Primera Noche

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La carretera sola, perdida en el manto de la oscuridad y el silencio. La noche como espuma ciñe el ambiente, al fondo en el horizonte salen unos escasos rayos de luz. Las nubes los abrazan, pero aún así luchan para alumbrar el camino de las almas de la tierra.
Perdidos en la nada, de una vía sin fin. Yacen dos seres que lo único qué pasa por sus mentes, es la idea de amar el tiempo que están juntos. Donde el mismo, se detiene y sede al deseo, al ser quien sea con esa persona que te complementa y hace que tu interior, pase de: pasivo a volátil.

La locura se apodera de la situación y las horas se convierten en cortos segundos eróticos.

Llegan al paradero que los acogerá, en esta tiniebla ocasional. Al apagar el motor del automóvil que los conducía, la soledad en sus oídos fue abrumadora. Él, la ayuda a salir del auto, sostiene el abrigo que la protegía del clima. Y proceden a entrar a la cabaña de madera, con techo de metal donde pasarán la noche.

Ya dentro y descansados, luego haber podido alimentar sus estómagos. El joven invita a su acompañante a sentarse junto a él, a pocos metros de la chimenea. Ella sonrió en muestra de
agrado y asintiendo a la propuesta. Sólo los alumbraba la flama brillante de las llamas, el leyó su mirada y comprobó que deseaba, lo que él en su mente tenía. La tomo del mentón con un tímido, pero seguro gesto colocando sus dedos sobre ella. Inclinó tan solo un poco, pudiendo sentir sus respiraciones uno en el rostro del otro. Se detuvo por  instantes, disfrutando ambos la sensación que les invadía.

Lento, fue deslizando y aproximando más sus labios a ella. Sin dejar de saborear con el tacto, el rico aire y olor de su amada: la besó.

Una nueva guerra se ha declarado entre las frontera de la calma y la tempestad, que nutren el la batalla de besos, caricias y suspiros.

Se le escapan sonrías que no pueden retener, la sensación les provocan e invitan a más. Él motivado por su interior y la aceptación de ella, prolongó sus manos a otros terrenos de su piel. Como un río que nace en las montañas y defiende por ella, fue bajando por su cuello, apenas rozando con la punta de sus dedos. Su boca no se había retirado ni una segundo de la de ella.

Se acomodó en el lecho que lo sostiene y recostó a su fiel acompañante en sus piernas. Sin perder de vista sus ojos, fue rasgando la tela que cubría el cuerpo que descansaba en sí. Ella, se incorporó con ayuda de él, para proceder a dejar sin follaje al tronco que le acompaña.

La Luna pudo escapar de las nubes que la encarcelaban y se posicionó en junto a la ventana, que les alumbraba el rostro.

Ella rastrillaba con sus manos la espesa barba, que como pasto cubría el rostro que apenas ve. Suspiraba hondo conforme a una sensación de húmedos masajes, en sus pendientes coronadas.

Entre abrió las piernas y se sentó sobre él. Para estar más cómoda. Él la sostenía con masajes por la espalda.
Ella se entrelaza los dedos de las manos en su pelo. Mientras que unas lágrimas, desvirgan sus ojos y describen un cauce. Afluentes del océano que bañan el cuerpo de su Poseidon.

El rojo de la alfombra es único testigo. Junto al espejo detrás de ellos, donde en él quedaron atrapados sus reflejos excitados.

Sie7e NochesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora