Antes del crepúsculo acamparon en una colina, junto a un riachuelo. El hombre
dijo que el esforzado caballo gris se llamaba Tatus.
-Es la abreviatura de Incitatus, en honor del corcel que el emperador
Calígula amaba tanto que lo convirtió en sacerdote y cónsul. Nuestro Incitatus es
un efímero animal de feria, un pobre diablo con los cojones cortados -dijo
Barber.
Le enseñó a cuidar del caballo castrado, a restregarlo con manojos de hierba
suave y seca y luego a permitirle beber e irse a pastorear antes de ocuparse de
sus propias necesidades.
Estaban al raso, a cierta distancia del bosque, pero Barber lo envió a buscar
madera seca para el fuego y tuvo que hacer varios viajes hasta formar una pila.
Poco después, la hoguera chisporroteaba y la preparación de la comida empezó
a producir olores que le debilitaron las piernas. En un puchero de hierro, Barber
había puesto una generosa cantidad de cerdo ahumado, cortado en lonchas
gruesas. Sacó buena parte de la grasa derretida, y al cerdo añadió un nabo
grande, varios puerros cortados, un puñado de moras secas y algunas hierbas.
Cuando la poderosa mezcla terminó de cocerse, Rob pensó que nunca había olido
algo mejor. Barber comió impasible y lo observó devorar una generosa ración.
Le sirvió una segunda en silencio. Rebañaron sus cuencos de madera con trozos
de pan de cebada. Sin que nadie le dijera nada, Rob llevó el puchero y los
cuencos hasta el riachuelo y los frotó con arena. Tras regresar con los cacharros,
Rob se acercó a un matorral y orinó.
-¡Benditos sean Dios y la Virgen! ¡Ése es un pito de aspecto extraordinario!
-comentó Barber, que se había acercado súbitamente.
Rob cortó el chorro antes de lo necesario y ocultó su miembro.
-Cuando era bebé -explicó, tenso- sufrí una gangrena... ahí. Me contaron
que un cirujano quitó la pequeña capucha carnosa de la punta.
Barber lo miró sorprendido.
-Te extirpó el prepucio. Fuiste circuncidado, como un pijotero pagano.
El chico se apartó, muy perturbado. Estaba atento y expectante. La humedad
llegaba desde el bosque, por lo que abrió su hatillo, sacó su otra camisa y se la
puso encima de la que llevaba.
Barber extrajo dos pieles del carromato y se las arrojó.
-Dormimos a la intemperie porque el carromato está lleno de todo tipo de
cosas.
Barber percibió el brillo de la moneda en el hatillo abierto y la recogió. Ni le
preguntó dónde la había conseguido ni Rob se lo dijo.
-Lleva una inscripción -dijo Rob-. Mi padre y y o... supusimos que
identifica a la primera cohorte romana que llegó a Londres.