Capítulo III

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La jornada escolar por fin había culminado. Un joven de cabellos alborotados se disponía a salir del aula para dirigirse a su práctica de basket, sin embargo; una mano lo tomó por su brazo, impidiendo su avance.

-¿Vegeta? -el pelipalmera lo miró confundido por la acción del otro.

-Kakarotto ¿podemos hablar?

-¿Tiene qué ser ahora? Porque tengo práctica.

-Sé que tienes práctica, pero esto es muy urgente -el más joven miró como los demás alumnos iban saliendo del salón, antes de volver a hablar.

-Tienes cinco minutos, pero ni más. Soy el capitán del equipo, y una de mis responsabilidades es ser puntual.

-Gracias. Bien, escucha, esto te va a sonar una locura, pero tú y yo estamos casados -el de mirada inocente lo observaba sin entender.

-Vegeta, no tengo tiempo para éstas cosas. Déjate de juegos y ve directo al grano.

-No estoy jugando, tú eres mi pareja en el futuro. Ambos nos casamos y vivimos felices... Yo... No sé que pasó, pero ésta mañana al despertar me hallaba en mí antigua habitación, volviendo a tener diecisiete -Gokú rió.

-Por favor, Vegeta. ¿de dónde sacaste esa historia? Seguro y fue un sueño que tuviste al imaginar como sería la vida conmigo. Sí eso es todo lo que tienes que decirme... -intentó salir, pero el mayor se lo impidió.

-¿En serio crees qué es todo un invento? -preguntó acorralándolo en la pared.

-V-Vegeta -artículo nervioso.

-Sí fuera mi imaginación, explícame porqué sé tú mayor secreto.

-¿M-mí mayor secreto? -preguntó nervioso.

-Así es, yo sé que eres capaz de tener hijos.

Los ojos de Gokú casi salen de sus órbitas al escuchar la frase de Vegeta ¿Cómo lo sabía? Los únicos que estaban enterados eran sus padres y su hermano mayor ¿acaso Vegeta era una especie de acosador?

-E-eso n-no es ci-cierto -intentó ser convincente.

-Kakaroto a mí no me puedes mentir. Sé todo sobre ti. Eres doncel, tenemos un hijo llamado Vegetto, una mezcla de tú nombre y el mío. Siempre deseaste que el nombre de tus hijos fuera una fusión de tú nombre, más el de la persona a que amas... ¿aún piensas qué es mí imaginación? -El joven de cabellos alborotados solo lo observó. Por alguna razón se sentía vulnerable frente al mayor.

-Por favor no digas nada -pidió con la voz quebrada.

Él no se quejaba de ser doncel, sin embargo; no se sentía a gusto con serlo. Temía que lo hicieran menos, lo rechazaran, se burlaran y/o inclusive abusaran de él. Había escuchado de muchas historias para nada agradables acerca de donceles que lo habían pasado realmente mal, no quería ser uno más.

-Cariño. Jamás diría algo que te vaya a lastimar, y lo sabes -acarició las mejillas carmesí del menor.

-¿De verdad? -preguntó esperanzado. El mayor asintió- ¡Gracias, Vegeta! -lo abrazó con fuerza.

-De nada, mi pequeño -le correspondió el abrazo de manera protectora- ¿sabes? Me debes una salida.

-¿Eh? ¿Una salida?

-Sí. Sería como un tipo de recompensa por guardar tú secreto.

-No era necesario que me chantajearas para salir contigo, yo con gusto lo haría por voluntad propia -Vegeta separó su abrazo para verlo.

-¿Lo dices en serio?

-Muy en serio, a pesar de que no nos conocemos para nada, me gusta estar contigo. Es agradable -se sonrojó.

17 OTRA VEZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora