Claro, ahora sí podía hacer cosas haciendo fuerza y no antes dentro de la sala cuando quería orinar.
La abrí, y encontré un balde lleno de agua (DE agua) y un trapo colgando del asa del propio balde. Sin pensarlo, lo alcé con fuerza, pues decía que contenía hasta diez litros como máximo. Cogí el trapo que estaba totalmente seco. Qué envidia sentía por el trapo. Está todo seco y disfrutando de estar colgado ahí, y yo mojada de pis que ahora tengo que secarme con lo que encuentre. Quise hacer todo rápido, pero por hacer eso, se me va la mano, y derramé bastante agua al piso. Lo peor de todo es que nada de esa agua cayó a algún lugar que podía servir. Pudo haber caído en mis piernas y limpiarlas, aunque me duela hasta la cabeza del frío; pudo haber caído en el charco de pis y limpiarlo aunque sea un poco, ¡y encima cae justo en el sitio de la señora! No le cayó directamente, pero el agua cayó con bastante fuerza, y se esparció un gran charco de agua por su sitio (Genial, ahora no un charco, sino dos). No me hizo tanta gracia la cara de susto que pondría al ver cómo es que se acerca el agua lentamente hacia ella, porque yo tenía que limpiar este charco de pis que estaba totalmente intacto, y para limpiar semejante charco en tan poco tiempo, necesitaba algo de tiempo para que no haya evidencia. Es que tuve en cuenta que la primera reacción de la señora sería salir de su sitio. La señora se sorprendió, y dio un feroz grito:
- ¡Aaaaahh! ¡Tenga más cuidado, niña torpe! – me gritó la señora, que por voz parecía vieja de setenta años. Sentí que era mi mamá; no por vieja, sino por gritar. (Si le digo que está vieja, me mata. Es más, a cualquiera. Jajaja, a mí siempre me da risa cuando alguien le dice que es vieja). Respecto a la reacción de la señora, sí, fui muy torpe. Mejor grítamelo justo en mi oído.
- ¡Está bien! ¡Tendré más cuidado! ¡Discúlpeme! ¡No tiene por qué gritar así! ¡Sólo es agua! ¡Nada más! – grité defendiéndome. Quería gritar más, o hablar aunque sea, pues antes de orinarme no podía decir ni una sola palabra. Qué libre me sentía al por fin hablar claramente, y… y n… no… ooo… aa… sss… ssíí como hablaba antes. Qué cólera que por tan solo aguantar mi orina no haya podido hablar fluido como ahorita con la señora. Al fin y al cabo, ya no tengo por qué enojarme. Sólo fue una necesidad que no pude atender a tiempo.
- Ah, perdón. Es que pensé que te habías orinado ahí en el piso o algo similar. Igual ten más cuidado – contestó algo arrepentida la señora. Cuando dijo eso, sentí una gran presión en mi corazón, como si estuviera gritando porque alguien lo está aplastando. Podía escuchar hasta cómo latía, y podía ver cómo mi pecho se contraía rítmicamente. Entré en un corto periodo de pánico. Perdí la conciencia por un segundo. Me mareé, pero antes de caer, me apoyé con mi mano. Si esa señora sale de ahí, me quedaría sin dignidad en el momento que ella vea el charco de pis que efectivamente, según lo que pensó la señora, era real. No había otra alternativa que yo. La señora sale, me ve, y automáticamente diría en un instante en su mente: ¡Esa niña acaba de orinarse en el suelo! Y la noticia sería expandida a todas partes. No podía decir que alguien más vino y se ha orinado aquí, pues me atraparía al yo haber dicho una mala excusa como esa.
Seguí limpiando el gran charco de pis. Cogí el trapo y lo arrojé sobre mi pis que ya estaba fría como el agua del balde. Cayó y se mojó al instante, sin dejar rastro de sequedad. Estaba todo de un color más oscuro, como mis shorts, pero muy oscuro comparado al color normal. Lo dejé ahí para que absorbiera todo el pis que pueda, luego lo saqué, y exprimí el trapo en el lavatorio. Era todo blanco, y por mi pis que ahora se escurría por ahí, ahora está de un tono amarillento. Repetí ese procedimiento varias veces lo más rápido posible antes de que alguien más viniera a este baño o vengan las ratas estas para verme toda orinada, o salga esta señora de ahí.
Después de haber lanzado como diez veces el trapo, me percaté de algo malo. Mis shorts habían secado un poco. Estaban un poco secos de los costados de las mangas, pero el hecho de haber secado les dio un ligero mal olor. Me preocupé aún más. No quería que ese olor llegase a las narices de todos, pues la orina tiene su olor característico cuando llega a secarse en la ropa de alguien, y yo tenía ese olor que salía de mis piernas. Empecé a acelerar el paso. Lo malo de limpiar este charco de pis es que por ser muy grande, iba a demorarme bastante, y me faltaría tiempo antes de que la señora salga; y como ahora estoy apurada para que nadie llegue a oler mis shorts, tenía que hacer todo de golpe; y el ruido que hacía el trapo cuando chocaba contra el suelo, iba a delatarme. Sentí miedo, pues una chica de mi edad no haría este tipo de cosas de una manera extraña como la que yo estoy haciéndolo, aparte, ¿qué clase de chica se pone a limpiar de la nada un baño con un trapo? Lo más bizarro de este momento de limpiar es que la señora no me ha dicho nada por eso mismo que mencioné, lo cual es bueno, pues no quería que llegue a sospechar de mí. Mejor no sigo estresándome, sólo terminaré de limpiar este maldito charco de pis antes de que salga de ahí y luego me largo para siempre de este baño. Sólo que ahora lo limpiaba más despacio para que no sospeche de nada. Creí que iba a ser efectivo, hasta que de repente la señora suelta…
- Niña, ¿qué estás haciendo? – me quedé helada. No me moví para nada. Sólo presté atención a la respuesta que estaba preparando mi mente.
- ¿Yo? Nada, sólo estoy limpiando el piso – dije. Tanto me quedo pensando para una respuesta de esta calidad tan mala. Es que es increíble.
- ¿Y qué haces limpiando el piso si la señora de limpieza acaba de salir de aquí? Tú deberías estar en tu sala viendo tu película – “¿Y a ti qué te importa?”, pensé. “¡Lo limpio porque quiero y punto!”
- Es que… - de repente, mi mente tuvo una gran idea. Mientras seguía limpiando el piso, dije todo lo que pasó cuando entré a este baño: – Un grupo de chicas vino y lo único a lo que se dedicó fue a jugar con la comida que recientemente han comprado, y entre esa comida había una caja de jugo de naranja. Hicieron de este baño una calle de carnavales, y tiraron este charco de jugo de naranja que ahora yo estoy limpiando. Nada más. Es que no quería que el trabajo de la señora al limpiar este baño se vea arruinado, pues se fue sin darse cuenta. Estaba botándolas con su escoba, pero luego una de ellas tiró la caja. Justo estaba entrando yo, por eso la vi.
Y lo que terminó de destrozarme y desilusionarme:
- Entonces, ¿quién era esa chica que la señora dijo que estaba por hacerse pis? – aquí es donde casi me doy por vencida, hasta que simplemente pensé un poco y dije en parte lo que me pasó:
- Era yo. Estaba en muchos problemas, pues el baño de al fondo estaba cerrado, y la sala queda cerca de ese baño, que desde acá queda lejos, y desde allá tuve que caminar hasta acá. No podía aguantar más. Por eso dijo que mis shorts estaban mojados un poco, pues porque lo estaban. Necesitaba venir urgentemente, y lo conseguí. Ya que terminé de orinar, quise limpiar el charco de jugo que dejó la chica antes de irme.
- Aah, ya. Perdón por el casual interrogatorio. Sigue limpiando. – Mi corazón se tranquilizó, y suspiré de la nueva sensación de alivio. Pensé que me iba a descubrir, y eso sería lo peor. ¿Y quién se cree esta señora para preguntarme esas cosas de tal repentina manera? ¿Qué le importa? ¿Y encima me deja aquí tirada con su "sigue limpiando"? Al menos ya terminó con su “casual” cuestionario. Tristemente, ese alivio duró tan solo un par de segundos - ¿Quieres que te ayude?
Sin dudarlo, contesté:
- No, gracias, yo puedo sola. A pesar de ser un gran charco, igual puedo. No se preocupe señora, ya casi termino. – Mi voz estaba un poco temblorosa y débil, y si no lo controlaba, todos esos hechos que argumentan mi excusa directamente a la basura. Es que pienso que ya me ha descubierto, y hace como que quiere saber cómo es que hago para defenderme por mi cuenta, haciéndome toda esa bola de preguntas. Tengo miedo.
- ¿Estás segura? – preguntó la vieja creída.
- Sí, ya termino – insistí. No podía controlar mi voz, sin embargo, por decirlo fuerte, no se notó mucho lo tembloroso. ¿Qué tanto me preguntas? ¿Qué te importa? ¡Sólo sigue encerrada ahí y no salgas hasta que me vaya!
Me faltaba la mitad del charco por limpiar, hasta que de repente, mi corazón se detuvo de nuevo cuando la señora empezó a subirse sus shorts. ¿Qué creen? Era de la misma marca que yo usaba. Empecé a temblar de los nervios y limpié lo más rápido que pude. No puedo dejarlo todo ahí tirado, o sino, como el trapo se quedaría oliendo a pis como mis shorts, me delataría. No tenía en dónde llevar el trapo, pues si los ponía en mi bolsillo, iban a apestar terriblemente, porque, ¿quién sabe por dónde habrá estado circulando ese trapo? ¿Qué clase de suciedad aparte de mi pis habrá estado recogiendo y llevando de un lado a otro? Aparte de que ni siquiera es mío, no podía llevármelo, pues por algo le damos dinero pagándole al cine por entrar, para que con un poco de ese dinero, mejoren la calidad de servicio de atención, limpieza, y esas cosas. Me sentí responsable al pensar en eso, pero igual estaba muy nerviosa, pues en cualquier momento, esta señora se levantaría de su inodoro y abriría esa puerta. Ojalá que se quede atorada como a mí con la puerta de la sala. Aún me falta limpiar un poco más. Debía salir de aquí antes de que saliera esta señora que usa los shorts de la marca que actualmente está de moda. ¿Cuánto tiempo estuve orinando para tener que demorarme tanto en un charco tan inmenso como el que tengo en frente? Como sea, ¡no me desconcentraré de limpiar este congelado (bueno, no tanto) charco de pis y saldré aunque sea con los shorts mojados!
El charco ahora era pequeño, era del tamaño cuando empecé a arrodillarme cuando estaba orinando. Igual necesitaba un poquito más de tiempo. Mis shorts empezaron a desprender un no tan desagradable olor. No era tan desagradable para mí, pero creo que para los demás sí lo será.
Seguí limpiando. No quería que me viera, pues si mis shorts orinados huelen mal, ¿qué será de mi pis sola? ¡No puedo ocultar el olor de mis shorts! El charco ya estaba por desaparecer, sólo un par de trapeadas más, pero el suelo se iba a quedar con el aroma de mi pis, y dudo que a alguien le guste ese aroma. Antes de dar la última trapeada, busqué en la compuerta con pocas esperanzas a ver si había algún perfumador, detergente o algo que quitara el olor de pis. ¡Sí había uno! Si tanta mala suerte he tenido de haber bebido tanto y orinarme, ¡ahora la suerte está a mi favor! Lo cogí inmediatamente. La botella estaba llenecita, como lo estaba mi vejiga. En ese momento, dudé en abrirlo, pues algún señor de limpieza notará que ya se ha usado. La botella estaba sellada, y al quitarle el sello y la abran, se habrán dado cuenta.
- ¡Ay! ¿Qué importa? ¡Igual va a tener que usarse pues porque por algo lo han comprado! - murmuré para mí misma, mientras abría el limpiador.
Trapeé de nuevo el piso, desapareciendo por completo el charco de pis. Mis manos se habían quedado oliendo a pis un poco. Me las lavé junto con el trapo, y luego puse un poco del limpiador en el piso. Olía a naranja. Lo olí un par de veces más. Es que me recuerda tanto al rico jugo de naranja que hoy en la tarde tomé (que no debí tomar).
¡No te distraigas! ¡Termina de trapear! ¿Tan fácilmente me distraigo? Eché un poco más en el trapo, y lo solté en donde me había orinado. Empecé a trapear con fuerza para que se vaya el olor lo más posible, pero cuando hice eso, la señora había jalado la palanca del inodoro. ¡Todavía no! ¡Aún me falta guardar el balde, lavar el trapo y dejar todo como estaba! ¡Yo no debería estar aquí, sino con mis padres viendo la película y no trapeando un estúpido charco de pis!
Se me aceleró el corazón. No lavé el trapo de nuevo. El charco había desaparecido del suelo, pero no de mis shorts, que aún se notaban mojados. No me puse el limpiador en mis shorts, pues el propio nombre lo dice: Limpiador de piso, y no de shorts. No decía que no limpiaba shorts, pero ¿y si los químicos del producto reaccionan mal ante mis shorts? ¿Serán tóxicos? ¿Mis shorts se quemarían o perforarían o algo? Mis shorts son resistentes ante las manchas, ¿y si esa resistencia es proporcionada por algún químico que se encuentra en mis shorts? Por precaución no lo hice. Mis shorts ya estaban de pis, y no quiero que terminen peor que orinados. Miré la etiqueta, decía algo sobre tela teñida. No le di importancia, pero igual no lo hice. Miré todo eso a la velocidad de la luz, luego guardé rápidamente el balde con el trapo colgando, y al costado puse el limpiador.
Mi corazón seguía latiendo fuertemente. El plan de mi misión de escapar sin que la gente sospeche no estaba armado. No había hecho nada al respecto. ¡No debí haber limpiado el charco! ¡Hubiese ahorrado mucho tiempo! Pero bueno, ya lo hice. Agachada aún, cogí mi celular con las manos un poco mojadas. Por tenerlas un poco mojadas, se me resbaló, y recibí otro duro golpe en la palma de mi mano. Igual no pude coger el celular. Eso hizo que la señora tenga más ganas de ayudarme, sin saber que ya he terminado de limpiar.
- Ahora mismo salgo para ayudarte, niña – dijo la señora.
- Pero ya terminé de limpiar el charco de pis. De pis… que digo… de jugo de naranja. Lo siento, es que parecía pis. – No puedo creer la idiotez que acabo de decir. Casi malogro todo el plan, eliminando yo misma mi cobertura de inocente.
- ¿Pis? – empezó a sospechar por lo que dije.
- No, no es pis – dije entre risas falsas –, tan sólo parecía. Nomás digo. - Pensé que me había salvado.
La señora aún no salía del baño. Podía escuchar de ahí adentro el sonido de un cinturón. “Ufff, menos mal”, pensé, pues le faltaba acomodarse el short. Suspiré ante tal sosiego que varias veces se hizo presente.
Cerré la compuerta, y cuando estaba por levantarme, a la señora se le ocurre abrir la puerta. “Ya fue”, pensé. Rápidamente, pensé en actuar naturalmente, como si nada me hubiese pasado, aunque mis shorts estuviesen mojados. Me levanté, un poco nerviosa.
- ¿Ya ve? Ya está limpio, y huele bien, huele a naranja – dije mientras cogía mi celular. No fue imprescindible decir que huele a naranja. Ahora ella querrá oler, y no quería que de casualidad huela mis shorts. Me alejé del sitio donde me oriné, que ahora huele rico. La señora se acercó y olió exhaustivamente. Me llamó la atención todo el ruido que hizo con su nariz. Estaba yo al costado de la señora, alejada para que huela, y se escuchó un “sssssssssssssssss” de su nariz. Hasta sus mocos se los ha tragado completamente. Qué tal olfato que tiene esta mujer que sin agacharse ha captado el atractivo olor a naranjas desde el suelo, más los mocos. Que tenga ese mismo olfato para las naranjas y no para mi pis.
- Guau, me sorprende que limpies mejor que los señores de limpieza. Buen trabajo y bien hecho, niña. Aquí nadie hace bien su trabajo, y al parecer tú eres la excepción. – me dijo. ¿En serio he limpiado mejor que los señores de limpieza? No, no lo creo, ¿de verdad? Entonces, estresarme me va a servir para lavar los platos de la casa, ya que mi mamá anda repitiéndome de que no los lavo bien. ¿O sólo es simple sarcasmo de la señora? Espero que no.
Me motivé ante ese halago, enderecé mi columna y puse mis muñecas en mi cintura. A continuación, con voz salvaje, ojos brillantes y shorts mojados, declamé:
- Así es. Gente como yo hay pocos de los que hacen bien su trabajo. – Eso no sonó nada a mí. Parecía una presumida que decía que nadie hace bien las cosas menos yo, y me dio vergüenza.
- Hasta luego – se despidió la “amable” señora. Lo digo de esa manera pues no me gustó cómo es que me trató respecto a la gritadera que me dio cuando boté agua del balde y todas esas preguntas que me hizo. Iba a cruzar la puerta del baño.
- Haah~ - suspiré de nuevo porque sentí un gran alivio al saber que la señora se iba del baño sin decirme nada. Qué suerte que no haya descubierto que me oriné en mis shorts. No fui veraz con ella porque aquí la gente es muy quisquillosa con todo lo que ve, e inmediatamente te juzga por cualquier cosa que hagas. La mayoría de veces te juzga para mal, incluso mintiendo, y no quería que mi contratiempo llegase tergiversado al resto de las personas; y ser veraz, ¿de qué serviría?
Observé a mi alrededor, luego contemplé mi invisible trabajo, y empecé a armar el plan. La película no terminaba, pues dos horas en todo este trayecto no creo que hayan pasado. Por lo menos una hora, ojalá, y que el tiempo pase rápido. ¿Cómo voy a poder estar en la sala con mis shorts oliendo a pis sin que la gente se dé cuenta? Tendría que estar parada como máximo, y estar atrás sin moverme, o recostada sobre la puerta. Mis padres estarían buscándome, pues siempre me hacen preguntas a lo largo de toda la película. Preguntas como: “¿Te está gustando?” “¿Te asustó?”, o también cosas como “Ese actor trabajó conmigo” “¿Quieres gaseosa?” y eso. Supongo que mi papá va a jalarme bien fuerte de las orejas cuando me encuentre, pues de seguro ya quiso preguntarme algo. Aun no entiendo cómo no se dio cuenta de que yo estaba tratando de levantarme de mi butaca y de que yo estaba hablándole al señor de mi costado. De alguna forma, tengo que llegar hasta la sala sin que nadie me vea, o vea mis shorts. ¿Cómo voy a hacer eso si ya van a ser las nueve de la noche, la hora en la que más gente llega? Me extraña que nadie venga a este baño… ¡Cierto! ¡El otro baño! Quería ver si ya estaba abierto, pero tenía que asomarme por la puerta de este, y si lo hacía y la gente me veía, creerán que he hecho algo malo, creyendo que no quería que me vieran, y sospecharán. ¿Quién sabe si el grupito de ratas estaba viniendo o husmeando cerca de aquí? No me asomé hasta el momento en el que pudiera salir del baño con mi plan bajo la manga ya listo.
Creo que mi misión es más audaz que la anterior, pues antes no tenía vergüenza, y ni siquiera debía tenerla, pues ahora corro el riesgo de que la gente hable mal de mí. Cualquiera que haya visto que quería orinar, pudo pensar: “Esa chica quiere ir al baño muy urgente”, y nada más, como el chico con el que me tropecé al salir de la sala, aunque creo que no descubrió que quería orinar. Qué desatento, era algo tan obvio en cuanto a mis expresiones. Bueno, ese tipo de personas me dejaría en paz. Ahora, cualquiera que me vea, dirá: “Esa chica se ha orinado encima”. Depende de la persona si la impactante noticia se la guarda para sí mismo o lo cuenta para los demás. Yo creo que es mejor la primera opción, porque ¿a quién le interesaría si alguien se orinó encima? Bueno, sí interesa, pero de tal modo de que descubres a esa persona y luego la dejas ahí, o vas a ayudarla o algo; pero no. Seguirían mirándome y riéndose de mi accidente. ¡Maldita sociedad! ¿Qué me verían? ¡Sólo me hice pis y ya! ¡Ni que fuese a morirme! Bueno, me moriría de la vergüenza. Pero ¿qué puedo hacer con mis shorts? Huelen mal y están mojados, y no iba a poner el limpiador ahí. Tampoco me puse jabón porque esta clase de ropa no podía lavarse así nomás y porque ya tiene su olor característico, aparte de que el jabón líquido de este baño tiene aloe vera, y es frustrante tener que quitarlo. Nunca sabré si es característica de lavarse con el jabón líquido o del aloe vera.
Me gustaría tener algún abrigo para atármelo en mi cintura y cubrir mis shorts. Se mojaría ese abrigo, pero no por fuera. No tengo uno puesto porque estamos en época de verano, y a pesar de todo el frío que he sentido por el aire acondicionado, el viento de la calle, y todo eso; si hubiese tenido puesto el abrigo, iba a sudar a chorros, y tendría que beber más agua, considerando que en ese tiempo tenía ganas de orinar. Busqué con la vista alguna botella para que cuando salga me vierta un poco, aunque se moje mi polo, para que así, las personas que me vean tengan en cuenta que se me ha caído agua, pero el olor a pis igual se quedaría en mí, y no podría beber el agua porque es del caño. Terminaría con un malestar estomacal, y quería comer mi hamburguesa cuando salgamos de aquí.
Cuando pensé en lo de la botella, la señora estaba lavándose las manos… ¡en el lavatorio sobre el cual he exprimido el trapo de pis! Mi corazón volvió a acelerarse. Tantas veces se ha acelerado que dentro de nada me daba un paro cardiaco. No se aceleró tanto como las otras veces, pero igual me puse ansiosa. No hice nada al respecto. Sólo dejé mi pose de persona optimista y me paré como yo misma. Aproveché que la señora no me veía para ver el baño que iba a usar antes de orinarme. Levanté la tapa, y alguna marrana no ha jalado la palanca. Era imposible ver el agujero de aquel inodoro. ¿Qué habrá comido antes de venir? Jalé la palanca con un poco de asco, y no funcionaba. ¡Qué calidad de mantenimiento! Sólo se encargan de la limpieza de los baños mas no de los baños en sí, por decir inodoros. Por algo son altos los precios de la comida y los tickets.
Dejé que la señora terminara de lavarse para secar mis shorts en la secadora de manos. Menos mal que se le cayó un poco de jabón líquido dentro del lavamanos. Así se iría un poco el olor a pis de ahí mismo. No sé por qué se despidió antes de lavarse las manos y no después. En fin, me quedé esperando a que la señora salga del baño de una vez por todas para poder quitarme nuevamente los shorts y secarlos aunque sea un poco con el secador. No tenía con qué secármelos que pudiera ser portátil, como un pañuelo o algo. Igual no sería suficiente, pues con todo mi short no podría.
