El sueño había terminado y el encantamiento había llegado a su fin, los adolescentes de último año volvieron a la ciudad a seguir con la rutina de cada día, cosa que para los demás era sencillo. Pero para Amara y Emir eso significaba verse pocas veces fuera de la escuela y fuera significaba, claro está, en la biblioteca.
Sus padres le habían hecho muchas preguntas a Amara, cualquier cosa que delatara si había hecho algo malo, pero Amara ya se había preparado para eso y dejó en claro que lo único que había hecho fue divertirse sanamente con sus compañeros de clase.
Por otro lado a Emir sus padres no le preguntaron nada, después de todo nadie sabía de la existencia de su novia y a nadie de su familia le importaba si había hecho algo bueno o malo en el retiro.
***
El martes, de regreso a clases, todo transcurrió normal hasta la hora del receso. Había un gran bullicio en la cafetería, los cuales aumentaron en cuanto Emir y Amara aparecieron por la puerta. Ambos se sentaron en la mesa en la que usualmente lo hacían y comenzaron a charlar.
— ¿Qué crees que esté pasando? Todo el mundo está alborotado — Comentó Amara.
— No lo sé, no importa. Sabes que lo mejor es mantenernos alejados de los problemas y chismes. — Le respondió Emir, restándole importancia al tema.
Amara asintió y siguió hablando con su novio acerca de cuándo irían a la biblioteca. Luego de unos minutos, un chico pasó cerca de ellos y lanzó una carpeta negra en la mesa, que tenía por decoración sus nombres escrito a mano, encerrados en un corazón coloreado a lápiz. Ambos miraron la carpeta confundidos y luego a los demás presentes en la sala, todos estaban en silencio esperando a que uno de ellos viera el contenido dentro de esta.
Amara fue la primera en recoger y abrir la carpeta, había fotografías de ambos en el balneario, cuando llegaron, ambos bajando del autobús, los dos en sus respectivas habitaciones, fotos dándose besos en las piscinas naturales. Amara sonrió, le pareció un lindo gesto de parte de quien sea que haya hecho la carpeta de recuerdos. Pero su sonrisa se desvaneció cuando al pasar la hoja, se encontró viéndose a sí misma desnuda a través de una ventana: la ventana de la habitación en la que había hecho el amor con Emir. Comenzó a pasar las hojas rápidamente y a medida que pasaba, su vista se volvía borrosa a causa de las lágrimas. Sentía la cara caliente y que el aire a su alrededor se acababa.
Emir vio que su novia no se estaba sintiendo bien y arrebato la carpeta de sus manos, también vio lo que ella había visto, la última imagen los mostraba a los dos desnudos entre las sabanas y arriba citaba ''después de todo a la desabrida le gusta el picante'' la foto fue antes de que Amara se levantara y se fuera. Por eso la puerta estaba abierta. Alguien había entrado y había hecho esto.
Emir sintió la furia recorrer todo su cuerpo, estrelló la carpeta contra la mesa y se levantó.
— ¡¿Quién fue el responsable de esto?! — Gritó, hecho un manojo de rabia. — ¡¿Quién lo hizo?! — Repitió una vez más.
Recordó al chico que dejó la carpeta en su mesa y lo buscó con la mirada, estaba a dos mesas de donde estaba Emir. Caminó con pasos largos hacia él. El chico quiso correr, pero cuando sus piernas quisieron reaccionar, ya era demasiado tarde. Además no tenía ninguna ventaja frente a Emir pues estaba en mejor forma que él.
— ¿Tú hiciste eso? ¡Eres un enfermo! — Emir lo tenía cerca y lo cogió del cuello de la camisa. — ¡¿Por qué lo hiciste?!
— Yo... yo no... yo no lo hice — El chico estaba nervioso, pero logró balbucear algo. — Eso... me... me lo dieron.
— ¿Quién? — Preguntó Emir cerca de su rostro.
— No... no lo sé — El chico estaba a punto de llorar — Cuando llegué... ya... estaba sobre la mesa.
— Emir, ya déjalo. — Amara estaba detrás de él, le había puesto la mano en el hombro, para que se apartara.
Emir se quedó mirándola y le dio la espalda al chico, que salió huyendo como un perro lastimado, vio que ella tenía encima su bolsa y la de él. Quería salir de ahí y lo único que había hecho él es formar más alboroto. Por suerte ninguno de las directivas o profesores se había dado cuenta.
La tomó del brazo y salieron de la escuela, saltándose el resto de clases que les quedaba por ver. Entraron a su auto y condujo sin rumbo fijo, Amara iba llorando silenciosamente y Emir no sabía qué hacer para calmar a su novia, le dolía verla así y al mismo tiempo se sentía inútil porque no había podido protegerla de las burlas ni de las miradas de los curiosos. ¿Pero cómo podía él adivinar que esto pasaría?
— Emir, ¿qué vamos a hacer? — Amara habló por primera vez desde que salieron de la escuela, su mirada estaba perdida a través de la ventana, se habían detenido en algún lugar de la carretera.
— No lo sé... — Respondió Emir queriendo agregar algo pero sin saber qué.
— Pues... podríamos averiguar quién lo hizo. — Sacó algo de su bolsa, la carpeta negra llena de sus recuerdos en el balneario. — ¿Tienes alguna idea?
— Déjame ver.
Por más de que buscará un detalle que le mostrará quien había sido el autor de aquél desastre, no lo encontraba. Pensaba en las burlas que recibiría su Tomate, muy poco le importaba lo que dijeran de él, pero Amara era muy frágil y se podía desmoronar.
Pasaron horas pensando en qué hacer, cuando el silencio fue interrumpido por una llamada del celular de Amara.
— ¿Dónde estás, niña? — La voz al otro lado era de su padre — Ha pasado más de media hora desde que saliste de la escuela y no has llegado a casa. — Amara había olvidado completamente que tenía que ir a su casa.
— Eh... lo siento padre, ya estoy de camino, tuve que... pedir prestados unos apuntes de la clase de matemáticas. No entiendo muy bien y sé que tengo que sacar buenas notas.
— Más te vale que sea la verdad jovencita, te quiero ver aquí en menos de diez minutos.
— Está bien, padre.
ESTÁS LEYENDO
Jugada del destino
Short StoryExiste una época de la vida en la que pensamos que al estar con una persona lo tenemos todo. Que no habrá otra igual. Que su amor será infinito... y claro que existen casos como estos, pero ¿es así siempre? La mayoría de las personas saben que no, e...