Ocho

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-¡¿Es que estaban pensando?!

JungKook bajó la cabeza, mientras que NamJoon mantenía la vista desviada, observando fijamente algún punto en la pared. El mánager llevaba media hora ahí parado, frente a ellos, regañándolos, y a pesar de que les preguntó mil y un veces porqué se habían intentado destrozar la cara, ninguno dijo nada.

El resto de los chicos se habían ido a sus recámaras, no querían oír sobre problemas, a excepción de Jimin, quien había sido arrastrado por Jin, pues al pelinaranja solía picarle la curiosidad, y sobre todo, su instinto de pequeño hyung protector. El maknae se veía mal, peor que el rapearo, con su labio roto y un pómulo rojizo, que esperaba no se tornara morado... Nam era bien reconocido por su increíble paciencia, siempre calmado ante las cituaciones difíciles, como aquella vez con B-free, en esa entrevista, cuando los llamaron trevestis y despreciaron su música, él estuvo con la cabeza fría y firme, exponiendo su opinión y aceptación, aún a pesar de que Suga comenzaba a molestarse. ¿Cómo es que el líder había osado golpear al menor? Aún si no lo demostraban, en la cabeza de todos rondaba esa pregunta. Y quizá sólo SeokJin tenía la respuesta.

-Chicos... No quiero que ésto vuelva a suceder- el mánager suspiró. Era claro que ese par no hablaría.

Ambos asintieron, pero antes de que se dieran media vuelta, la voz del hombre volvió a sonar.

-Pospondremos la convivencia con fans hasta nuevo aviso; no puedo permitir que los vean de cerca. Díganle a los demás.

Entonces el mánager se fue, cerrando la puerta bruscamente a sus espaldas.

Conocían eso, aquella forma en que los veían. BTS era mercancía, una que debía ser perfecta, no podía tener rasguños, un producto que vendían sin que este se agotara. O al menos no para los ojos del mundo, porque ellos eran bastante conscientes del cansancio en sus huesos, en su cabeza... Y estaba bien. Ellos tampoco deseaban preocupar a ARMY.

JungKook caminó hacia el cuarto que Suga y Jin compartían de inmediato, pasando al lado del líder y golpeando sus hombros sin cuidado alguno. NamJoon no dijo nada, sólo observó, apretando los puños. Era un completo idiota, pensar que dejarse llevar por la ira no traería consecuencias, ¿dónde dejó la prudencia? Él no pensó, no pensaba en nada cuando se arrojó sobre el maknae. Él sólo sentía furia... Estaba tan enojado. Le costaba aceptarlo, pero le había dolido ver a Jin en brazos de alguien más... Oírlo...

Y lo que empeoraba todo, era que ni siquiera era capaz de odiar a ninguno de los dos. JungKook era un buen chico, insensible y divertido a la vez, pero siempre tierno. Era su travieso pequeño hermano menor. No podía odiarlo.

El rapearo se odiaba a sí mismo.

Estaba perdidamente enamorado de Kim Seok Jin.

Lo tuvo.

Y lo perdió.

¿Cómo lo recuperaría?

Porque, aún si un cobarde como él no lo merecía, NamJoon también presumía de ser malditamente necio. Un cabeza dura.

No volvería a retroceder.

Estaba listo para caminar sobre los mismos pasos que el maknae, entrar a esa habitación y que pasara lo que tuviese que pasar. Él solía planificar todo, ser meticuloso, y hasta el momento escuchar a su cerebro le había hecho arruinarlo. Así que se dejaría llevar, esta vez sin la nube de enojo cegándolo. Anunciaría la guerra si era necesario, porque no iba a soltar a su hyung tan fácilmente, no cuando apenas era conciente de que sus manos se aferraba a él con tanto esmero.

Pero alguien llamando a la puerta detuvo cualquier movimiento. ¿Sería la parejita? ¿Tan pronto? El reloj a duras penas marcaba sobre la media noche. El rapero abrió la puerta, esperando ver un par de cabezas de menta y mandarina, pero en su lugar tuvo que bajar la mirada hasta dar con unos rizos de fuego bastante alborotados.

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⏰ Última actualización: Aug 08, 2018 ⏰

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