La señora por fin terminó de lavarse sus manos. Mientras salía dándome la espalda, disimulé haciendo como que me lavaba las manos. Cuando iba a cruzar la puerta, vi que a la señora se le cayó un pañuelo. No se lo iba a pedir, pues corría el riesgo de que esté usado, y no sé qué limpia con eso. Tal vez su nariz. No hice nada más que “lavarme las manos”. Se agacha, y cuando cogió el pañuelo, me dijo algo que me resultó extraño:
- Niña, se te olvidó un pequeño charco aquí afuera. – No sabía qué decir. Tantas veces me hice la idea de que era jugo de naranja para actuar más naturalmente que ya no puedo relacionarlo con nada. ¿Por qué habrá otro charco? Es pequeño, pero ¿cómo está allí si yo me he orinado aquí?
En ese momento recordé que el grupo de ratas me había cerrado la puerta y yo estaba retorciéndome ahí afuera. Me asusté un poco. Para alcanzarlo tenía que salir, e iba a resultar sospechoso que sólo mis brazos se muestren al exterior mientras están limpiando, ni siquiera alcanzaban. No iba a dejar que la señora limpie ese pequeño charco. No sabía qué hacer: limpiar ese pequeño charco o decirle que por favor lo limpie, aunque si lo hace, su pañuelo quedará oliendo a mi pis; o simplemente darme por baja y confesar todo lo que me pasó. Obviamente ser veraz no funcionaría, pues por ser una larga historia que no tiene válida justificación de que me haya pasado. (Podría decir normalmente que bebí mucho líquido, pero me contradiría la afirmación de haber ido antes, sin duda).
- ¿Limpio este charco yo? – dijo la señora. Pensé que ya había terminado de hablar, pero me puso una oferta en el siguiente plan: - Yo creo que sí, porque se ve que has trabajado tan duro limpiando ese grueso charco que ha quedado bien limpio.
He trabajado duro tratando de llegar a este baño, y sí, también limpiando el charco. No podía decirle que no, pues me lo dijo amablemente. Pero cuando iba a decirle que no, ya había recogido el pañuelo. Vi cómo acomodaba su mano para limpiar el charco. Era pequeño, pero siempre he visto que cuando limpian algo con un paño, se expande por casi todo este.
- ¡No! Es decir, no lo limpie, yo lo hago. No se preocupe señora – se me salió de la boca inesperadamente. Creo que ya me he delatado yo misma por gritar así.
- ¡Está bien, pero no me grites! ¿Qué pasa?  – me reclamó.
- No… nada… es que… simplemente no quise que usted no lo limpiara. Es sólo un pequeño charco, yo lo hago – se me notó un poco angustiada.
- ¿Te pasa algo? – Dijo la preguntona señora - ¿Hay algo que no quieras decirme o un secreto?
No sabía cómo reaccionar. De repente, quería matarla por hacerme tantas preguntas, ahora quiere mi confianza para mantener un secreto. ¡Ni siquiera la conozco! Pero si no la conozco, lo más probable es que se olvide de mí cuando ya no recuerde que me he hecho pis. Ni siquiera sabe mi nombre, y hay tantas Carolinas alrededor del mundo que se reunirían miles del mismo nombre si gritaran fuertemente. Por lo tanto, consideré que mi segunda misión no estaba fracasada, pues tal cual yo solo soy una persona que se ha orinado encima, ella es sólo una persona que lo sabrá.
¡Mi rostro! Cogí varios de mis cabellos y cubrí la mitad de mi rostro. No me salió tan bien, pero al menos tapaba en parte. También agaché la cabeza. Es obvio que eventualmente haga eso, y para colmo frente a un desconocido. Así que tuve que decir lo que me pasó. Mi corazón latía lento pero con fuerza. No debí haber gritado de esa manera, así la señora aunque sea se hubiese ido. Mi cuerpo empezó a vibrar de la vergüenza y me irrité de nuevo. La suerte sólo me observó y se fue.

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