- ¿Qué es esto? - susurró aturdido ChangBin al percatarse de lo que ante sus ojos había. Al abrir su puerta y bajar por sus escaleras levantó la vista y sus pies sus quedaron automáticamente clavados en el suelo. Estáticos.
ChangBin no podía creer lo que veía. Frente al pequeño edificio de su departamento podía ver a las personas ir y venir de un lado a otro cómodamente, y ninguna de ellas se percataba del hilo rojo que en su meñique estaba atado.
Desde ese punto podía verlo con claridad, cientos de hilos rojos unos por encima de otros y ninguno parecía enredarse entre sí, era como si al cruzarse estos se traspasaran pero sin romperse en ningún momento.
- ¿Ahora me crees? - preguntó la niña caminando hacía su lado. ChangBin no podía creer en nada en ese entonces. Simplemente se quejó paralizado viendo los hilos rojos dar vueltas a su alrededor. Caminó hacía la calle a toda velocidad haciendo caso omiso de la pregunta que le fue antes dirigida.
Paso corriendo entre medio de los hilos y ninguno se quedó atascado en él. Todos parecían ser tan sólidos. Sin embargo eran como fantasmas, los podía traspasar sin causarles ningún daño, y estos sin causarle ningún daño a él.
- Regla número dos- la niña volvía a estar a su lado - no puedes tocar los hilos de otras personas. Es inútil. No puedes cortarlos, enredarlos, ni nada parecido. - comunicó con total espontaneidad.
- Esto es una locura - ChangBin estaba más que sorprendido. Creía estar alucinando. Viendo personas ir y venir sin percatarse de lo que a su alrededor sucedía. Se acercó a una mujer que hablaba por teléfono - Oiga, discúlpeme, ¿puede decirme si ve estos hilos?- le preguntó con cautela - Los hilos rojos. - específico levantando su mano derecha.
- Está loco - la mujer lo miró con fastidio antes de alejarse y seguir hablando por teléfono. Como si nada. Dejando a Changbin paralizado en medio de todos esos hilos rojos.
Todos a su alrededor actuaban con normalidad. Sin embargo, ChangBin no podía creer que eso fuera real. Eso no era real. Los hilos se traspasaban como espectros uno a uno a medida que las personas se cruzaban.
«No es real.»
- Bien, ya entendí. - río con suspicacia girando a su alrededor - ¡Oigan, ya entendí! Ya pueden sacar las cámaras. - comenzó a aplaudir en medio de la calle - Me han engañado. Que divertido. - rió sin gracia.
- ¿Harás de todo un show o es porque estás un poco consternado? - la pequeña a su lado revoleo los ojos y miró algo a lo lejos - ¿no es hermoso? - preguntó luego de unos segundos. ChangBin siguió la dirección de su mirada y se encontró con una pareja besándose, su hilo brillaba con intensidad. Parecía ser una luz roja titilante y brillante, muy brillante.
- ¿Acaso su hilo está brillando? - Cuetionó ChangBin señalando a la pareja. Si, brillaba. El color rojo brillaba con muchísima intensidad.
«¡Oh, por favor, dime que no me volví loco!.»
- Pues claro, tonto. Son predestinados. - la niña suspiró como enamorada tomándose las manos - y están juntos. Por eso su hilo brilla como una luz navideña. - sonrió con auténtica satisfacción.
- Esto no puede ser real. - murmuró ChangBin sin apartar la vista de la pareja. ¿Cómo un hilo podría brillar de aquella forma?.
- Bien, debes saber los colores y qué significan. - la niña a su lado aplaudió llamando su atención. ChangBin se despacio y la miró con los ojos como platos. - Hay cuatro tipos de rojos. Esta el bordo... mirá por allá - le señalo a un anciano sentado en la banca enfrente del estanque. Su hilo era bordo y estaba roto, cortado, como arrancado. - El hilo se torna bordo y se corta cuando su predestinado muere o cuando dejan de amarse completamente. - hizo una mueca triste y suspiró con lástima.