Capítulo 11: Golpes

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El sábado en la mañana Amara corrió hacía la biblioteca sin siquiera desayunar, quería ver cuanto antes a Emir.

Al llegar, él no estaba por ningún lado, así que decidió marcar al número de teléfono que Emir estaba utilizando ahora. Estaba apagado. Ya comenzaba a impacientarse cuando alguien tocó su hombro y una rosa apareció frente a sus ojos. Cuando vio el rostro de la mano que sostenía la flor, lo abrazó, Emir había llegado.

Emir soltó un quejido de dolor, le dolía todo el cuerpo por los golpes.

— Lo siento, no recordaba. — Dijo Amara separándose de él y detallándolo con más cuidado, tenía una fisura en la boca y en la ceja. Además morados por sus brazos. Supuso que en otras partes estaría igual, pero ahí fuera no podía mostrarlos. Sus ojos se estaban llenando de agua, ella se había comportado como una estúpida creyendo que Emir la había abandonado mientras él estaba en el hospital.

— Hey, no pasa nada. Estoy bien, ¿si ves? — Tomó el rostro de Amara en sus manos para que lo mirará

— Ya lo sé, es que fui una tonta...

Amara quería abrazarlo, besarlo y acariciarlo, pero no quería lastimarlo más.

— Me gustaría ir a otro lugar. — Sugirió ella

— ¿Eh? ¿Qué hay de tu padre? ¿No te da miedo?

— Creo que tenemos tiempo suficiente para ir y volver. Solo quiero estar a solas contigo, sin que nadie nos moleste.

— ¿Quieres ir a la playa?

Ella asintió, cualquier lugar le parecía perfecto siempre y cuando estuviera con él.

— Siento mucho lo de ayer, si no te hubiera echado no estarías así.

— Dejemos de pensar en eso ¿quieres? Mejor salgamos de aquí, aprovechemos el tiempo.

Ambos fueron en busca del auto de Emir, sin percatarse de la persona que estaba dentro de un auto rojo observándolos.

***

Definitivamente, la combinación perfecta era la brisa del mar y los brazos protectores de Emir.

— No sabes cómo me gustaría sacarte de tu casa y poder vivir nuestra vida juntos. — Le dijo Emir.

— Créeme que quisiera lo mismo... — Suspiró y se acurruco más a él con cuidado — Emir, en pocos meses nos graduaremos, ¿qué será de nosotros? — Cambió de tema abruptamente.

— No lo sé, Tomate. — Emir fue tomado por sorpresa. — Hablemos de eso después, no quiero preocuparme por nada, solo disfrutar contigo de este momento de tranquilidad.

***

Por la tarde, Amara regresó a casa, sus padres estaban sentados en la mesa de comedor esperando por ella para cenar.

— Siento llegar tarde, voy a dejar mis cosas arriba, en un momento vuelvo.

Mientras estaba arriba se sacudió la arena que tenía encima y se cambió de ropa para que sus padres no notaran nada raro.

Durante la cena hablaron de lo que habían hecho en el día y qué había sido lo más significativo en la semana. Amara habló de sus buenas calificaciones, su madre de algunos casos judiciales en los que estaba trabajando y su padre, como siempre, de lo bien que le iba en la empresa.

Al finalizar, Amara se levantó dispuesta a recoger los platos, pero su padre la detuvo diciéndole que lo haría él. Su hija se extrañó porque nunca lo hacía y percibió algo raro en su mirada, algo no estaba bien. Al llegar al lugar de su hija, Eric levantó su plato y lo dejó caer en el suelo, haciendo dar un respingo a Amara en su silla. Ella se levantó para recoger los trozos rotos, pero...

— ¡Quédate donde estás! — Su padre la empujó y la regresó a su silla. Amara se asustó. — ¿Por qué me haces esto?

Amara no sabía qué hacer y buscó una respuesta en los ojos de su madre. Pero ella no le devolvió la mirada, estaba concentrada en su plato vacío. Regresó la mirada a su padre justo en el momento en el que una mano abierta se estrellaba contra su mejilla y la hacía caer de la silla. Por unos segundos ella se quedó ahí, sin saber cómo responder ante el golpe, no entendía por qué su padre hacía eso si se había estado portado tan bien.

La mano de su padre se abalanzó a su brazo y apretó fuerte para levantarla del suelo, dejándole marcas rojas ante la presión, otra cachetada la hizo tambalearse, pero no caer. Su padre desabrocho el cinturón de su pantalón y en un segundo, el cuero se estaba estampando contra la piel blanca de Amara.

— Por favor, ya no más. — Amara rogaba a su padre que parara.

— ¡¿Por qué te ves con ese muchacho a escondidas?! ¡¿Por qué?! — Amara entendió la rabia de su padre de inmediato.

— ¿De qué está hablando padre?

— No me quieras engañar Amy — La llamó por su diminutivo — Sé muy bien lo que has estado haciendo con ese muchacho y el porqué de tus tantas idas a la biblioteca. — Siguió golpeándola sin piedad, le golpeó el abdomen con una patada.

— Pa... dre... — Amara estaba llorando e hipando — No... más... por favor... — Esta era la primera vez que la golpeaba tantas veces.

— ¡Ya basta Eric! — Gritó la madre de Amara — ¡Déjala ya!

— ¡No te metas en esto! Rebeca.

Haciendo caso omiso, Rebeca recogió del suelo a su hija con cuidado de no tocar la piel rojiza a causa de los golpes, cosa que era muy difícil.

— Ve a tu cuarto Amara, ¡ahora!

Amara subió las escaleras tan rápido como lo permitieron sus piernas lastimadas. No entendía por qué tenía tan mala suerte. Al llegar a su habitación, su primer instinto fue tomar su celular y llamar a Emir.

— Hola Tomate, todavía no es hora de asomarme a tu ventana...

— Emir... no... vengas... mi padre — Lo interrumpió Amara aun hipando a causa del llanto.

— ¿Tomate? ¿Qué te pasó? ¿Por qué lloras? ¿Qué hizo tu padre?

— Solo... no vengas... por favor... — Amara colgó y gritó contra la almohada con todas las fuerzas que tenía. ¿Por qué no podía simplemente ser feliz?

Sintió los pasos de su padre subir por las escaleras, así que corrió a cerrar la puerta con seguro, no quería que su padre entrara y la siguiera golpeando. Estaba preocupada por su madre, tal vez también la había golpeado a ella, cosa que nunca había hecho o por lo menos no delante de sus hijas.

— ¡Amara! — Gritó su padre del otro lado — ¡Abre la puerta! ¡No me hagas buscar las llaves! — Amara se sentó con la espalda en la puerta mientras su cuerpo vibraba debido a los golpes que su padre le estaba propinando a la madera. No creía que su padre fuera capaz de romperla, aunque viéndolo bien, no sabía de qué era capaz su padre en estas condiciones.

No lo pensó dos veces, se levantóde donde estaba y vació la mochila de la escuela, fue hacia el armario y metióalgo de ropa, tomó algo de dinero que había estado ahorrando y brincó por laventana, cayó mal y se dobló el tobillo, para colmo de males. Sin embargocamino hasta donde pudo y paró un taxi.    

Jugada del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora