Capítulo 12: No

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Amara llamó a Emir cuando estuvo más calmada y lo suficientemente lejos de su casa.

— ¿Dónde estás? ¿Qué sucedió?

— Emir voy de camino a la biblioteca ¿puedes ir?

— Pero ¿qué te pasó?

— ¿Puedes o no? Emir, apresúrate.

Colgó y cuando llegó a la biblioteca, Emir ya se encontraba ahí, esperándola.

Emir quedó perplejo al ver la mejilla morada de su novia y lo rojo de sus piernas, además de la ligera cojera con la que caminaba.

— ¡Por Dios! ¿Qué mierda te hizo tu padre?

— Emir, él descubrió lo nuestro. — Amara se sentó en un banco cerca de la carretera — Me golpeó hasta que mi mamá se interpuso. No puedo volver a casa.

— Lo voy a matar. — Emir tenía la cara roja de rabia.

— No. ¿Puedo quedarme en tu casa?

El rostro de Emir se desencajo y Amara podía percibir vergüenza en su rostro.

— Amara... no... no puedes quedarte en mi casa. Mis padres no lo permitirían. Tengo ciertas libertades, pero no tantas.

— Entonces escapemos. Después de todo, eso quieres ¿no es así? Lo dijiste esta mañana. — Amara estaba desesperada.

— Sí, pero... no pensé que ocurriría de verdad. No tengo dinero.

— Entonces solo dices las cosas por decir, ¿no?

— Tomate, me gustaría ayudarte, pero es mejor que regreses a casa.

— ¿Qué? — Amara lo miró incrédula — ¿Quieres que regrese para que mi padre me mate?

— Lo que menos quiero es eso, pero no puedes quedarte en mi casa.

Amara percibió mucha negación de su parte, así que decidió no insistir más. Se levantó sin decir nada y regresó a la carretera, cojeando.

— ¿Qué vas a hacer Amara? ¿eh?

Pero Amara no respondió, no quería hablarle, solo quería largarse de ahí lo más pronto posible.

Ya no le importaba su pie, ni sus golpes, mucho menos el clima frío que mostraba la venida de la lluvia, caminó sin rumbo fijo, la única persona a la que le había confiado todo de ella, la abandonó sin rechistar. ¿Qué haría ahora? Si ni siquiera tenía a su hermana cerca. Pronto anocheció y entró al cementerio de la ciudad para tratar de dormir.

***

Habían pasado cinco días desde que habló con Amara y la incertidumbre lo estaba volviendo loco, no podía comer ni concentrarse en clase. Tal vez si hubiera hecho algo más, Amara estaría con él en la escuela y hubiesen mandado a freír espárragos a su padre. Cuando estaba pensando en todos los ''y si...'' el director irrumpió en el salón.

— Emir Harrison, acompáñeme a la dirección. — Habló con aquella voz grave característica de él.

Emir se levantó mirando a sus amigos quienes tenían el ceño fruncido.

Al caminar por el pasillo Emir se estaba preguntando para qué lo estaban llamando. Cuando alcanzó a divisar la dirección vio a dos personas sentadas de espaldas a él. Un hombre y una mujer.

— Siga — Apremió el director cuando hubo abierto la puerta. — Estos son los señores Donovan, padres de su compañera Amara Donovan. Ambos afirman que usted mantenía una relación estrecha con la señorita que lleva desaparecida cinco días.

— ¿Qué? — La noticia cayó como un baldado de agua sobre él, no pensó que Amara estuviera desaparecida, lo único que pensó es que sus padres no la habían dejado volver a la escuela y le habían quitado el celular.

— No te hagas el sorprendido jovencito, dime dónde tienes a nuestra hija. — La mujer habló, Emir la miró y se dio cuenta de que tenía los ojos hinchados de tanto llorar.

— Se los juro que no lo sé.

— ¡Habla! — El señor Donovan parecía alterado

— Señor, le pido el favor de que se tranquilice, queremos ayudarles pero con esa actitud no logrará nada. Entonces, Harrison, ¿sabes dónde está la chica o no?

— Les he dicho que no, yo también he intentado hablar con ella, pero no responde a mis mensajes. La última vez que la vi, le aconseje que se fuera a casa.

— ¿Cuándo fue eso? — Preguntó Eric Donovan

— Luego de que usted la golpeara. — Respondió incriminatoriamente.

El director los miró inquisitivamente y luego le pidió a Emir que se retirara, quería saber que le había pasado a Amara, pero no tenía cómo saberlo. Al salir se encontró con Caroline ella le iba a decir algo, tal vez una burla y definitivamente él no estaba de humor para eso.

***

Semanas después, Amara apareció en la puerta de la escuela como si no hubiese pasado nada. Todos se quedaron callados al verla pasar, no era la chica alegre y deslumbrante que vieron al principio. Su rostro había perdido brillo, estaba despeinada, su ropa parecía sacada de la basura y ya no sonreía, incluso caminaba arrastrando los pies.

A Emir le pareció ver un fantasma en cuanto pasó por su lado, no solo por su apariencia, todo en ella era raro y verla otra vez, también. Según tenía entendido, había estado realizando algunas de las actividades escolares que podía desde su casa.

Cuando todos pasaron del asombro, volvieron a sus rumores habituales. Menos Emir quien se acercó a ella.

— ¿Amara? ¿Te encuentras bien?

— ¿Qué quieres? — Habló bajito.

— Quiero hablar contigo... necesitamos hablar — Recalcó.

— No tengo espacio en mi vida para cobardes en este momento. Déjame en paz.

Amara se alejó lentamente y Emir se quedó confuso, de pie, sin poder decir o hacer nada, esa no era la chica de la que él se había enamorado.

Durante el receso, Amara no apareció en la cafetería, pero Emir sabía perfectamente dónde estaba escondida: el baño de chicas.

Él entró y por suerte no había nadie dentro, salvo Amara en una de las cabinas, llorando. Se escuchaban gemidos de dolor, a Emir se le revolvió el estómago, su novia estaba sufriendo y si él no había hecho nada antes, esta vez no se quedaría de brazos cruzados.

Tocó suavemente la puerta de la cabina.

— Está ocupado — Respondió la voz desde adentro.

— Tomate, tenemos que hablar

— Quiero que te largues de aquí.

— No, no me iré. Te dejé sola antes y no lo haré ahora.

— Por esa misma razón: antes me abandonaste y fue tu decisión, la cual respete. Es hora de que respetes la mía de quererte lejos de mí.

Emir siguió diciendo que le abriera hasta que finalmente ella lo hizo. Estaba hecha un desastre, tenía la cara roja y los ojos tristes, evidencia de que había llorado.

— ¿Qué quieres? — Su voz no era dulce como antes, sonaba dura y fría, traspasaba los huesos de Emir.

— Dime que sucedió todo este tiempo... ¿por qué no me llamaste?

— ¿Quieres saber la verdad? — Río Amara, sin gracia — No creo que una persona tan débil como tú la soporte.

— Dime lo que te pasó. — Emir hizo caso omiso a las palabras hirientes de Amara.

— Bien... — Amara comenzó su relato.


Jugada del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora